Ni los partidos que comparten ideología de derechas ni los de izquierdas logran formar, por requerir apoyos adicionales de otros grupos, ninguna propuesta viable para formar gobierno. Los conservadores del Partido Popular y de Ciudadanos, el gran bloque de la derecha, no suman mayoría absoluta (176 votos) para investir a su candidato, ni los progresistas del PSOE y Podemos, el bloque de la izquierda, tampoco. Además, ni Ciudadanos admite apoyos de partidos nacionalistas, ni PSOE de los que persiguen la independencia, que resultan ser los mismos. Para colmo, los emergentes Podemos y Ciudadanos se repelen mutuamente, negando cualquier punto en común entre ellos. Todo lo cual hace que las negociaciones para una investidura se tornen infructuosas por falta de una voluntad real de entendimiento.
La derecha carcomida (por la corrupción) del Partido Popular y la moderna de Ciudadanos logran ahora un acuerdo que les permite sumar 170 votos para que Rajoy, al que tanto denostaron los segundos, sea investido presidente del Gobierno, al menos en una segunda vuelta que sólo precisa mayoría simple. Y, en vez de buscar los seis votos que le faltan entre sus “cuates” ideológicos (que los hay en el Parlamento), Rajoy y Albert Rivera, líder de la formación “naranja”, se limitan a meter presión a los socialistas del PSOE para que se abstengan y permitan esa mayoría simple de votos a favor. Lo más curioso de este insistente reclamo a la “responsabilidad” de los socialistas para evitar unas terceras elecciones es que, cuando se produjo la misma situación en que Pedro Sánchez, líder y candidato del PSOE, intentó también ser investido, el PP de Mariano Rajoy votó en contra. Entonces, nadie acusó de “irresponsabilidad” a los conservadores por evitar unas segundas elecciones generales que finalmente fueron convocadas.
Tal vez en la respuesta a esta pregunta residan las claves de las actuales dificultades que impide alcanzar acuerdos parlamentarios a un partido que ha actuado de manera sectaria a la hora de gobernar, ha emprendido iniciativas muy discutidas por todos los sectores políticos y sociales no representados por el Partido Popular, ha utilizado las instituciones para confrontar con sus adversarios políticos, ha optado por las políticas económicas más perjudiciales para la mayoría de la población y está envuelto en los mayores escándalos de corrupción que afectan a las instituciones y los partidos políticos en España. Que ni sus afines ideológicos quieran saber nada del Partido Popular y menos de su líder, Mariano Rajoy, es sintomático de un mal que no está en los demás, sin en él, en quien ahora, hallándose entre la espada y la pared, exige a todos que le permitan seguir gobernando. Y echa la culpa a los socialistas si no lo consigue.
En esas estamos desde hace casi un año, buscando razones por las que apoyar a un gobierno que se ha caracterizado por empobrecer a los ciudadanos, limitar derechos, recortar prestaciones, congelar salarios públicos y pensiones, subir impuestos, olvidar a los dependientes y sus familias, implantar la austeridad en el mercado laboral y castigar a quienes se manifiesten en su contra gracias a leyes mordazas concebidas para ello, pero que elabora leyes de amnistía fiscal para los evasores y pide rescates financieros a Bruselas para los bancos; es decir, un Gobierno que ayuda a los ricos y oprime a los menos pudientes. Sólo necesitamos una razón para apoyar una investidura que parece eterna. Hace casi un año que la buscamos…