¿Qué es la intolerancia a la lactosa?
Los productos lácteos cuentan con un compuesto llamado lactosa, también conocido como el azúcar de la leche. Cuando una persona ingiere leche, esta pasa por el intestino, donde una enzima llamada lactasa, se encarga de digerirla y asimilarla.
El problema de los intolerantes a la lactosa es que no producen suficiente lactasa o en algunos casos no producen nada, lo que provoca que cuando la lactosa llega al intestino delgado, pasa sin ser digerida, con lo que al llegar al intestino grueso, esta lactosa pasa a ser un festín para las bacterias que habitan allí, cuando las bacterias actúan sobre la lactosa, consiguen separarla dando como resultado gas y un ácido que serán los responsables de todos los síntomas y molestias que sufre un intolerante a la lactosa.
En la intolerancia a la lactosa los síntomas más característicos son sobre todo mal estar en el intestino, gases, vómitos, diarreas, los cuales desaparecen en cuanto el cuerpo ha expulsado la lactosa.
El volumen de la lactosa en la leche suele estar entre un 4% y un 5%, dependiendo del tipo de leche que sea.
La intolerancia a la lactosa y los niños.
Actualmente estamos viviendo una época en la que las enfermedades estrella son todo tipo de alergias e intolerancias y lamentablemente los más afectados como siempre son los niños.
Este es el caso de la intolerancia a la lactosa, la cual afecta en mayor medida a los niños de entre 3 y 6 años.
¿A qué edad puede aparecer?
La edad más probable a la que suelen aparecer los primeros síntomas es a partir de los 4 años, aunque en España la media está en los 5.
Cuando un niño sufre intolerancia a la lactosa no quiere decir que el resto de su vida la valla padecer, de hecho cualquier intolerante a la lactosa podría volver a producir lactasa de forma natural prácticamente de un día para otro. En el caso de los niños es mayor la probabilidad de que desaparezca de forma repentina.
En los niños una ataque alérgico o incluso alguna enfermedad que afecte el intestino puede suponer que el cuerpo del niño deje de producir los mismos niveles de lactasa, con lo que el niño no podrá digerir bien la leche ni sus derivados. Aunque en estos casos lo más normal es que en un periodo corto de tiempo el cuerpo vuelva a su estado natural y vuelva a producir los mismos niveles de lactasa que antes, desapareciendo así la intolerancia a la lactosa en el niño.