Querido Manuel:Acabo de terminar el inventario —me ha costado varias semanas, no te creas—, donde he recopilado los bienes comunes de nuestra vida. Me ha quedado una lista preciosa, creo yo, una opinión con la que estarás de acuerdo porque está hecha bajo el prisma de la sinceridad más absoluta. La idea se me ocurrió hace ya tiempo, ordenando la casa, pero los quehaceres diarios —el trabajo en la tienda que me agota, más las labores domésticas— fueron postergando el momento de comenzarlo. Yo quería, pero nunca hallaba la hora de arrancar. Ya sabes que soy un poco dubitativa. Sinceramente, me daba bastante apuro, pero por fin me decidí. Y cuando al fin me decido, lo cumplo, eso también lo sabes perfectamente, ¿verdad Manuel?
Querido Manuel:Acabo de terminar el inventario —me ha costado varias semanas, no te creas—, donde he recopilado los bienes comunes de nuestra vida. Me ha quedado una lista preciosa, creo yo, una opinión con la que estarás de acuerdo porque está hecha bajo el prisma de la sinceridad más absoluta. La idea se me ocurrió hace ya tiempo, ordenando la casa, pero los quehaceres diarios —el trabajo en la tienda que me agota, más las labores domésticas— fueron postergando el momento de comenzarlo. Yo quería, pero nunca hallaba la hora de arrancar. Ya sabes que soy un poco dubitativa. Sinceramente, me daba bastante apuro, pero por fin me decidí. Y cuando al fin me decido, lo cumplo, eso también lo sabes perfectamente, ¿verdad Manuel?