Título: Amanecer Rojo (V)
Autor: Francesc Mari
Portada: Michael Stribling
Publicado en: Febrero 2017
El cohete modificado por Whiplash y Dinamo Carmesí, a pesar de los esfuerzos de Tony Stark, a emprendido el vuelo. Sin embargo, Iron Man le persigue, hasta encontrarse con ¡El Fantasma Rojo!
Creado por Stan Lee, Larry Lieber, Don Heck y Jack Kirby
—¿Podemos detener el cohete? —Fue cuanto se le ocurrió preguntar Tony a su asistente instantes después de emprender la persecución de su cohete robado.
—Lamento comunicarle, señor, que es imposible realizar un diagnóstico de las modificaciones aplicadas en esa plataforma clandestina de lanzamiento.
Tras la respuesta de su asistente, Tony iba a replicar, sin embargo, J.A.R.V.I.S. continuó su justificación, a sabiendas de las más que posibles protestas de su jefe:
—Además, carecemos de las herramientas apropiadas para llevar a cabo las modificaciones adecuadas para detenerlo.
Al escucharlo, Tony emitió un bufido de desagrado.
—Está bien, como mínimo podemos saber hacia dónde va, ¿no?
J.A.R.V.I.S. realizó los análisis apropiados para informar a su jefe de la manera adecuada, y cuando terminó dio una respuesta tan vaga a Tony que este no pudo estallar en protestas.
—¡¿En serio?! ¿Eso es lo único que sabemos?
—Lo lamento, pero es así y…
—¿Un lugar entre la Tierra y la Luna en la que, teóricamente, no hay nada? Pues menudo asistente tengo —dijo con sarcasmo Tony—, si sigues así J.A.R.V.I.S. te voy a substituir por uno más apropiado… Tal vez una mujer, que aunque me dé malas noticias siempre será más agradable que un estirado mayordomo británico.
—Señor, si no soy de su agrado, debo recordarle que fue usted el que me programó y, por lo tanto, el culpable de mis casi improbables defectos no es otro que usted —dijo J.A.R.V.I.S. con un tono que rozaba la sorna y el descaro.
—Está bien, está bien —admitió Tony—. Centrémonos en seguir este cohete y aprovechar cualquier oportunidad para evitar los planes de esos dos… Aunque sea derribándolo.
El cohete, aunque parecía haber despegado de forma perezosa, en seguida que abandonó la atmósfera y se deshizo del peso sobrante, prosiguió avanzando a una increíble velocidad, tanta que incluso el propio Tony se sorprendió. Sabía que el diseño de aquel cohete era bueno, pero no esperaba que rindiera así de bien. Por suerte, aunque el cohete era rápido, la armadura de Iron Man también lo era.
La velocidad de crucero que llevaban los dos cuerpos volantes, por lo que el viaje más allá de Tierra fue relativamente corto, sobretodo cuando el cohete empezó a aminorar la marcha cuando empezó a circunvalar la Luna.
—¿Hacia dónde va? ¿No has dicho que se dirige a un lugar entre la Tierra y la Luna? —preguntó Tony.
—Señor, el destino lo he calculado de forma hipotética a partir de la trayectoria, por lo que veo se dirige a la cara oculta de la Luna.
«Madre mía, esto es más tópico que cualquier película sobre meteoritos que se estrellan en la Tierra», pensó Tony con una sonrisa para sus adentros.
Pero su actitud cambió cuando, sumergiéndose en la oscuridad que había tras el satélite de la Tierra, se empezaron a distinguir las formas de una enorme estación espacial. Aunque se hubiera equivocado de localización, J.A.R.V.I.S. había acertado al decir que el cohete se dirigía a un lugar en el que, teóricamente, no había nada.
—¿Podemos ver si hay alguien o aquellos la han enviado aquí por error? Que tampoco me sorprendería.
Tras unos segundos en los J.A.R.V.I.S. no dijo nada, al final respondió:
—Esto resulta extraño.
—¿El qué?
