Invierno en Paris. Imogen Robertson

Publicado el 12 febrero 2015 por Carmina
Hay libros que entran por los ojos, cuya portada te llama imperiosamente la atención y te atrae de tal forma que a la que te das cuenta lo tienes en la estantería. No suelo dejarme llevar solo por una portada bonita, me han de convencer más cosas, y en este libro todo parecía estar hecho a la medida de mis gustos, protagonistas femeninas fuertes, un periodo histórico no muy trillado, un misterio que resolver... La conjunción de todos estos factores no podían dar con una lectura poco gratificante, sin embargo con estos mimbres no se ha urdido una novela redonda, o no todo lo redonda que a mi me hubiera gustado.
Creo que la autora no le ha sabido sacar partido a la trama que tenía entre manos y que para mí tenía más potencial del que se le ha dado, tampoco ha sabido enfocar bien a la protagonista que termina por aburrir al lector con su obsesión. La inundación hubiera podido dar para mucho más y ya puestos hay situaciones que no son verosímiles, que no se sostienen ni en aquella época, ni en esta.
A pesar de todos estos peros que argumentaré más adelante, la novela me ha gustado, me ha entretenido, me ha sumergido en su trama y en ese París de los bajos fondos que no solemos ver habitualmente en la literatura y como no en el del glamour y las clases pudientes. Creo que con todo lo mejor de esta novela es la ambientación, la autora consigue que pasees por sus calles y te pierdas en sus callejones y tabernas...
La autor@:
Imogen Robertson es una  escritora y periodista británica. Estudió filología rusa y alemana en
Cambridge. Trabajó en radio, cine y televisión antes de dedicarse por entero a la literatura. Además de la narrativa, cultiva la poesía y la critica literaria. Desde sus inicios como escritora ha cosechado los mejores elogios de la crítica y de los lectores.
En 2007 ganó el premio convocado por  el diario The Telegrah "Las primeras mil palabras de una novela" con el comienzo de su primera obra, Instruments of Darkness. Ha sido seleccionada en dos ocasiones como candidata a los premios que conceden las asociaciones británicas de escritores de novela negra: el CWA Ellis Peters Historical Awards, en 2011, y el CWA Dagger in The Library Award, en 2012.
Para los que tengáis soltura con el ingles, podéis seguir a la autora en:
www.imogenrobertson,com
@RobertsonImogen
Argumento:
Paris, invierno de 1910, la bohemia artística resplandece en cada rincón de la ciudad. Maud Heighton sueña con ser pintora para lo que ingresa en la selecta Academia Lafond. Pero la vida en París es muy cara y, mientras los que la rodean disfrutan de los placeres de la Belle Époque, Maud ve como se agota su patrimonio. Se siente sola.
La avezada modelo Yvette, maestra en las artes de la vida, y la rica y frivola heredera rusa Tanya Koltsova le consiguen un trabajo bien remunerado: acompañar e iniciar en la pintura a la bella Sylvie Morel, una inglesa acomodada que vive con su hermano Christian en un  mundo selecto y deslumbrante. Todo parece sonreirle a Maud hasta que los Morel son acusados de impostores y ladrones, y ella misma del robo de unas joyas. Solo podrá escapar de esta pesadilla recurriendo a las mismas artimañas de las que ha sido objeto.
Invierno en París es una novela histórica, de aventuras, de intriga, negra..., rocambolesca. Una novela de mentiras y traiciones, enigmática y elegantemente evocadora, que recrea de manera sin igual aquel París de final de época, con sus luces y sus sombras, en el que el arte y la bohemia convivían entre la decadente aristocracia de media Europa y ambiciosos sin escrúpulos, maestros de la apariencia, que no dudaban en recurrir a las mayores vilezas para mantener su estatus.
Mis impresiones:
A veces las novelas no llegan a tus manos en el mejor momento, y eso me paso a mí con Invierno en París, me llegó en un momento de mucho trabajo, y un gran atasco lector y reseñador que aún perdura, después de tenerla un tiempo en la estantería y tras la gratificante experiencia vivida en una lectura simultanea que nació así sin esperarlo, de un comentario inocente en twitter, pensé que la oportunidad para sacarla de su cárcel de polvo era convocar yo una simultanea.

