Hay un viejo dicho que, más o menos, dice así: Tanto los invitados como el pescado, empiezan a oler a los tres días, haciendo alusión a que las visitas, si son demasiado largas, resultan molestas. Quizá habría que cambiar el adagio y decir cuarenta y ocho horas en lugar de tres días, porque parece ser que, por increíble que parezca, si tenemos invitados en casa por un periodo superior a los dos días, estos adquieren unos derechos un tanto peculiares: no podremos echarlos de casa, no podremos impedir su libre entrada y salida, no podremos impedir que utilicen nuestros suministros, etcétera, etcétera. A poco que nos descuidemos podemos estar conviviendo con varios okupas en nuestra propia casa y la situación puede alargarse jurídicamente, como mínimo seis meses, y lo más probable es que pase del año.
¿Vale la pena tener invitados con este riesgo?
Invitados, esos posibles indeseables
Aunque las normas de cortesía son esas, tendremos que cuidarnos muy bien de a quién metemos en casa, aunque sea por unos pocos días; el favor puede salirnos muy caro.
Parece ser que existe un caso actualmente en Cataluña en el que un matrimonio acogió por unos días a una amiga de una amiga y ahora esta se niega a marcharse e incluso se ha traído al novio. Los abogados en una situación como esta no recomiendan cambiar la cerradura y sacar sus pertenencias porque eso podría considerarse un delito de coacción. Una vez más nuestras leyes defienden al sinvergüenza, al caradura, al miserable… Conclusión: no tenga invitados. Especial cuidado con los que lleven maleta.
Y en cuanto a tomarse la justicia por su mano, mucho cuidado; si decide hacerlo (cosa que yo entendería perfectamente), habrá que ser cauto; que los invitados no puedan demostrar que han estado conviviendo más de cuarenta y ocho horas en su casa.
¿De dónde salen todas estas leyes que permiten la okupación de un extraño (como ya comenté, hay hasta manuales de okupación con consejos claros) cuando abandonamos nuestra casa unos días por estar de vacaciones, o le dan más derechos al ladrón que entra a robarnos que a nosotros mismos o, como en este caso, llega a la aberración de que unos indeseables tengan derecho legal a estar en nuestra casa? ¿Nos estamos volviendo locos? Parecen medidas de comunismo radical en una sociedad donde debería defenderse la propiedad privada.
Ramón Cerdá