—Aunque detecto numerosas señales de vida, a excepción de una decena, la mayoría parecen estar en estasis.
—¿Criogénicamente congelados? —preguntó Tony temiéndose que Shapanka hubiera podido volver de algún modo.
—Más o menos, pero los signos, si bien son similares a los humanos, no lo son, parecen provenir de otro tipo de mamíferos —acabó de aclarar J.A.R.V.I.S.
Tony no insistió, sabía que a veces la inteligencia artificial era un tanto melodramática.
—Son casi idénticos a los primates, como gorilas y chimpancés.
Al oír aquellas palabras Tony se estremeció.
—¡Oh, no! Ya sé quién está detrás de todo esto —afirmó—. El Fantasma Rojo ya está de nuevo haciendo de las suyas.
Sin dudar un segundo más, Tony aceleró acercándose tanto como pudo al cohete.
—¿Qué pretende, señor? —preguntó J.A.R.V.I.S. con un poco de desconfianza, sabiendo que su jefe
tenían algún alocado plan para acabar con el peligro.
Tony no respondió, sabía que no le hacía falta dar explicaciones a J.A.R.V.I.S.
Sin más, disparó media docena de proyectiles con cargas explosivas con temporizador que se adhirieron a la cubierta del cohete que, desacelerando pero sin detenerse, se acercaba cada vez más a la estación espacial.
Habiendo hecho esto, Tony aceleró de nuevo dejando atrás su cohete y, aprovechando el impulso, atravesó una de las paredes de la estación espacial, justo entre la tercera C y la P de las siglas de la Unión Soviética que había escritas en la superficie de la estación.
Tras irrumpir, el espacio se descomprimió, haciendo que el polvo y todo aquello que no estuviera sujeto saliera volando hacia el vacío, a la vez que, una estridente alarma que chillaba palabras en ruso. Como si dispusiera de todo el tiempo del mundo, Iron Man avanzó andando tranquilamente por los deshabitados pasillos de la estación espacial.
—J.A.R.V.I.S., guíame hacia el Fantasma Rojo —ordenó Tony.
Sin responder, el asistente le fue señalando la ruta que debía seguir por los pasillos.
—Cuando regrese a la Tierra pienso tomarme un buen trago de vodka. Tanto soviético me ha hecho venir ganas de beber… Será cosa de la nostalgia de la Guerra Fría —bromeó Tony.
Tras unos breves minutos por aquellos pasillos, la voz de J.A.R.V.I.S. sonó en el interior del casco:
—Señor, el único signo vital activo que coincide con el de un humano está detrás de esta puerta —dijo indicándole una puerta de doble hoja que había a su izquierda—. Supongo que se trata del Fantasma Rojo.
—Si hay primates medio humanos, solo puede haber el Fantasma Rojo y, conociéndolo, me sorprende que incluso llegara a contar con la colaboración de Vanko y Nevsky.
—Excelente suposición, señor.
—Lo sé —respondió satisfecho Tony—. Ahora, echemos abajo este lugar.
Tras estas palabras, Iron Man lanzó una potente patada a la puerta metálica que salió despedida, primero hacia delante y, después, hacia atrás, arrastrada por la succión que estaba haciendo el vacío.
Tras ella, unos cuantos primates salieron despedidos perdiéndose en el espacio, mientras que el único ser que podía llamarse hombre de aquella estación espacial estallaba en un ataque de ira. Era calvo y el poco cabello blanco que tenía, pobre y lacio le caía a ambos lados de la cabeza, casi confundiéndose con una incipiente barba y un pálido rostro ojeroso. Aún con todo, el Fantasma Rojo era suficientemente listo y precavido para pasearse por la estación espacial con botas magnéticas y el casco del traje espacial rojo cerrado.
—¡Maldito Stark! ¿Cómo has logrado llegar hasta aquí?
Tony iba a darle una respuesta cargada de ironía, sin embargo, Ivan Kragoff siguió hablando:
—No, no quiero que me regales una de tus impertinencias. Ya he tenido bastante cargando con aquellos dos necios de Vanko y Nevsky, que no tengo ganas de escuchar tu arrogante voz de empresario capitalista.