Si yo, que era casi una recién llegada a la red social, pero quien algo quiere algo le cuesta, y aunque no soy de ponerme muy en primera línea de fuego, pero lo hice, a primera vista a mucha gente le apetecía leerla pero pocos tenían el ejemplar. Así que puse a pensar a mis neuronas que si tienen un día bueno acaban con ideas excelentes y sin mediar palabras con nadie empecé a mover hilos. A los poco minutos ya tenía un sorteo con cinco ejemplares, gracias a Alianza editorial, a la que le quiero volver a agradecer que se involucrase en nuestras actividades.

La experiencia de esta lectura en las redes la podéis seguir en el hastag #InviernoParis, y en las reseñas de los participantes, en unos días pondré un post recopilatorio. Ahora me toca mojarme a mí, creo que soy la última persona en publicar.

Ambientación:

Lo mejor de esta novela es sin duda la ambientación, ese Paris de principios de siglo, metido ya de lleno en la Belle Epoque, en el que convive el glamour y la pobreza, en el que las clases pudientes brillan con todo su esplendor, luciendo palmito, fiestas, joyas... y las clases bajas malviven en barrios malolientes, se prostituyen en burdeles, o roban para poder emborracharse una noche más.
Y en medio de esas dos clases, otra que no llega a la pobreza extrema, que malvive a base de comer poco y enfermar mucho. Y justo ahí encontramos a Maud, nuestra protagonista, una inglesa que pretende ser pintora y que con su herencia y una exigua renta se desplaza a París para cumplir su sueño. Pero este le resultara caro. París es una ciudad en pleno cambio, una ciudad de artistas y bohemios, en los que la mujer artista no tiene cabida. Se las tolera, se les permite estudiar, pero a cambio de precios más altos de los que pagan los varones, unas condiciones peores y en ocasiones aguantando las groserías de estos.
No es de estrañar pues que alguien viera el negocio, montar una academia para señoritas, con precios muy altos, y pocos recursos, por la que el maestro se pasa con suerte una vez a la semana. Con ese panorama y con lo caros que son los útiles de pintura, el dinero de Maud mengua a pasos agigantados, a penas come una vez al día,  ya ha cambiado de pensión y no tardará en hacerlo de nuevo.
A pesar de su orgullo, cuando Tanya le ofrece visitar a la señorita Harris por si le puede conseguir un empleo, Maud acepta, y no puede creer en su suerte cuando pasa a ser la señorita de compañía de la hermana de un hombre bien posicionado. El sueldo que va a cobrar es extremadamente alto, pero no la alarma, necesita tanto el dinero...
Es en ese momento cuando pasamos del Paris grisáceo en el que se mueve Maud, de ese en el que la gente pasa necesidades y va malviviendo a ese otro París casi a orillas del Sena donde la clase pudiente pasea sus orondos cuerpos y su riqueza. Casas con confort, en las que se come como mínimo tres veces al día. Maud no puede creer en su buena suerte, por las mañanas acude a la academia y por la tarde enseña inglés y pintura a la señorita Morel. Podríamos decir que los Morel y Tanya son los anfitriones en este mundo de lujos
Su vida así transcurre entre algodones, tanto se acostumbra al buen vivir que se atrofia su sexto sentido, porque el lector intuye que algo no va bien, pero ella tiene justificación para todas las señales de alarma que percibe. Su cuento de hadas se rompe en mil pedazos cuando los Morel son acusados de ladrones y ella misma del robo de un objeto de gran valor.
Eso nos da pie para conocer un París oscuro, sórdido, el de los desheredados, de la mano de Yvette, una modelo de arte, acostumbrada desde niña a moverse por los bajos fondos, por las tabernas y las casas de mal vivir. Y Maud se arrastrara con ella por esos lugares poco recomendables para hacer posible una venganza que terminará destruyendo parte de su personalidad y una identidad.
