Isla de perros

Publicado el 05 mayo 2018 por Carlosgu82

El otro día fui a ver Isle of dogs

O Isla de perros, en Castellano.

La película ya me pareció llamativa superlativa cuando por vez primera vi el cartel de la misma. Varias decenas de perros de, ¿peluche?, que luego resultaron ser marionetas, circundando de manera protectiva/servil (o respetando, a modo de jerarquía) a un niño de apariencia asiática embuchado en un traje de astronauta.

Justo vi el cartel segundos antes de entrar a la sala a ver Ready Player One, la cual, pues no me gustó en demasía, no, no me gustó, fui con ganas casi de cumpleañero previa apertura de regalos, y mi gozo en un pozo tras finalizar el visionado de la misma… a lo que voy, la de los perros.

Y bueno, ¿de qué va?. La historia nos cuenta la épica búsqueda realizada por un niño, y en solitario, de su perro extraviado en una isla/vertedero, isla tan sólo habitada por perros apartados de la sociedad presuntamente culpables de originar, e incubar, una presunta gripe mortal.

¿Es una película para niños?, decididamente no, aunque tampoco he de afirmarlo de manera categórica, quiero decir, a ojos de un infante no deja de ser una película de animación, con perros que hablan y marionetas que gritan al más típico estilo del vodevil japonés, con respuestas muy emocionales, y diálogos de recia expresión vocal. Lamentablemente, y al no ser una película adaptada al menor, es probable que el niño medio no responda muy fiel al transcurso del metraje, ya que toca algún que otro tema político que pueda no llegar a cuajar totalmente en el menor, motivando el tedio, ocasionando la pataleta, el escalado alpinista entre butacas, la pelea predecible entre hermanos/amigos, y el consecuente hartazgo del, o la, progenitor/a, el cual, y sin atisbo de duda, culminará en la Gran Evasión de esa sala de cine convertida en campo de concentración para la desgraciada criatura.

Bendita paternidad.

Entonces, ¿es una película para adultos?, sin duda. Aparte de lo mencionado un poco más arriba, “perros que hablan, marionetas que gritan, peleas, bla, bla, bla”, no deja de ser una película política que toca un tema serio y peliagudo como es el racismo o la discriminación. ¿Entes individuales que se ven apartados del resto de la sociedad por el mero hecho de ser diferentes?, no sé, a mí me recuerda tristemente a aquellos desvaríos de demente desatado, escupidos por ese presidente Americano que (y acabo de darme cuenta) parece también de plastilina. Ese temor a enfrentarnos a lo diferente o a la búsqueda de un cambio y un desarrollo, el estancado más retrógrado debido a esa “amenaza” que viene del Sur (y del Norte, y del Este, y del Oeste, y del negro, y del blanco…), la MEGAMENAZA culminante en el aislamiento del mundo del gigante Americano. Dibujemos un muro en nuestras cabezas, y ahí tenemos esa isla canina, con esa presunta gripe que bien podría haber sido importada por inmigrantes provenientes de un país desfavorecido. No es un tema baladí, por desgracia, aunque quede revestido de pulgoso uniforme configurando lo entrañable.

La dirige Wes Anderson, el del Grand Hotel Budapest, Fantastic Mr. Fox, Darjeeling ltd., los Tenenbaums, etc. Y como buena película de Wes Anderson, todos y cada uno de los fotogramas que componen la película bien podrían capturarse, imprimirse, y pegarse en las paredes de nuestra habitación a modo de decoración. Más que sobresaliente el uso de la cámara que hace este hombre con esos colores que pareciera estuvieran dotados de lumínica vida propia, regalándonos unos escasos segundos de pausa previos al diálogo que acontezca, para enfocar nuestras pupilas en tales paletas policromáticas disfrutando de aquello observado. Vamos, que da gusto ver, en el más simple sentido de la palabra, las películas de este señor.

Lo he visto en otros filmes de este realizador y, parece ser, es una marca característica de su buen hacer. Escenas de personajes estáticos en segundo plano, recortados de manera difuminada sobre otro personaje principal al cual el ojo de la cámara sí que enfoca. Tal personaje (tal can) expresa su emoción, deseo o motivación, quedando difuminado después y alternando su presencia ahora borrosa con la de los personajes previamente desdibujados, que ahora gozarán de claridad visual para expresar su protagonismo en torno a una respuesta al diálogo.

Y esos perros, ¡esos perros!. Tenemos a Brian Cranston, a Edward Norton, ¡a Bill Murray!, aparece también esa sensual perrita actriz a la que pone voz Scarlet Johannson. ¡Hasta Yoko Ono aparece en el casting! (sí, sí, Yoko Ono, la de los Beatles), actuando de intérprete Japonés-Inglés durante los discursos del tiránico alcalde Kobayashi (voz del veteranísimo Ken Watanabe)

Elenco de grandes (muy grandes todos ellos) actores a los cuales me hubiera gustado ver en directo doblar tales personajes, sobre todo en aquellos momentos en los que sus alter-ego estornudan debido a la contaminación o presunta gripe.

Y ya me voy, no sin antes destacar el concepto de stop motion, que es la técnica usada para realizar tal película. ¿Alguien se acuerda de aquellas libretas con un dibujo en sus esquinas inferiores y que, tras pasar las páginas muy rápidamente, generaban una parca animación?, pues en algo así, pero más desarrollado, y con muchísimas más horas de trabajo a sus espaldas, es en lo que radica el fundamento de tal técnica.

También aprecié bastante la música. El Francés Alexandre Desplat (recurrente en las películas de este director) configura una banda sonora de corte de folklore Japonés, armonizada por la presencia y uso de típicos instrumentos orientales, como por ejemplo (bonito nombre) el taiko, un enorme tambor capaz de hacer retumbar los titánicos graves de el Dolby Surround de la sala.

Me pareció una película excepcional, casi de 10. Lo primero que hice al salir de la sala fue escribir a mi hermano Carlitos, he visto Isle of dogs. Hacía tiempo que no veía una película tan buena, ¿y lo segundo?, tan sólo disfrutarla, rememorarla, y tratar de no olvidarla para poder transmitir las excelencias que puede llegar a regalarnos un largometraje tan bonito, tan trabajado, tan interesante, y, y… ¡tan lleno de perros!