Irán, el clérigo reformista

Publicado el 17 junio 2013 por Cronicasbarbaras

Occidente deposita grandes esperanzas en el clérigo chiíta Hasan Rohani recién elegido séptimo presidente de la República Islámica de Irán, a quien los medios diplomáticos definen como “reformista moderado”.

Pero siempre hay diferencias entre regímenes gobernados por clérigos y los regidos por laicos, demócratas o dictadores.

Un clérigo chiíta nunca podrá ser tan abierto como el cardenal Tarancón en la España tardofranquista. Roani será como si el sumamente reaccionario obispo Guerra Campos, fuera jefe del gobierno.

Sus rivales derrotados eran peores aún. Representarían al cardenal Gomá i Tomas, el tarraconense que bendecía cañones, declaraba las ejecuciones obras de caridad, y que proclamó la guerra civil Cruzada: fanático y turbulento.

Pero el peor clérigo, el que creó el sistema teocrático iraní en 1979, el ayatolá Jomeini, era más ominoso aún: sería el inquisidor general español del siglo XV, el sanguinario Tomás de Torquemada.

Posiblemente se podrá negociar la cancelación del peligroso programa nuclear iraní con Hasan Rohani mejor que con su antecesor, Mahmud Ahmadineyad.

Pero la sharia en versión chiíta seguirá siendo la ley del país y continuará ejecutando a ateos, adúlteras, homosexuales, a quienes se conviertan a otra religión o se les considere apóstatas.

No. Ningún régimen gobernado por clérigos, además seguidores de una creencia casi inamovible desde el siglo VI, puede ser moderado, reformista.

Los regímenes religiosos son similares a las peores dictaduras ideológicas: la coreana del norte y, antes, la estalinista, la maoísta y la camboyana de los jemeres rojos.

Un régimen de clérigos ejerciendo en nombre de cualquier dios siempre es espantoso, y bajo él no hay más gradación que la de la intensidad de su fanatismo.

Fanatismo religioso, o fanatismo laico: Mussolini era menos malo que Hitler por ser menos fanático de su dios común, el Imperio.

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SALAS Otro clásico.