Introducción Memorias en Altavoz. Relato coral de una historia viva

Publicado el 15 noviembre 2024 por Adriana Goni Godoy @antropomemoria

Por Adriana Goñi

Memorias en altavoz. Relato coral de una historia viva

Este libro gestado a fines del año 2023, al cumplirse 50 años del golpe de Estado en nuestro país, tiene sus raíces clavadas en décadas anteriores, cuando comenzamos el proyecto de investigación Hijos e Hijas de la Memoria, en el año 2005. En ese tiempo, los descendientes de quienes dieron su vida sufrieron exilio, persecución y represión durante la dictadura eran sujetos sociales invisibilizados para la memoria oficial y excluidos de las políticas públicas de reparación.

Sus voces, sus historias de vida, su condición de víctimas de la dictadura fue minimizadas y desoídas; el conjunto de la sociedad las desconocía.

Nos propusimos entonces realizar un libro colectivo que diera cuenta de esas vidas y que incluyera los relatos de descendientes, familiares y menores afectados durante la dictadura. Relatos que abarcaran historias de vidas impactadas, directa o indirectamente, por el golpe y los hechos ocurridos a partir del 11 de septiembre de 1973. Los textos debían ser inéditos, y de una extensión acotada. La convocatoria se inició en un grupo de WhatsApp, luego las redes sociales, las mensajerías, los correos electrónicos, se encendieron y pronto un centenar de hijos e hijas, nietos, hermanos y hermanas se motivaron, y comenzamos a trabajar. Finalmente, recibimos las dolorosas historias que componen este libro colectivo.[1]

Teniendo presente las premisas señaladas, se hizo una selección de los textos recibidos para la realización de este libro. Algunos de los relatos fueron tomados de grabaciones o de textos realizados anteriormente por lxs autorxs.

El trabajo de edición no ha sido fácil: Natalia Montealegre Alegría[2] –editora, con un trabajo académico sobre el pasado reciente en posmemoria, infancias en dictadura, e hija de padres que sufrieron prisión política y exilio–, con quien mantengo desde hace tiempo una relación de amistad y de comunidad de intereses, respondió solidariamente a la invitación de ser parte de nuestro libro y literalmente se zambulló durante este largo tiempo en un trabajo exhaustivo y comprometido. Asimismo, en este logro que nos enorgullece, ha sido fundamental la mirada del consejo editorial, formado por Thamar Álvarez Vega, Maxine Lowy, Vittoria É Natto, María Virginia Rojas Quiroga y otras compañeras desde distintos países. Esperamos que el resultado sea un aporte a esta dolorosa memoria de infancias en dictadura y exilio.

Los relatos han abierto un torrente de situaciones a investigar; historias que muestran experiencias vividas, muchas de ellas, desconocidas para la memoria oficial y que necesariamente debemos denunciar: hijos arrebatados a sus madres en países donde vivieron su exilio, niños dados en adopción de manera ilegítima, montajes y encubrimientos, niños nacidos en prisión, entre otras graves situaciones que por primera vez son compartidas por quienes las vivieron calladamente.

La variedad de experiencias vertidas aquí puede permitir conocer las implicancias que tuvo el terrorismo de Estado desplegado por el golpe del 11 de septiembre. Desde las más traumáticas, por la crueldad y el dolor que provocaron y aún hoy provocan; el daño en dosis constantes de adoctrinamiento- un objetivo claro de infantilizar a los jóvenes a través de programas de estudio, control de cualquier tipo de expresión que saliera de límites establecidos. Todo esto fortalecido con el rol de la televisión; exaltar un perfil de joven despreocupado de lo político y un poco ñoño o muchas veces patrioteros, que replicaban el modelo oficial censura, agresiones y persecución a quienes intentábamos rearmar organizaciones y estructuras de participación social; sumado a la imposición de un modelo de juventud aséptica, despolitizada, patriotera y banal. Quizás haya quienes a través de estos relatos puedan identificar el tipo de violencia al que todos los que no calzábamos con ese modelo fuimos sometidos; así como el embrutecimiento masivo que impidió a algunos saber lo que estaba ocurriendo, también fue una forma de violentarlos.[3]

Los 50 años han hecho emerger, desde la cultura, los medios, las redes sociales, la academia y las organizaciones de la sociedad civil, distintas expresiones y actividades de memoria. El país polarizado recuerda y transmite lo que vivió y las memorias enfrentadas luchan por imponer su verdad.

Esta es nuestra verdad. Así lo vivimos.

Estos testimonios, escritos desde el exilio o desde la soledad sin lugar, son los cimientos para construir esta memoria que nos hermana, más allá de espacios, de tiempos, de generaciones.

Publicar una obra con múltiples autores no es tarea sencilla. En este libro conviven generaciones tan diversas como nietos adolescentes y personas que eran adultas cincuenta años atrás; hombres y mujeres que habitan distintos países y regiones; muchos de ellos se expresan en otras lenguas, todos sobrevivientes de una historia que a la vez los hermana y los hace herederos de múltiples memorias.

Hijos e hijas, nietos, hermanos menores o familiares que en muchos casos nunca conocieron a quienes rememoran. Lazos de afecto y apego con figuras que se van convirtiendo en seres míticos, en iconos familiares o que, por silencios instalados y secuelas del trauma, sólo se incorporan a sus vidas en etapas muy posteriores, agudizando el daño transgeneracional.

