Isla de Madeira

Por Salvador Aznar @SalvadorAznar

Aunque las islas que configuran el archipiélago de Madeira, ya fuesen conocidas en la antiguedad, según consta en algunas cartas geográficas y que el archipiélago, fuese oficialmente redescubierto por los portugueses Joao Goncalves Zarco y Tristao Vaz Texeira, en el año 1418, en la conciencia popular persiste una extendida leyenda, que cuenta como Madeira fue descubierta accidentalmente por un inglés de nombre Robert Machim y su amada Ana de Arfet, que huyendo de Inglaterra a causa de su amor imposible, llegaron hasta las costas de esta isla, al ser sorprendidos por una tormenta que les cambió el rumbo inicial y les obligó a desembarcar y establecerse en la zona costera donde hoy se erige la ciudad de Machico que fuese primera capital de la isla y cuyo nombre deriva del apellido de este amante inglés, que arribó en sus playas. Pero historias aparte, lo que si es cierto es que la isla de Madeira, sorprende a sus visitantes nada más vislumbrarla. 
Si llegas a la isla, por vía aérea y después de sobrevolar las pequeñas islas desertas situadas a tan solo 20 km de la costa, podrás admirar la faraónica construcción de su aeropuerto, una de las mayores y más complejas obras de ingeniería de todo Portugal, con una pista de 3 km de longitud, construida sobre enormes pilares, debido a la escasez de grandes zonas llanas en esta abrupta isla, y si llegas a bordo de alguno de los numerosos cruceros que llegan cada año hasta el puerto de Funchal, te sentirás en el centro de algún enorme anfiteatro, que es lo que asemeja la disposición de la capital de la isla, situada en una gran cuenca natural de cara al Atlántico y rodeada de altas montañas y escarpados acantilados.

Cuando una vez instalado, comienzas a recorrer la isla, pronto tomas conciencia de los pronunciados contrastes que se te van ofreciendo a través de sus distintos paisajes, al observar los grandes acantilados que asoman su verticalidad sobre las aguas del océano, en cuyas escarpadas laderas, emergen ocasionalmente pequeños núcleos de población que con sus paredes blancas y sus tejados naranjas, dan la impresión de que en cualquier momento puedan precipitarse estrepitosamente, sobre las azules y cristalinas aguas, también te sorprenderás con los parcelados y escalonados campos de cultivo de las zonas medias de la isla ó al circular entre sus grandes reservas de bosques naturales, donde aún prevalece la laurisilva, un tipo de bosque subtropical propio de la Macaronesia, para finalmente encontrarte con amplias zonas de más áridos parajes, en los que se hace evidente el origen volcánico de las islas, tales como los de la Punta de San Lorenzo, al extremo este la isla ó las zonas más altas del Parque Natural de Madeira, en la que se encuentra el Pico do Areiro, la tercera cima más alta de la isla.
Durante los días que estuvimos viajando por la isla de Madeira (madera) llamada así por la ingente cantidad de grandes árboles que encontraron los primeros colonos, pudimos visitar y fotografiar, algunos de sus más destacados emplazamientos:
Funchal
La capital de la isla, es un destacado emplazamiento turístico en el Atlántico, con un bonito puerto que sirve de escala a los numerosos cruceros que llegan cada año para visitar la isla y la ciudad. Una moderna y tranquila ciudad que rezuma história en cada uno de sus rincones y en la que se pueden practicar diversas actividades ó interesantes visitas culturales. 
Ver artículo sobre Funchal. 
Jardín Botánico 
A tres kilómetros del centro de Funchal, se alza el Jardín Botanico, emplazado en la antigua quinta del Bom Sucesso, que en otros tiempos pertenció a la conocida familia Reid. El actual jardín, que cuenta con más de 2000 especies vegetales y una extensa población de loros y aves exóticas, es ahora además de centro de esparcimiento e interés turístico, un centro cultural y científico.
Monte 
Un pequeño pueblo encaramado en unas altas colinas, sobre la ciudad de Funchal, en el que destaca el perfíl de la iglesia construida para albergar a la Virgen del Monte, patrona religiosa de la isla. Un antiguo emplazamiento para el retiro que fue exilio del Emperador Carlos I de Austria. Monte es un lugar muy frecuentado por el turismo que acude atraido por sus jardines y para dejarse llevar cuesta abajo, por los carreiros en sus típicos carros de mimbre.
Jardín Tropical 
La admiración de su creador, el industrial Jose Beraro por el arte oriental y por las gestas de los portugueses en el lejano Japón, unidos a la frondosidad de la naturaleza propia de la isla, le han conferido a este gigantesco jardín ubicado en el pueblecito de Monte, un caracter muy especial, que hace las delicias de todos los que lo visitan, a la vez que pueden disfrutar de unas de las colecciones de azulejos más importantes del país.
Cámara de Lobos
Este para mí, es uno de los enclaves más bonitos de la isla, no en vano Sir Winston Churchill, el destacado político y estratega británico, acudía con frecuencia hasta este rincón, para plasmar en algunos de sus cuadros, el singular perfil de este pequeño pueblo de pescadores, conocido como Cámara de Lobos, por la cantidad de lobos marinos, que los primeros exploradores portugueses, se encontraron en esta acogedora bahía.
Cabo Giráo 
Muy cerca del pueblo pesquero de Cámara de Lobos, se alza la formación rocosa de Cabo Giráo, considerado como uno de los acantilados más altos del mundo. En la cúspide de este emplazamiento, se ubica un amplio mirador, al que recientemente se le ha añadido una moderna estructura, que sobresaliendo a modo de balcón sobre el acantilado y provisto de un impresionante suelo transparente, sobrecoge a más de un visitante.