Pues bien, nuestra segoviana en cuestión, era una castellana de armas tomar. Había que tener una fortaleza, una voluntad impresionantes, para embarcarse en los navíos de la época y pasar a Indias, en una arriesgada y peligrosísima navegación, en una contrarreloj contra el tiempo y el destino que no en balde era llamada Carrera de Indias. Ella llegó, y llegó con bien, junto con su esposo, el célebre Hernando de Soto. Las crónicas hablan de una mujer discreta, inteligente y bien relacionada. Durante los dos años que su marido fue gobernador de la isla siempre fue su mejor consejera... hasta que este marchó de Cuba para explorar la Florida. Ella se quedó como gobernadora de la isla, y también como capitán general de la misma... ojito. Ejerció esos cargos casi 5 años, siendo la única mujer que lo hizo en la isla a lo largo de todo el periodo virreinal. Esperando, esperando y esperando a que Hernando regresase, pasaron esos 5 años. Él, mientras tanto, exploraba buena parte del sur de los actuales Estados Unidos de América y fue el primer europeo en contemplar el Misisipi. Por allí oyó hablar de la fuente de la juventud y fue en su busca, pero lo que encontró, fue su muerte. Cuenta la leyenda que doña Isabel de Bobadilla, en eterna espera, asomándose cada día a la torre del Castillo de la Real Fuerza murió de pena al enterarse de la noticia. Lo cierto es que las obras del castillo no habían finalizado cuando de Soto murió, aunque ella, junto a su marido fueron los que comenzaron a construir la que sería una de las principales fortalezas de La Habana. Y probablemente, doña Isabel tampoco murió en La Habana, si un día tengo tiempo investigaré esto en Simancas. Como las leyendas siempre son bonitas, se colocó en lo alto del castillo de la Real Fuerza una estatua de nuestra segoviana, conocida allí como "la Giraldilla" y que se convirtió en uno de los símbolos de La Habana. Desde allí sigue mirando al mar, esperando el retorno de su amado.
Si algún día tenéis la fortuna de visitar la maravillosa capital de la isla de Cuba, mirad su Giraldilla, nuestra paisana o saludará desde allí, pero si no tenéis esa suerte, no os preocupéis, como buena segoviana nunca dejó su tierra, la podéis contemplar en cualquier supermercado, en cualquier bar donde se venda el elixir del caribe, el ron, concretamente, el Havana Club.