Militancias de los padres, militancias propias, mandatos que impregnaron sus vidas infantiles y juveniles más allá de sus posibilidades de procesar y rehacer sus caminos.

Todas las situaciones represivas sufridas por padres, madres, hermanos y otros familiares, y, en ocasiones, por los mismos niños y niñas, están presentes y patentes en los hijos y nietos: clandestinidad, exoneración política, prisión política, tortura, violencia sexual, secuestro, desaparición, asesinatos, relegamiento, exilio, retorno traumático, extrañamiento, ejecuciones, desaparición forzada, entre tantas otras, imposibilitaron una normal convivencia familiar y un desarrollo emocional, sicológico y material fundamental para la vida. Son esos hijos e hijas, familiares cercanos, quienes -más allá de sus ideologías, credo, género o generación, lugar de nacimiento, pertenencia étnica o partidaria- han compartido y prestado sus memorias, sus vidas cotidianas, sus relatos, sus experiencias desde el espacio virtual y el encuentro personal; y sus voces valientes y comprometidas se hacen visibles ahora en este libro.

Hoy en día estos hijos e hijas viven su adultez, tienen hijos e hijas, y algunos ya tienen nietos. Todos ellos están hermanados en una historia común y con la memoria adolorida. Después de un lapso considerable, que varía de caso en caso, ciertos duelos pueden haber cristalizado lo suficiente para tener la posibilidad de emprender o continuar la batalla de la memoria, dado que es un imperativo nacional la construcción de esta desde ellos, de sus voces iracundas e indignadas o reflexivas, resilientes, voces que constituyen la alternativa a la memoria petrificada instalada desde los vencedores, logrando compartir y transmitir a su descendencia y a las generaciones por venir, el relato biográfico donde se entrelazan las vidas y las muertes de las generaciones que hoy conviven en este territorio profundamente dividido ante el cual hay que tomar posición.

A raíz de que el proyecto de este libro incluye a dos personas relacionadas familiarmente con un funcionario de la Armada y con un delator y represor –a su vez, una es hija de una ex presa política, torturada y entregada por el padre marino, y la otra, hija de presos políticos y exiliados, sobrina del Fanta–[4], se produjo un doloroso, agresivo y descalificatorio ambiente entre los participantes, que obligó a tomar posiciones y algunos de ellos se retiraron del proyecto.

Con la revuelta de octubre de 2019, el trauma colectivo de la desaparición y la violencia volvió a activarse en la sociedad. Nuevamente los jóvenes secundarios, universitarios, pobladores, mapuche, las mujeres y los sobrevivientes de la dictadura, los familiares y descendientes de los ejecutados, desaparecidos, presos políticos y exiliados, revivieron las luchas en las calles, plazas, aulas, tendiendo un puente entre las causas de las víctimas directas de la dictadura y las que hoy defienden sus hijos y sus nietos.

El confinamiento impuesto en la pandemia nos arracimó en los intersticios de nuestros teléfonos, tablets y computadores; las redes sociales se volvieron un nuevo terreno de combate; WhatsApp, una herramienta intrusiva, pero ya casi indispensable, se pobló de presencias multigeneracionales, y llegaron los nietos a mostrarnos que no olvidan, no perdonan, que son las semillas de sus abuelos y abuelas, las voces de sus padres y madres las que ellos gritan en las plazas, calles y aulas.

¿De qué modo les es transmitida a sus propios hijos su experiencia de vida? ¿En qué momento? ¿Cómo se ha desarrollado la relación con sus padres sobrevivientes y con los padres y madres sustitutos, padrastros, madrastras, tutores, figuras paterna o materna, hermanos y hermanas?

«La memoria que les debemos a todxs ellxs no es la de su muerte, sino la de su vida. Nuestro mejor homenaje será siempre seguir con un pie en la trinchera, estar dispuestos a romper con lo establecido, a desobedecer, asumir riesgos, crear, compartir y solidarizar en entornos de lucha. A amar rabiosamente aquello que nos fue negado: una sociedad libre, solidaria y sin poderosxs ni explotadorxs», escribe José J. Valverde Barrios, nieto de exiliado, en sus redes sociales.

Hoy entregamos estas historias de vida a todos y todas las personas de buena voluntad que no han conocido esta parte de la Historia de nuestro país. Esperamos que tengan un amplio eco y se esparzan como flores en el viento.

Somos quienes vivimos la prisión política de nuestros padres y la propia. Somos los que durante 50 años buscamos los restos de los que se llevaron; los que infructuosamente exigimos la verdad y la justicia; somos los que no hemos tenido reparación desde el Estado que violó nuestros derechos como niños y jóvenes.

Somos quienes salimos al exilio siendo niños; somos los relegados, los clandestinos, los hijos de militantes y los que militamos; los sobrevivientes, los que padecemos las secuelas de lo vivido por nuestros familiares y por nosotros mismos.

Somos los que no olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos.


2    https://www.extension.udelar.edu.uy/derechos-humanos/

3   Marta Amigo Zeller.

[4]   <">">" rel="nofollow">https://www.ciperchile.cl/2014/11/04/el-fanta-antes-de-la-traicion/&gt;.