“Ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial, tal vez se tratara de una anécdota anodina, pero toda historia se finge verdad y toda verdad aspira a quedar en la historia. Y aunque hoy la palabra se haya vuelto como el humo, demasiado liviana como para sostenerse en esta realidad, hay hechos que soñaron con ser escritos, hermosos perfumes huyendo de este mundo…”
Algo me distrae y dejo de escribir mi novela. Llueve. Entonces escucho con atención la música de la Naturaleza, una música que si fuera analizada técnicamente, separando los diferentes elementos que la conforman, tendría que dar por resultado una obra discordante e inarticulada. Sin embargo, es el ensamble azaroso de estos instrumentos lo que me hace escuchar el maravilloso concierto de la tormenta: Un cañoneo de truenos da inicio al movimiento, luego siguen los fuegos y los vientos. En seguida comienzan a caer unos goterones parejos que golpean con fuerza contra el asfalto, como si -cuatro pisos por debajo de donde estoy- pasasen las tropas de los Aliados yendo a liberar París de laWehrmacht; otras gotas -menos intensas ya, pues hicieron escalas previas- repican sincopadamente sobre aleros, chapas y canaletas; entonces me figuro que la partitura fue escrita por un compositor delirante al que le encantara combinar compases, y que sobre el cuatro por cuatro del ritmo principal, hubiese colocado estas otras gotas en diferentes métricas -siete por ocho, tres por cuatro, doce por ocho- para que cada tanto, al cumplirse el ciclo, confluyesen todas en un grantuttique, inmediatamente, se disgregara y diese a la tormenta ese aire necesario de aleatoriedad que la hace creíble.
"...hermosos perfumes huyendo de este mundo... ". Tal vez pueda seguir escribiendo, pero ahora con la certeza de que nunca lograré crear algo tan bello como lo que acabo de escuchar.
Dedicado a PiliMªPilar y a la Música, que para mí es decir más o menos lo mismo.