Lo peor de los conciertos es que compras la entrada con meses de antelación, esperas que llegue el día con ansiedad, y cuando llega, sea un concierto de una hora o de tres, pasa volando, aunque supongo que eso es bueno, cuando el tiempo vuela es que lo estás pasando bien. Interpol tocaron el sábado por la noche en el Palacio de Vistalegre de Madrid. Era la segunda vez que les veía, tras el último Summercase, aunque en esa ocasión no pude ver su actuación completa porque me acerqué a otro de los escenarios a ver a Maxïmo Park, antes de que terminaran. Lo he dicho muchas veces, el sonido de Vistalegre es horrible, sin embargo, los neoyorquinos supieron sortear éste obstáculo con bastante soltura.
Durante la hora y media de concierto que nos brindaron, el público se volcó con el grupo, coreando canciones, saltando y bailando, especialmente apoteósico fue el momento Evil. Si bien es cierto que la puesta en escena dejó bastante que desear por lo pobre que era (en el Summercase los juegos de luz y de imágenes estuvo muchísimo más cuidado), teniendo en cuenta que se trata de un grupo cuyo mayor mérito es el de crear atmósferas en directo, quedó en cierto modo paliado por el bonito efecto (no intencionado) que se producía en los paneles que cubren los laterales del recinto, donde se proyectaban las siluetas del grupo.
La actuación fue breve, y los músicos no se movían ni a tiros, pero el cantante fue bastante agradable con el público, hablando en un perfecto castellano, que después explicó, se debía a que vivió cuatro años en Madrid. Tocaron canciones del nuevo álbum, pero hicieron un completo repaso por sus temas ya clásicos. En conjunto fue un buen concierto, que ha venido a corroborar la opinión que tenía ya de que Interpol es un grupo que suena infinitamente mejor en directo.