Viajar a Islandia se había convertido en uno de mis sueños viajeros desde el momento en que vi por casualidad una foto de Gullfoss en un catálogo de viajes.
Esta isla situada el extremo norte de Europa, con 320.000 habitantes en 103.000km2, de los cuales, un tercio se encuentran en la capital Reykjavík , sus volcanes (que inspiraron a Julio Verne) géiseres, icebergs, fiordos, cascadas increíbles y caballos de raza única que todavía se encuentran en libertad, reúne unos atractivos que difícilmente pueden encontrar en cualquier otro país.
La mayoría de fotos que encontraréis en internet sobre Islandia, son de unas verdes praderas que contrastan fuertemente con el negro o el rojo de la tierra. Son fotos tomadas en verano, cuando la gruesa costra de hielo que cubre el país el resto del año ha desaparecido. Sin embargo, nosotros visitamos Islandia en Semana Santa, y pudimos experimentar el porqué este país se llama en inglés Iceland: “Tierra de Hielo“.
Teníamos claro que en las fechas que íbamos a Islandia, íbamos a pasar frío. Lo que no teníamos nada claro era lo que “frío” significaba.
La primera tarde, tuve que entrar al coche tras intentar hacer unas fotos con unos mitones de lana, y golpearme las manos contra el cuerpo y la puerta para intentar recuperar la sensibilidad. Tenía ya las yemas de algunos dedos quemadas por el frío, y la siguiente parada fue en una tienda de North 66º para comprar unos guantes térmicos, y salvar las falanges.
El frío no es algo para tomárselo a la ligera, así que aseguraros de hacer una pequeña inversión en ropa de abrigo térmica, especialmente si vais a viajar en la estación helada.
Viajar en esta época tiene el hándicap del frío, y de la falta de autobuses y transporte público, lo cual os obligará a alquilar un coche, que además no son baratos (nosotros pagamos por un Chevrolet Lacetti con neumáticos de nieve 50€/día. ¡Alquilar un 4×4 doblaba el precio!).
Sin embargo, tiene alguna ventaja, como la ausencia total de masas (es casi como si estuvieses visitando un país tú solo) y la posibilidad de ver las luces de la aurora boreal, una de las cosas que quería hacer en la vida, y que fue una experiencia increíble.
Las fotos son un borrón, pues se hicieron a pulso, temblando de frío tras salir corriendo de la cabaña con solo el jersey, de la emoción que me dio. Rápidamente me volví a entrar a la granja, para abrigarme, soltar la cámara y salir de nuevo dedicándome solamente a disfrutar del increíble espectáculo natural.
Con respecto a los gastos de viaje hay que tener en cuenta que Islandia es un país caro. Pero no por eso quiere decir que no se pueda visitar. Hay algunas cosas que se pueden hacer para compensar:
- Dormir en albergues o campings. Durante el verano la mejor opción es acampar libremente, o dormir en un camping. En invierno esta opción está fuera de juego, pero hay albergues a lo largo de toda la Ring Road, la carretera circular que rodea la isla, y el precio por una cama en 2010 rondaba los 6€.
- Llevar comida en la maleta desde España. La comida es bastante cara en Islandia, especialmente los productos frescos, pues casi todo es importado. Nosotros llevamos dos kilos de pasta y unas latas de atún desde España y allí compramos unos botes de salsa para las cenas, y hacíamos sándwiches para los almuerzos. El supermercado más barato que encontramos fue Bonus (reconocible por el cerdito rosa), que viene a ser la versión Islandesa del Mercadona.
- Compartir coche. El precio del coche es uno de los golpes más duros a la economía viajera en Islandia, y además, no llevar un 4×4 puede suponer un problema, especialmente en invierno. Nosotros nos quedamos atrapados varias veces en la nieve. En una de ellas nos sacó el coche un granjero, y en otra conseguimos sacarlo nosotros, pero no podíamos avanzar. Tuvimos la suerte de que un grupo de americanos nos recogió con su todoterreno y nos llevaron hasta el volcán al que íbamos. Compartiendo coche, entre 4 personas, en vez de entre 2, rebajará a la mitad el precio que cada uno paga, y os permitirá quizá poder permitiros alquilar un coche mejor, más seguro y que os permita llegar a más sitios.
Itinerario de 1 semana para recorrer Islandia en coche
Por muy pequeño que sea Islandia, evidentemente no da tiempo a recorrerlo en profundidad en tan solo una semana, y hay muchas cosas que se quedarán fuera, pero sí que nos dará tiempo a formarnos una idea del carácter de esta tierra y de su gente, del poder de la naturaleza y de cómo ellos han aprendido a hacerla trabajar a su favor, a pesar de la dureza de las condiciones.
Etapa 1: De Reikiavik a Ósar HI Hostel
Montes Esja
Nuestra primera etapa comienza subiendo hacia el norte, rodeando la cadena montañosa de Esja. Montes nevados cortados al ras, y que dejan un estrecho paso entre el mar y las laderas en el camino hacia Havalfjördur, el primer fiordo de los muchos que bordeamos en Islandia.
Hraunfossar y Barnafoss
Después de avanzar por la serpenteante carretera que bordea Havalfjördur y de dejar atrás Deildartunguhver, el manantial termal más potente del mundo rodeado de invernaderos que cultivan tomates, en esta tierra asolado por los fríos vientos, llegamos a las cascadas de Hraunfossar y Barnafoss.