Y para finalizar la autora se vale de un momento histórico, como la inundación sufrida por París en enero de 1910, para mantener el suspense, para seguir retratando soberbiamente ese París de principios de siglo, que vuelvo a reivindicar como lo mejor de toda la novela, como el mejor reclamo para un futuro lector. Porque las aguas no respetó a ricos ni a pobres, se llevó por delante todo lo que quiso, y afectó por igual a unos y otros, los que nada tenían que perder se lo tomaron con más resignación, los que no intentaron salvar del agua lo máximo posible. La tensión se puede cortar con un cuchillo, la desesperación y el miedo es palpable.
París se resquebraja, como una metáfora de los cambios que está sufriendo la protagonista, pero también por ese exceso de bonhomía y glamour en el que se estaba sumergiendo.El agua tiene un efecto purificador en un Paris devastado todos debían arrimar el hombro y así lo hace Tanya como voluntaria ayudando a los damnificados.
Luces y sombras:
Al hilo de lo que he comentado de la ciudad del amor, el libro se divide en dos grandes partes en las que la primera representaría la luz. Podemos decir que es más descriptiva, nos sirve para conocer a los personajes, su entorno, y su realidad social, su día a día. A pesar de todas las necesidades que pasa Maud en un principio, esta se puede denominar una fase de mucha iluminación.
La gran protagonista es Maud y algo menos Tanya, la aristócrata rusa que pretende evitar que la casen a toda costa con un hombre al que no quiere. Al lector o por lo menos una gran mayoría de ellos puede empatizar con Maud, comprenderla, todo lo contrario que la rusa que hay momentos en que me la hubiera comido con papas. Es cuando conocemos a los Morel y comenzamos a intuir que no son trigo limpio, y que Maud se ha metido en la boca del lobo y no se da cuenta.
Nos encontramos situados en ese París que vive de fiesta en fiesta, entre trajes vaporosos y copas de champagne, que no teme por el mañana porque será igual de radiante que hoy.
En la segunda parte las sombras lo invaden todo, para sorpresa del lector, y aunque el narrador es una tercera persona omnipresente, el peso de la historia pasa a otra mujer Yvette, Maud esta sumida en su propia desdicha y obsesión, solo piensa en devolver todo el daño que le han causado, y de no haber tenido a su lado una persona tan fuerte al lado no hubiera salido adelante.
Paseamos por los callejones oscuros, donde acampan ladrones, bohemios, y mujeres de vida disoluta, nos tropezamos con gente de todas las condiciones, a cada cual más zafio, vamos conociendo un poco más a esa mujer que posa para pintores y que sueña con salir algún día de esa realidad, aunque cada vez lo ve más lejano. De tocar el cielo, pasamos al infierno, de la opulencia a la desaparición, de aquellos que tienen demasiado para vivir, a aquellos que no tienen ni lo imprescindible...
Y como colofón, como si el cielo se conjurara con esa obsesión y tristeza de Maud, la inundación, que le permite moverse con más libertad y llevar a cabo su venganza de forma más fácil y creíble, aunque hay escenas que una no puede comprender y piensa que maldita la falta que hacían.
La autora hace gala de una prosa sencilla, ágil, en la que se equilibran a la perfección los diálogos y la narración, aunque se puede echar en falta que no haya respetado la forma de hablar del periodo, apuesta por un hecho histórico y por personajes que existieron realmente para urdir la trama como pueden ser Picasso, Matisse, o Suzanne Valadon. También se inspira en personajes que existieron y tuvieron relevancia en esa época pero les cambia el nombre y los ficciona.
De todo ello si el lector no se ha dado cuenta durante la narración nos pone en antecedentes la autora al final del libro en Testimonios históricos.
Colección Invierno en París. Tesoros anónimos de la colección de Civray