«Oh, Fantasma, tu tan rojo como siempre», se dijo para sus adentros Tony, esperaba que, como villano de la vieja escuela, Kragoff le explicara todos sus planes sin que él se lo pidiera. Y no se equivocaba.
—Supongo que has venido a acabar con mi «maléfico» plan, ¿cierto? Pues que sepas que no te lo voy a permitir…
«Y ahora viene el plan diabólico con pelos y señales», se dijo Tony.
—… Que sepas que pienso lanzar tu flamante cohete al Sol.
—Discúlpame, Kragoff, pero eso era lo que yo pretendía —lo interrumpió Tony.
—¡Te he dicho que no hablaras! —ladró el Fantasma—. Eres un ignorante, Stark, pretendo enviarlo al Sol pero con fines completamente distintos a ti. Una vez esté modificado el satélite que hay en el interior del cohete, será capaz de provocar unas ondas solares suficientemente poderosas para erradicar la vida en la Tierra. Entonces mis primates y yo crearemos un nuevo paraíso de las cenizas, en la que los gorilas y chimpancés modificados serán la especie dominante…
Las palabras de Kragoff fueron interrumpidas por los aplausos con ecos metálicos que emitían las manos de Iron Man.
—Bravo, sí señor, bravo —le dijo Tony—. Un plan impresionante, tal vez una de tus mejores ideas y, sobre todo, original —dijo con sorna el vengador dorado—. ¿Cuántas veces has intentado erradicar a los humanos de la Tierra?
El Fantasma Rojo se lo miró con perspicacia, no lo sabía exactamente, «muchas», pensó.
—Si estás pensando muchas, el dato es correcto. ¿Y cuántas lo has conseguido? —preguntó Tony sonriendo—. Yo te lo diré, ninguna. Y esta vez no será distinto.
—¿Crees que con una armadura para viajes espaciales tendrás suficiente? —preguntó Kragoff.
Tony se encogió de hombros y respondió:
—Puede que eso sea justito, pero con el armamento que llevo en esta puedo hacer estallar la Luna.
Así que imagínate que le puedo hacer a esta estación con un gigantesco y carísimo cohete con cargas explosivos adheridas a su cubierta.
—¿Destruirás tu cohete? —preguntó Kragoff sorprendido.
Tony asintió lentamente, como queriendo que su rival lo comprendiera sin dificultad, a la vez que dudaba de su inteligencia
—¿Tu cohete, lo destruirás? —insistió Kragoff.
—Como bien sabrás, soy lo suficientemente rico como para construir otro —respondió Tony.
—¡Perro capitalista! —le espetó el Fantasma lanzándose sobre él, seguido por los pocos primates que le quedaban al villano soviético.
—Se acabó la charla —contestó Tony preparándose para sus rivales.
A pesar que en un principio lo rodearon seis primates y el Fantasma, sin problema, Iron Man empezó a girar a su alrededor derribando a cuantos había a su camino, a la vez que lanzaba proyectiles contra la estructura de la estación.
—¿Sabe que tiene que salir de aquí antes de que llegue el cohete? —le preguntó J.A.R.V.I.S.
—¡Cierto! ¿Cuánto tiempo queda?
—Treinta segundos —contestó J.A.R.V.I.S.
—¡¿Qué?! ¿Por qué no me has avisado antes?
Mientras J.A.R.V.I.S. se disculpaba, Iron Man acabó con los últimos primates y se encaró con el Fantasma Rojo que vio como, una vez más, Tony Stark acababa con sus planes.
—Se lo dije, le dije que jamás lograría vencerte —exclamó el villano—. Pero no me quiso creer, a Tony Stark se le tiene que aplastar de un solo golpe le dijo, no se pueden elaborar intrincados planes para la venganza.
—¿A quién te refieres? —le preguntó Tony.
—¡A nadie! —chilló Kragoff mintiéndole descaradamente, a la vez que se abalanzaba de nuevo sobre él.
