Isabelle Brunete: 'Los sumiller somos mensajeros del vino'

Por Mfb67


¿Cuál es la misión de un sumiller? No son pocas las voces que responsabilizan a los sumiller de alejar al público del vino con ese lenguaje difícil y modos acartonados. Parece que esto a los comunes mortales que van en pos de una copa de vino algo diferente, les inhibe y terminan por pedir lo de siempre para no fallar o pasar un apuro. Sin embargo son indefectiblemente uno de los enlaces clave del vino con su consumidor final.

Con estas ideas dándome vueltas en la cabeza me fui a conversar con Isabelle Brunet, co-directora de MONVÍNIC, un santuario urbano dedicado a divulgar la cultura del vino. Le expliqué que lo que me interesaba era conversar con ella y conocer su punto de vista acerca de porqué en uno de los países que produce más y mejor vino del mundo como es España no hay un correlato en la cultura de consumo, y qué parte de responsabilidad podían tener los sumiller en ello.

Isabelle nació en la región del valle del Loira en una familia de hosteleros y el vino es parte de su vida cotidiana desde siempre como para la gran mayoría de franceses. Muy joven se fue a Londres en donde siente haber aprendido muy bien la profesión de sumiller que pasa, dice, por hacer un enorme ejercicio de humildad. Londres es una especie de ombligo del mundo del vino y una ciudad y una sociedad absolutamente cosmopolita y ciertamente desprejuiciada. Allí vales por lo que haces y llegas hasta donde tu curiosidad te lleva. Aparcas tu ego y a trabajar. No hay pompa ni boato. Ganas muy buen dinero y un día le dices adiós. Esto es lo que hizo Isabelle que, si no fuera por MONVÍNIC, viviría en Australia porque le estimula la curiosidad de los consumidores de los países del nuevo mundo y porque ahí están unos locos que cuidan como a su madre las cepas de Shiraz más antiguas del mundo.

Para lograr este encuentro entre el vino y sus amantes o mejor dicho para superar el desencuentro, Isabelle sostiene que el consumidor tiene que ser curioso y el vino simple y accesible. Y su experiencia le indica que la curiosidad no es una de la virtudes de los consumidores españoles, mientras que el vino, todavía tiene que sacudirse madera y marketing. Su apuesta por la sencillez llega hasta el screwcap que nos hace el vino aun más accesible y disfrutable en cualquier contexto.

Si hacemos un zoom in y trasladamos esta inquietud concretamente a los vinos de Priorat y al concepto de vino de pueblo, la respuesta también es clara: Priorat hizo su revolución construyendo marcas y esto se trasladó al consumidor final en forma de “vino caro” y esta es una idea que hay que cambiar. En cuanto a la cultura vitivinícola de esta región en particular se cuida bien de lo que dice amparándose en que no es su fuerte, pero establece que el concepto de vino de pueblo que se maneja aquí es diferente que en Francia, donde se asocia claramente al vino que hacen los vigneron, que no pasa por barricas y que se vende en la bodega a precio muy accesible. ¿Por qué no se hace así aquí? Francamente no hay una respuesta racional. ¿Se trata más bien de características idiosincráticas muy profundas? ¿De estrategias privadas pero también públicas que no pueden ver más allá del mercado? Las preguntas quedan abiertas…

¿Cómo se estimula la curiosidad? ¿El afán por conocer? ¿Promover almas inquietas? Estas son respuestas que en lo metafísico Isabelle no me puede responder, pero sí me dice de manera rotunda que viajar es la diferencia entre la cultura y el retraso, y me explica qué es lo que hacen en MONVÍNIC.

Hay un lenguaje corporal del consumidor que en general señala un cierto atrincheramiento, así que cualquiera de los sumiller se acerca, respira y con mucha delicadeza pero también con afán de convencer, explica que se está ante la posibilidad de probar vinos únicos, de los que se hacen muy pocas botellas, que no se venden en la tienda de la esquina, ni están en la carta de ningún restaurante.

Esta es la voluntad de Sergi Ferrer Salat, socio fundador de MONVÍNIC, que traslada de manera cotidiana a su equipo: hacer las cosas bien, de manera exigente tanto para ellos como también para el consumidor. He ahí la provocación, la razón de ser de un centro que pretende divulgar y promover cultura. MONVÍNIC es un club abierto que no impone ninguna condición de admisión excepto dejarse llevar por la curiosidad.

Isablle Brunet tiene clara la misión de un sumiller, por eso lo primero que me dice cuando se lo pregunto es los sumiller somos mensajeros del vino. Para despedirme realizó un ejercicio de coherencia o ¿militancia? y me puso una copa de vino austríaco, un Blaufränkish Klassic de 2006 de Gerhard&Brigitte Pittnauer con tapón de rosca.Y yo me quedé a disfrutarla tan fresca mientras sonaba una versión algo edulcorada, aunque muy perdonable, de uno de los temas de la banda sonora de Cinema Paradiso que han marcado mi vida, creado por alguien que sabe dar golpes bajos al alma, Ennio Morricone.

post publicado en el blog de Tast amb Llops

Fuente: Observatorio de vino