En un principio lo que más me llamó la atención de la novela, son esos cuadros que la autora explica y que cuando lees el capitulo te das cuenta de que te pone en antecedentes, cuadros de autor anónimo, pero que terminas sospechando que ha pintado alguien que terminarás conociendo muy bien... y ahí lo dejo.
No somos pocas las lectoras que movidas por la curiosidad hemos buscado cada titulo de cuadro en google, a veces incluso con desaparición para visualizarlo,  hasta comprender que eran fruto de la imaginación de la autora y que le servían para introducir capítulos o secuencias, pero por si no todos los lectores sentían curiosidad por las obras pictóricas la autora en el epilogo nos lo explica.
Sinceramente a mi me ha parecido un buen recurso, me motivaba a leer, a buscar el pasaje que se veía reflejado en el cuadro, aunque tardé algunos en comprender el ardid de la autora, a partir de ese momento dejé de buscarlos y disfruté de la lectura, y sobre todo puse en marcha un arma poderosa, la imaginación.
Los personajes:
Me atrevo a decir sin temor a equivocarme que es una novela de mujeres, aunque no para mujeres. Y lo hago desde la perspectiva de que solo hay un personaje masculino desarrollado y bien dibujado, y es un mal necesario y secundario.
Para mi hay tres claras protagonistas que van tomando el relevo a lo largo de la narración en tercera persona.
Maud: una señorita inglesa, con moral victoriana, y fantasmas en el armario que nos ayudaran a comprender el porque de su evolución y su obsesión. Una mujer que ama la pintura, que pretender aprender en París para volver a su tierra. No diría yo que ingenua pero si el hambre azuza los sentidos, el estomago lleno los atrofia, y quien mucho ha pasado no quiere ver que vive en un castillo de naipes.
Tanya: Una rica heredera rusa, viaja a aprender pintura para posponer el momento en que su padre pretenda casarla con alguien que no sea de su agrado. De la señorita estirada del principio, egoísta y que a veces causa rechazo, evoluciona positivamente, tanto que se ganará las voluntades del lector y al final casi se convirtió en mi favorita... Es digno de ver la metamorfosis de esa mujer.
Yvette: El personaje va dando bandazos, en la primera parte a penas tiene importancia, va ganándola conforme avanza la trama, una gran conocedora del alma humana, tiende a ofrecer esa ayuda que ella posiblemente recibió o le gustaría haber recibido. Gana fuerza en la segunda parte del libro, donde para mi se convierte en protagonista, hasta el punto de eclipsar a una Maud obsesionada, gris y mediocre.
Los Morel
Sylvie y Christian Morel, son una caja de pandora, esconden tanto dentro de ellos que es imprescindible que lo descubra cada lector, que se deje influir por su magia y termine por aprehender todo lo que esconden. Sylvie sobre todo me descolocó en tantas ocasiones que me dio mucho que pensar. En ningún momento me cayeron bien, siempre estuve a la defensiva con ellos, pero superaron con mucho  mis expectativas.
Si me obligan a quedarme con uno, lo he dicho por activa y por pasiva yo me quedó con Yvette, aunque a pocos pasos se encuentra Tanya, con la que no me puedo quedar es con Maud porque terminó hastiándome con su obsesión, temía el momento en que saliera a escena para ponerse burra con el tema.
Conclusión:
No pretendo alargar más esta opinión porque creo que he tocado los principales puntos, sin spoilear no puedo explicar esas escenas inverosímiles para ello está el correo. La novela ya he dicho que no me ha parecido redonda porque podría haber dado más de sí, tenía un tema buenisimo, unos mimbres estupendos y hay momentos en que se queda en la superficie.
El personaje de Maud terminó por aburrirme, menos mal que salieron al rescate Yvette y Tanya, porque ella termino de resultarme atractiva en la segunda parte. Los Morel son únicos, dos mentes perversas que en conjunción te dejan fría.
Aún con todo es una novela que te atrapa, que te  mantiene pegado a sus lineas, en la que puedes encontrar, pasajes y personajes históricos, disfrutar de un paseo por todo París, un romance que se eclipsa con todo los demás hechos... Seguro que algo te atrapa y si eres amante de la pintura la descripción de los cuadros te van a parecer lo más.
Espero haberte dejado con los dientes largos y que te acerques a la novela!!!
Retos;

Lectura simultanea conjunta 

Reto Viaje con los libros: Francia; París