Desde el 11 de septiembre de 2001, del que se cumple este año la primera década, occidente ha adquirido una cultura del miedo comparable a la de los peores momentos de la Guerra Fría. La crisis económica y las noticias de continuos desastres, como los terremotos de Chile y Japón, no hacen sino avivar este miedo.
El cine debe competir fieramente con los telediarios para mostrar desastres aún más devastadores. Una invasión sorpresiva de extraterrestres es un buen recurso en este sentido. De todas maneras hay que dejar bien claro que aquí no nos encontramos ante una película de ciencia ficción, sino más bien ante un film bélico, cuyo referente más obvio se encuentra en "Black Hawk derribado" (2001, Ridley Scott). El esquema viene a ser el mismo: tras una breve presentación de los soldados, se les lanza a una batalla urbana contra un enemigo prácticamente invisible de la manera más realista posible. Pero hay grandes diferencias, y si la película de Scott servía para advertir que el infierno está cargado de buenas intenciones, la de Libesman es un mero desagravio para un cuerpo de Marines en sus horas más bajas.
Si algo tiene de bueno "Invasión a la Tierra", es que no engaña al espectador en ningún momento: ofrece lo que se espera de ella: una breve presentación de los personajes para lanzarlos a continuación a la vorágine de una guerra de guerrillas frente a un enemigo tecnológicamente muy superior. Es de agradecer que un buen actor como Aaron Eckhart esté al frente del reparto. Ojalá se pudiera decir lo mismo del elenco que le acompaña. Las escenas de violencia oscilan entre el hiperrealismo y la estupidez. Si bien al principio los extraterrestres son implacables y masacran con facilidad a los humanos, poco a poco las tornas van cambiando y parece que su puntería y sus habilidades guerreras van mermando en favor de las de los soldados estadounidense. Es que, y este es el mensaje principal del film, estamos hablando de marines. Pobres extraterrestres, ingenuos ellos. En la vida real, los marines llevan años tratando de imponerse en Irak y Afganistan, pero en la película aterrorizan a los invasores, que ingenuamente quieren colonizar los Estados Unidos, en dos días.
Y es que los extraterrestres que nos invaden deberían tener la lección bien aprendida: en cuestión de guerras y violencia, el ser humano lleva una ventaja de siglos, por muy sofisticada que sea la tecnología alienígena. La película, en suma, resulta entretenida a ratos, aunque en conjunto es un producto totalmente innecesario y propagandístico, hijo de su tiempo. A ver que pasa en la próxima invasión.