La catástrofe, primero sísmica y después nuclear, que asola Japón y la guerra decretada por la OTAN contra Libia han eclipsado la actualidad más cercana. Me refiero, en este caso concreto, a la presencia o no de Sortu en las elecciones del próximo 22 de Mayo. Ayer el abogado Iñigo Iriun defendió ante el Tribunal Supremo la apuesta de esta nueva formación política por las vías exclusivamente políticas y democráticas. El letrado, un hombre profesional, competente y riguroso, pidió confianza para Sortu a la Justicia. Iñigo Iruin comprometió, de hecho, su palabra y aseguró a los magistrados del Tribunal Supremo que ya no cabe el silencio ante la violencia de ETA. Sus declaraciones suenan convincentes y ahora sólo cabe esperar que el Tribunal Supremo actúe con independencia y objetividad antes de la cita con las urnas. Preocupa y mucho que la Justicia dilate en el tiempo su decisión, impidiendo de facto la participación de Sortu en las elecciones municipales y forales. Ojalá no sea así y esta vez se de una oportunidad a quienes han pasado de legitimar la violencia a rechazarla, en coherencia con el compromiso de la sociedad vasca con la paz, la convivencia y la reconciliación. Sortu tiene que estar en las instituciones con sus propias siglas, en lugar de tener que hacerlo con un plan B o C.