Intoreables no, que me enamoro

Por Antoniodiaz

Escolares intoreables e informales


Toreables y con educación para la ciudadanía


Aunque por esperado, no deja de sorprender que después de una Tarde de Toros -con mayúscula-, que sacaron sus virtudes y defectos, motivando el vertiginoso vaivén de esperanzas y sinsabores que fuerzan las seis apariciones de la casta por toriles, como fue la de Escolar ayer, salgan como setas revistosos que por seguir llenando el buche, compadrear con taurinos, continuar cebando su ego personal, por pura ignorancia o por asegurarse una invernada prolija en tentaderos de postín, mutilen, con la saña de un interrogador iraquí, el génesis de la Fiesta. Hablan de terror, miedo, de tíos que se ven obligados a presentar los arrestos que pocos hombres en el mundo tienen y del exceso de dificultad para dominar a una bestia -¡hasta hay uno que cuenta a su parroquia que la agresividad es un defecto del toro bravo!-. Y exponen esta lista, que es la que debe colmar en honores y chulería al matador de toros, como cáncer del toreo, como si la metástasis antitaurina que en nuestro tiempo asola el pueblo, se expandiese tan napoleónicamente por culpa de aquellas emociones infartantes que hicieron grandes a Joselito el Gallo, a Frascuelo o a Francisco Montes, Paquiro. Épocas en las que el toreo, a pesar de su crueldad y sanguinolencia, tan bellas y naturales, se afianzó en la piel de toro como la más gloriosa de sus tradiciones, rito pagano con el que español de a pie presumió vanagloriosamente, hinchando pecho como un pavo real, ante los ojos del resto del orbe.  
Un egregio elenco de plumillas que, desde el que trae su titular hecho de casa, de manera análoga a las faenitas precocinadas que firman sus figuras, con el ya famoso "fulanito de tal, al matadero", que es locución que empieza a competir seriamente en antitaurinismo con el "elimina lo anterior para comprar vacas y sementales de Juan Pedro Domecq"; pasando por el crítico que después de treinta años de profesión y unas cuantas miles de reseñas a la espalda, sigue escribiendo con total ignonimia, de toros ilidiables, intoreables e imposibles; hasta terminar por esos jovenzuelos, que ya echaron los dientes de leche aspirando a doctores en la cátedra del artisteo, que enlazan palabras sin ton ni son con no otro propósito que ser transgresores con lo clásico, intentando derribar los pilares de una liturgia centenaria, que si resiste los gañafones del modernete movimiento agrit pop cultureta, es por señores como don Jaime Guardiola o don José Escolar -por citar los dos últimos apedreados- y por una serie de aficionados, que sin ser mejores o peores que nadie, se afanan, como el can Cerbero, en custodiar unas formas condenadas a arder en el infierno.
Todos los forofismos son perjudiciales, vengan de donde vengan, más aún cuando fomentan ferozmente el segregacionismo tan radical -por los dos bandos-, que parte en dos la tauromaquia del nuevo siglo. Pero si llegados a este punto es menester postularse hacia algún extremo, que salga el sol por Antequera, que nos cierren el chiringuito de la tauromaquia o que nos expulsen a la Francia selvática, que más da, pero hasta las últimas consecuencias, alabando, respetando y loando la santimonia del toro fiero, listo, poderoso, con casta, edad y arrobas, que dicho sea de paso, es el verdaderamente toreable, ya que reune las características que hacen que haya algo que torear.
Foto: Julián López para Aplausos