Por Dani Arrébola
Entre las estrellas de la valentía
Si uno repasa la filmografía de Christopher Nolan advierte que es el auténtico toro bravo de Hollywood, un rey león que se atreve a mover como nadie en la inmensa jungla hollywoodiense las mil cámaras y el sinfín de billetes de presupuesto que le confían. Un cineasta valiente a la hora de encarar y filmar sus proyectos…¡Un director con dos pares vamos! Tan sólo Nolan se atreve a sacar adelante corpachones de películas como Memento (2000) o El caballero Oscuro (2008), parte de esa trilogía purificadora y reformulativa del súper-héroe Batman cuyo protagonismo cedía a su malvado y sempiterno enemigo Joker. Siempre Nolan logra exhibir cintas que, tanto en sus propuestas temáticas, pero sobre todo en las visuales, resultan totalmente trascendentales. En la opinión de quien escribe estas líneas, no siempre sus filmes merecen la retahíla de alabanzas -pues Origen (2010) me pareció una película tramposa y fallida- pero sin duda, en aquello que todos deberíamos coincidir es que Nolan (probablemente junto a Fincher), sea por méritos propios el cineasta más reconocible, lingüística y visualmente, de las dos últimas décadas en Hollywood. Aquello de “Me voy a ver una peli de Nolan”, se empieza a imponer por encima de cualquier actor o actriz VIP que aparezca en ella, y esa es la mejor prueba de su enorme virtud. Ahora, este rey de la jungla, nos presenta Interstellar una película de ciencia-ficción, un terreno en el que parece ahondar con disfrute, como ahonda la mano de un niño en una bolsa-cucurucho de chucherías.
De los 165 minutos (sin desfases temporales) que dura la película, podríamos extraer un amplio abanico de debates y, sentada la crítica en una amplia mesa, debatir durante un largo trecho. Todos los coloquios que irían surgiendo de esa mesa resultarían, de bien seguro, interesantes. Pero por la necesidad imperiosa de priorizar y sintetizar -con tal de no fatigar al lector- en la presente crítica, uno de los debates “interestelares” que me parecen más interesantes, es el de si Nolan acierta o no en esa propuesta dicotómica entre emoción y ciencia, que tan bien canaliza con el amor a unos hijos -sobre todo a una hija- y la empatia que plasma en pantalla hacia dos máquinas-robots, de nombre TARS y CASE y que repentinamente se ganarán el corazón del espectador. Lógicamente, en esta propuesta dual, reparamos en varias fisuras repartidas por el filme, pero no seamos tocapelotas … Sería injusto limitarnos a señalar con fosforito amarillo las grietas que, evidentemente, la película no hubiera podido esquivar por más que lo intentase, debido a la propia concepción gigantesca y macro-dimensional del filme. Coincido de pleno en algunas voces que he leído por las redes: una peli que ha tenido los huevos de mostrar lo que muestra (agujeros de gusanos como puentes pentadimensionales por mencionar algo), merece, de entrada y antes del pitido de juego, pero sobre todo tras el post-partido, un máximo respeto.
Es cierto que en varios capítulos de Doctor Who se habla de lo mismo y de una forma más amena (con dos horas menos que ya es mucho), pero cualquiera que disfrute con esa serie de viajes en el tiempo, hará lo propio con esta Interstellar que le ofrece el plus de meter a todo ello, una bella y excelente factoría visual, con un acompañamiento musical sublime y perfecto ¡Uno más del genio de Zimmer!, y mechada en un presupuesto cargado de billetes bien usados en la mente compleja y privilegiada del más valiente de los directores.
Puntuación Ránking Apetece Cine: 8,4