IRON MAN 3
data: http://www.imdb.com/title/tt1300854
Débil final (¿final?) de la trilogía de “Iron Man”. La más desorganizada de las tres películas, la que presenta mayores signos de fatiga, pese a la entusiasta crítica local al filme con Robert Downey Jr. “Iron Man 3” tiene todos los elementos dispersos en la trama. Pero no terminan de estar bien amalgamados en el guión de Drew Pearce y el director Shane Black. Por momentos, el humor le gana a la acción; en otros, la liviandad a la seriedad. En este episodio, está la idea de ver al héroe sin el traje, de mostrar al verdadero Tony Stark sin su alter ego poderoso. Pero ese tema (básico) anda a los tumbos en un relato en el que no faltan signos de inverosimilitud imperdonables.
En el largo monólogo en off que reúne las partes del filme, Stark empieza recordando el huevo de la serpiente, la noche que por su egolatría dio origen a los malvados que amenazan su presente. Ése parece un tema. Stark aprende una lección. Concatenadamente se abre otro tema: Stark padece de insomnio, ataques de pánico por lo vivido en las aventuras en Nueva York con “Los Vengadores”. ¿Cuál es la causa de los ataques de pánico? ¿Complejo de inferioridad ante la dimensión de sus rivales neoyorquinos, aliens y dioses? ¿El miedo a no poder proteger a Peeper? Cuanto más avanzamos y se descubren las máscaras de los rivales, asoma otro tema: el marketing del terror. Generar un monstruo mediático para tirar los hilos tras bambalinas, lucrando con los virus y los antivirus comercializados.
Cualquiera fuera el tema propuesto, valía por sí sólo como pivote dónde centrar la historia. Pero como el guión no se decide por ninguno, las oscilaciones de Tony Stark van de un lado a otro, sin terminar de definir la historia. En el medio, la propia trama de acción (lo menos importante: sabemos que Stark enfrentará a los malos y le ganará) se resiente. Una idea importante es ver a Stark sin su armadura. Depende de su ingenio. Y mostrar que él es más que ese disfraz. Que Tony Stark es el superhéroe más que el alter ego de lata. Y que esa vulnerabilidad que significa su dependencia de Pepper Potts es su punto más fuerte. Eso no se ve en la trama de acción. La solución no pasa por el ingenio de Stark sino por la multiplicación de los alter ego. Un pecado en el que cayó “Matrix”. Si en el primer capítulo teníamos un malvado, pongamos mil quinientos ochenta en una escena y será más excitante. Mala noticia: la multiplicación suele ser más aburrida.
En esos idas y vueltas, no convence la relación de Stark con el niño. No porque fuera antinatural. Al contrario, Stark ayuda al niño a crecer, porque es el niño que él mismo es y que nunca tuvo oportunidad de crecer. Ese crecimiento se observa en el hecho de reconocer sus errores frutos del egocentrismo del pasado y de preocuparse más por la existencia de la mujer que ama que la de su vida misma. Sin embargo, cuando esperamos la “lección” del niño a Stark, la relación se corta. Y todo queda en un guiño humorístico inferior a lo que el conflicto dramático entre ambos personajes prometía. El niño está solo. No tiene padres. La madre ausente, el padre huido. No se arregla con una computadora nueva. SE arreglaba con otro tipo de intervención moral de parte de Stark.
Los remiendos del guión se notan más en algunas inverosimilitudes del relato, dentro del género, como que Stark solo desarme a un batallón de custodios, con un equipamiento estilo Mc Gyver. No es creíble.
(Ojo: ¡alerta de spoilers! Los que no vieron la película, salten al párrafo siguiente) Hay una voltereta del final que tiene sustancia: Pepper Potts poniéndose en la piel de Stark y entendiendo lo que es tener un alter ego como Iron Man. Vivir la adrenalina del superhéroe y saber lo que es jugar en el borde de la cornisa. El final, en un relato en off, resuelve todo en un santiamén. No entendemos porqué. Ahí había otra continuación. Reportajes al director indican que parece que el final era otro, en el que Potts duda de mantener o no sus nuevas habilidades y convence a Stark de perder, ambos, sus cualidades de superhéroe para llevar una vida normal. Por eso, después de la última escena sorpresa tras los interminables títulos finales (un gag menor con Bruce Banner) se promete que volverá Tony Stark. Ojo: Tony, no Iron Man. Posiblemente los veamos como consultor en una nueva saga de “Los Vengadores”.
Lo muy bueno de “Iron Man 3” son, como en toda la saga, los actores. De Robert Downey Jr. es repetir elogios; de Gwyneth Paltrow, cada día más linda. Los villanos, muy bien Guy Pearce; seductora, Rebecca Hall (poco aprovechado su rol); soberbio el “malvado” que interpreta Ben Kingsley. Su “Mandarín” es delicioso, más aún cuando vemos el personaje detrás de la máscara. Es un giro muy interesante para un villano, muy acorde con el tema del marketing del terror. No se entienden bien la necesidad de los personajes de Jon Favreau (Happy Hogan) y Don Cheadle (Coronel Rhodes), totalmente prescindibles.
En suma: extrañamos la frescura del primer episodio de la trilogía. Capaz que es un buen momento para darle un descanso al personaje, pese a que nos vamos a perder los soberbios momentos de Robert Downey Jr. Dios (y el Estudio) dirán cómo sigue la historia.
Mañana, las mejores frases.