Investigadores iberoamericanos, estrellas por una noche

Por Ne0bi0 @buenosviajeros

Este verano olímpico los deportistas laureados han acaparado portadas, acumulado likes y llenado horas de televisión y radio en reconocimiento a su éxito. Las anheladas medallas de oro de los atletas iberoamericanos se han conseguido mayoritariamente en disciplinas poco mediáticas: tiro olímpico, vela, halterofilia, piragüismo. La mayoría de nuestros medallistas sólo consiguen ser conocidos por el público cuando suben al podio como uno de los tres mejores del mundo. Es entonces cuando les ponemos nombre y cara, cuando descubrimos la historia de sacrificio y renuncias que les han llevado a alcanzar la gloria olímpica, convirtiéndose en ejemplo e inspiración de tantos jóvenes.

Y con estas historias, algunas victorias adquieren tintes casi mitológicos: muchos de ellos no acceden a los indispensables apoyos institucionales -o patrocinios- que les permitan una dedicación exclusiva a la práctica deportiva. Por ello, no sorprende que durante años compaginen sus largas horas de entrenamiento, no ya con algún tipo de formación, sino incluso con el ejercicio de una profesión. Entre los medallistas de Tokio había policías, mecánicos, odontólogos y un largo etcétera. La pregunta es: ¿cuántos se habrán quedado por el camino y cuántas medallas se han perdido por este motivo?

La ciencia requiere de una inversión de recursos sostenida en el tiempo para alcanzar unos resultados que, como las medallas, puede que nunca lleguen

Lamentablemente, el deporte no es el único ámbito que exige una vocación casi heroica y extremadamente resiliente. La carrera científica también está llena de obstáculos, y requiere de muchos esfuerzos y dedicación, además de una importante inversión de recursos sostenida en el tiempo para alcanzar unos resultados que, como las medallas, puede que nunca lleguen. Y aún en el caso de que así sea, son muy pocos los que alcanzan un reconocimiento comparable al de los campeones olímpicos. El premio Nobel o la medalla Fields otorgan un gran prestigio académico y cierto reconocimiento público, pero continúa muy lejano de aquel que se concede a nuestros atletas.

Los científicos y sus investigaciones no son capaces de excitar el orgullo nacional del mismo modo en que lo consiguen los triunfadores de las Olimpiadas. La comparación es ciertamente tramposa, pues resulta difícil que la ciencia -o cualquier otra actividad humana- despierte emociones similares a la competición deportiva, pero en realidad son solo unas pocas disciplinas las que cuentan con cifras de seguidores millonarias. El resto tiene que esperar a un encuentro de alto nivel como los Juegos Olímpicos para disfrutar por unos días del mismo nivel de atención y, gracias a ello, ganar público y aficionados que se inicien en su práctica.

Con este espíritu, la Unión Europea quiso promover en 2005 un gran evento de divulgación científica que convirtiera por una noche a los investigadores y su trabajo en protagonistas. Dieciséis años después, la Noche Europea de los Investigadores se celebra en 350 ciudades europeas y permite a todo tipo de público, en especial al infantil y juvenil, conocer de primera mano a quienes se dedican a la ciencia para que, así, crezca su interés por una asignatura que sigue teniendo fama de dura y árida (y con el propósito, a su vez, de despertar vocaciones que hagan crecer la cantera de futuros científicos).

Por estos motivos, la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura ( OEI) ha querido trasladar esta exitosa experiencia a América Latina. Por segundo año consecutivo se celebra la Noche Iberoamericana de los Investigadores, organizada por la OEI en el marco del programa de la Noche Europea y del proyecto liderado por la Fundación para el Conocimiento Madri+d. Los días 24 y 25 de septiembre científicos mexicanos, colombianos, ecuatorianos, uruguayos, argentinos y costarricenses desarrollarán más de 100 actividades que se podrán seguir en el resto de Iberoamérica a través de la plataforma de la Noche Iberoamericana.

Esta iniciativa ha duplicado en esta segunda cita el número de países participantes y ha multiplicado por cinco el número de actividades organizadas, lo que demuestra la buena acogida que el proyecto ha tenido en nuestra región, así como el gran interés que tienen nuestros científicos por aprovechar esta oportunidad para compartir su pasión científica con todos nosotros. La Noche Iberoamericana, incluso, nos ha demostrado que la vocación científica es compatible con otras como la musical: una de las actividades más celebradas del año pasado fue el concierto ofrecido por los científicos del Instituto Pasteur de Uruguay, que eligieron diversos éxitos pop para hablar de su investigación.

La Noche Iberoamericana no sería posible sin la colaboración de un gran número de instituciones, empezando por las universidades y los centros de investigación en los que trabajan estos científicos. El proyecto se ha consolidado ya como un gran escaparate de la ciencia iberoamericana y, sobre todo, de quienes la hacen posible cada día. Al proporcionarles por una noche el protagonismo que merecen, ellos también se pueden convertir en los referentes que necesitan las nuevas generaciones de nuestra región.

Ana Capilla es Directora de Educación Superior y Ciencia de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).

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