Syed Farook, el empleado del centro de rehabilitación de San Bernardino, California, que junto a su pareja asesinó este miércoles al menos a 14 personas e hirió a una veintena más, era un musulmán sumamente piadoso que dedicaba su tiempo libre a rezar, según su padre.
“Islamofobia” es una palabra que expresa el rechazo a las creencias y prácticas del islam entre gente que no es necesariamente xenófoba: esa gente acepta a las personas, sea cual sea su origen o raza, pero no algunas conductas religiosas que considera antisociales.
“Islamofobia” es el creciente rechazo preventivo de muchos occidentales ante las acciones de musulmanes excesivamente piadosos, seguidores de las aleyas violentas del Corán, como parecen serlo Syed Farook y los islamistas que eclosionan en los países democráticos.
Faltan palabras que definan la fobia ante quienes no son como ellos de esos musulmanes piadosos de mentalidad violenta, se hayan iniciado ya en el terrorismo o que sientan deseo de comenzarlo.
Podrían ser “ateofobia”, “judeofobia” o “cristianofobia”, entre otros ejemplos, aunque también es otra “islamofobia”, pues odia a musulmanes menos piadosos o de diferente forma de entender la religión que ellos.
El mejor vocablo, síntesis de estos anteriores, quizás sea el de “infielfobia” o "infielofobia". Porque para ellos son infieles los diferentes, incluyendo los musulmanes pacíficos.
El problema que se le presenta al mundo, también al musulmán moderado, es que, al contrario de la islamofobia de los no musulmanes, rarísima vez asesina, la “infielfobia” se expresa con el yihadismo, matando.
Y están infiltrados: Stephen Lynch, representante demócrata de Massachusetts, no un derechista republicano, ha denunciado que el Departamento de Seguridad Nacional estadounidense no puede despedir a 72 empleados sospechosos de islamismo porque sería acusado de islamofobia.
Los “infielófobos” están protegidos por numerosas leyes, que ellos aprovechan para que nadie se atreve a molestarlos mientras preparan sus atentados.
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