¿Invictus o victus?

Por Alejandropumarino

D. Tomás Gómez, Victus o Invictus, tenía mejor semblante el pasado dos de mayo, en la fiesta de la rosa, que actualmente. Advertíamos desde este espacio, que el enfrentamiento con el aparato del partido cuando forzó las primarias vendidas por el leonés errante como un ejercicio de democracia interna, tenía un precio elevado, y que un eventual fracaso en Madrid, le llevaría inexorablemente a la guillotina política, que es donde se encuentra ahora. D. Tomás, el candidato del pueblo, de la gente común, que vive en Toledo en un chalet nada común, tiene un pie en el cadalso y le vienen empujando desde atrás distintas corrientes disidentes dentro del propio partido socialista madrileño; desde aquí, le auguramos un sombrío porvenir político, me refiero en cuanto a la popularidad, no en lo referente al modo de vida. Recuerden al Sr. Simancas, otrora conocidísimo por su enfrentamiento con la Sra. Aguirre y hoy discreto senador que sigue viviendo de los impuestos populares. El Sr. Gómez fue bravo, pero no astuto, porque la victoria de Dª Esperanza la conocían sobradamente las tribus neozelandesas, y el político de Parla, que no es tonto, también debería haber sido consciente de que la única salida real, sería la derrota en las urnas. Yo, en su lugar, habría permitido quemarse a Trinidad Jiménez, que hubiese sido premiada con una embajada en algún país extraño por el mérito y conocimiento de ser diplomática consorte, y me encontraría ahora apartándola del lugar en el que un moribundo Zapatero la habría colocado. Sin embargo, ahora, está a punto de ser sustituido del puesto, junto con el leonés vallisoletano a quien se enfrentó en un acto de valentía, pero de irresponsabilidad política y personal.