En esa ocasión Tony no dudó, lanzó un poderoso puñetazo sobre el Fantasma, haciendo que cambiase de dirección atravesando varias paredes y saliendo despedido hacia el vacío.
—¡Mierda! Kragoff sabía quién había detrás de todo esto y voy y lo proyecto hacia el vacío —se lamentó Stark.
—Señor, no hay tiempo de lamentaciones, el cohete impactará en 10, 9, 8…
Tony no esperó a que J.A.R.V.I.S. terminara con la cuenta atrás, activó los propulsores de sus botas y salió de la estación justo en el instante que el cohete llegaba a ella y estallaba en miles de pedazos llevándose lo que quedaba de la destartalada instalación de Kragoff.Sin mirar atrás, Iron Man emprendió el camino de vuelta a la Tierra, acompañado solamente por la voz de su asistente:
—La estación ha sido destruida, junto con el cohete y el satélite en el que tanto esfuerzo había puesto.
—Lo sé, J.A.R.V.I.S., ¿algún rastro de Kragoff?
—No, señor, parece que su cuerpo se ha perdido en el espacio.
—Sé que detrás de Whiplash, Dinamo y el Fantasma se escondía alguien más, esas armaduras, la instalación de Rusia, la estación espacial… Eso es demasiada pasta para esos tres. Pero parece que ninguno de ellos quiera traicionar al hombre misterioso. ¿Cuánto les habrá pagado para que cierren la boca?
—¿O con qué les ha amenazado? —reflexionó J.A.R.V.I.S.
—Bien visto, querido amigo, bien visto.
—Gracias, señor, siempre intento ser de la mayor utilidad —respondió el asistente y tras unos instantes preguntó—: ¿El señor desea alguna melodía para amenizar el viaje?
—Sí, por favor, Back in Black de AC/DC.
Sin embargo, J.A.R.V.I.S. tardó unos segundos en ponerla y Tony le preguntó:
—¿Sucede algo J.A.R.V.I.S.?
—Si el señor me permite insistir en el tema, ¿eso quiere decir que Iron Man ha vuelto?
Tony no pudo dejar de sonreír, se sentía satisfecho de haber regresado como Iron Man, y sabía que no volvería a colgar el traje como lo había hecho seis meses atrás. Así que, mientras los primeros versos de la canción escogida para su regreso sonaban en el interior de su casco, respondió:
—Puede ser, J.A.R.V.I.S., puede ser.
En una sala de control, no muy diferente a la que Tony tenía en Florida, un hombre había observado todo lo que había sucedido entre Whiplash, Dinamo Carmesí, el Fantasma Rojo y Iron Man.
—Señor Stane, hemos perdido la señal del Fantasma Rojo —dijo uno de los técnicos cuyos rostros solo estaban iluminados por la luz de sus pantallas de ordenador.
Stane alzó la mirada, viendo como, de las tres pantallas en las que se mostraban las imágenes registradas por las cámaras de los trajes del trío de villanos, una permanecía sin señal alguna, mientras que, en las otras dos, se veía a un grupo de agentes de S.H.I.E.L.D. deteniendo a Vanko y Nevsky.
«Maldito seas, Tony, maldito seas», se lamentó para sus adentros Stane bajando la cabeza, encerrándose en sí mismo. Una vez más la suerte que siempre acompañaba al vengador dorado había logrado salvar a Stark y aplastar sus planes, como había sucedido con su padre.
Kragoff estaba en lo cierto, no era tan fácil vencer a Iron Man, no podía dejarlo todo a la suerte de un plan ejecutado por meros villanos de tres al cuarto, debía aplastarlo de un solo golpe y debía hacerlo él mismo.
Ezekiel Stane levantó de nuevo la cabeza y, con voz poderosa, se dirigió a sus técnicos:
—Muy bien, caballeros, esta parte del plan no ha salido como teníamos previsto —y con una sonrisa malvada en el rostro añadió—: Preparémonos para ejecutar la siguiente y última fase… Dejar a Iron Man sin control.
Continuará…
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