Esta vez los chicos finlandeses, asociados a alemanes y australianos –qué cóctel- han hecho una parodia política. La presidenta de EEUU en el 2018 quiere conseguir la relección con un golpe propagandístico de efecto: enviar a un negro a la Luna (Black to the Moon), con el eslogan “Yes, she can”. La referencia a Obama es evidente. La expedición publicitaria a la Luna aluniza en la cara oculta y se encuentra por sorpresa una base nazi. Matan al astronauta fotógrafo yal otro, al negro, se lo llevan a la base. Descubrimos entonces que llevan ahí desde 1945. Han reproducido el sistema dictatorial y militarizado, el 4º Reich, con un nuevo Führer que planea volver a la Tierra.
Pero hete aquí que un tal Klaus Adler, un nazi ambicioso que quiere ser el Führer, ha pensado conquistar la Tierra y, claro, va a Nueva York con su novia maciza y el astronauta negro al que han convertido en albino.
Contactan con la presidenta a través de su jefa de campaña, y la convencen para que incorpore la fuerza propagandística nazi, su estilo y discurso, para ganar las elecciones. Después de unas cuantas peripecias, la invasión nazi se produce por una flota de dirigibles, en una campaña que llaman Meteorbliztkrieg. ¿Cómo reacciona la presidenta de EEUU? Nada que ver con el Jack Nicholson de Mars Attack (1996) o el santurrón Bill Pullman de Independence Day (1996): la tía se alegra porque dice que ningún presidente en guerra ha perdido las elecciones. Se produce entonces la batalla estelar, muy bien construida, la verdad, en la que los satélites terrestres de cada nación son en realidad naves de combate que reaccionan frente al invasor. Tras la lógica victoria sobre armas que tienen más de 60 años, atacan la base lunar nazi con armas nucleares y se cargan a casi todo el mundo: mujeres, niños y animales de compañía. Sin embargo, los nazis han construido un arma a la que llaman Gotterdammerung... bueno, el final, es… rocambolesco: los países entran en guerra para quedarse con el Helio 3 que hay en la Luna.Iron Sky recoge algunas de las obsesiones conspiranoicas, como el lado oscuro de la Luna -aunque con un estilo diferente a Apollo 18 (2011)- o que los ovnis eran máquinas nazis. Salvo la crítica política, bastante sencilla, la película no tiene nada sobresaliente: las interpretaciones son correctas, el ritmo es el adecuado, como el metraje, entretiene sin entusiasmar, los decorados y las naves están bien construidas. En fin; con un Martini rosso se pasa un rato agradable.
Uno de los productores ha anunciado que habrá una precuela y una secuela, pero a no ser que consigan otro método de financiación, repetir el éxito de donaciones se antoja complicado. Porque la peli ha tenido productoras pero también está en el rollo del "participatory cinema".