La novela es un thriller muy entretenido. A veces, leyendo, recordaba a un tipo que en una red de ciencia-ficción defendía airadamente que tenía un trasfondo “fascista”. Ya me pareció raro entonces, antes de leerla, y ahora sé que es una absoluta idiotez. La trama es conocida, incluso muy parecida a la fantástica película Yo, robot, protagonizada por Will Smith, al que tanto le debemos los buenos aficionados al cine de ciencia-ficción. En la novela,
dos detectives –un humano y un robot- investigan un asesinato enfrentándose a las diferencias entre dos razas –los hombres y los espacianos-, y sus distintas cosmovisiones. El marco son las ciudades, auténticas bóvedas de acero –de ahí el título-.
Y aquí está la segunda idea: el problema económico y social que surge con la introducción de la maquinaria en la producción. Se podría hacer un paralelismo, quizá lo hizo Asimov, con el maquinismo y su reacción, el ludismo inglés de principios del XIX. Los trabajadores son sustituidos por máquinas cada vez más perfectas, que dejan en paro a los humanos, generando un rechazo violento contra el robot. La estulticia es la misma “xenofobia”, y queda bastante claro, ya que el problema no es el robot, sino la inadaptación. El progreso es imparable, aunque hay quien no lo ve así.
Entonces llega la tercera idea: el medievalismo. Es una corriente, según la describe Asimov, empeñada en rechazar el maquinismo, la relación con los espacianos, la presencia de los robots y la vida en las bóvedas de acero. Lo que quieren es volver al campo, a los valores y costumbres “medievales”. Se convierten entonces en la oposición organizada y secreta, violenta en ocasiones, y sospechosa del asesinato del espaciano. En este caso es evidente que Asimov tomó esta idea del ludismo y los movimientos socialistas de principios del XIX.
El final es extraño. Perdonan al asesino a cambio de que convenza a los medievalistas que deben volver a la tradición, pero en otros planetas, porque así se cumple el objetivo “altruista” de los espacianos: salvar la Tierra a través de la colonización. Y le acaban diciendo “Vete y no peques más”. Vaya. Y luego dicen de los finales de Dick…