Hraunfossar se derrama por un desfiladero de un kilómetro de largo, creado por el río glaciar Hvítá. Justo un poco más arriba está Barnafoss, la cascada de los niños, donde dice la leyenda que unos niños se ahogaron intentando cruzarla por un arco de piedra que la sorteaba. La madre de los niños mandó destruir el arco de piedra para que no le ocurriera lo mismo a nadie más.
Aquí el viento es cada vez más frío, y cuesta estar con las manos fuera de los bolsillos, aún con las manoplas y todo.
Por primera vez empiezo a no sentir algunas falanges de los dedos…
Grábrókarfel y Grábrók
Deshacemos lo andado para volver a la carretera nº 1, la Ring Road desde la cascada de Barnafoss, y subiendo hacia el norte llegamos a un agreste campo de lava de unos 3000 años de antiguedad llamado Grábrókarhraun.
Este campo cuya lava está cubierta por el típico musgo Islandés está plagado de cráteres, a uno de los cuales subimos. Desde este crater, Grábrók (que parece el nombre de un orco) podía verse un desfigurado cráter por la extracción de gravilla, Grábrókarfel. La vista en verano, cuando la hierba está verde, debe ser un espectáculo de colores.
Aquí fue la primera vez que vimos como que brille el sol y que nieve, no son cosas incompatibles.
Hvítserkur, el troll de piedra. (Ósar)
Después de bordear por el Este el estrecho fiordo de Hrútafjördur, y dar una vuelta completa a la desolada península de Vatnsnes, con sus granjas solitarias dispersas por la costa, llegamos a la pequeña granja de Ósar, donde pasamos la noche. La granja es un hostel, que estaba cerrado, pero cuyo dueño dió la casualidad de estar arreglando algo en la casa, y ¡nos lo abrió para nosotros solos!
Frente al hostel, además de una colonia de focas que no apareció ni esa tarde ni a la mañana siguiente por el fuerte viento que azotaba la costa, se encuentra Hvítserkur, un troll que se convirtió en piedra cuando le sorprendió la salida del Sol en su camino hacia la biblioteca de Thingeyrar que se proponía destruir. En este punto, tenía ya tanto dolor en las manos, y la ventisca era tan grande, que solo acerté a hacer una foto, incapaz de darle siquiera al botoncito de zoom.
Alrededor de Ósar hay mucho que ver. Bueno, mucho, o nada… pues es todo un gigantesco desierto de arena negra (sandur) bordeada por una pradera de hierba mullida, ahora en invierno de un seco amarillo. Desperdigados por la costa hay aparejos de granja abandonados por aquellos granjeros que no pudieron soportar más el duro clima, y partieron un busca de un terreno más benigno.
Etapa 2: De Ósar a Akureyri
Borgarvirki. Una fortaleza natural.
Por algún motivo la Lonely Planet de 2010 no mencionaba este lugar. Es cierto que no son más que piedras de basalto, pero si se tiene en cuenta que de forma natural estas piedras forman una fortaleza y que las Sagas islandesas cuenta como a través de los siglos ha sido usada como defensa por las gentes de la región, creo que tiene su interés.
Nada más empezar a escalar mi compañero dijo: “¡Es la Cima de los Vientos!” Y realmente no me hubiera sorprendido si al llegar a la cima hubiéramos visto a Aragorn y los hobbits allí sentados.
Se alza en mitad de una planicie inmensa, siendo la entrada la parte “retocada” por los humanos. Rodeada de murallas naturales circulares de unos 10 metros, se pueden observar dentro las ruinas de pequeñas construcciones circulares, obra del hombre. La vista desde lo alto es espectacular, incluso en un día de niebla como aquel.
Thingeyrar
Esta iglesia, construida en el siglo XIX es todo lo que queda de un majestuoso monasterio-biblioteca donde se escribieron y recopilaron en el siglo XII las grandes Sagas de la literatura islándica.
Construida en una planicie rodeada de montañas, donde el único ser vivo que se ve alrededor son los rudos caballos islandeses, resulta difícil pensar que una vez este lugar fue un centro cultural importante y bullente de vida.
Fue en este lugar donde mis manos ya no podían más. Apenas aguanté unos minutos fuera acariciando los caballos. Me tuve que volver al coche y golpear las manos contra el interior para hacer circular de nuevo la sangre dentro… Necesitaba, con urgencia, unos guantes térmicos. No los mitones de lana de mi madre…
Skagafjördur: Vídimýrikirkja y Glaumbaer
Alejándonos del gran fiordo de Skagafjördur por el sur, siguiendo la carretera número 1 cruzamos entre montañas para llegar a un amplio valle donde encontramos preciosos ejemplos de las típicas construcciones islandesas ancestrales construidas de turba y con cubiertas vegetales.
Una de las más bonitas de las pocas iglesias de turba que quedan en pie en Islandia es Vídimýrikirkja.
Un poco más al norte, alejándonos de la ruta principal por la carretera 75 llegamos a Glaumbaer. Un museo de casas de turba, que como miles de sitios más, estaba cerrado en invierno, y no lo pudimos ver, pero que solo pasear entres sus construcciones de turba y sus casas de estilo danes mientras contemplas las llanuras que se extienden hasta llegar a las imponentes montañas de Blönduhlidarfjöll, ya es un gustazo.
También aprovechamos para tomar una de las pocas comidas de restaurante que hicimos en Islandia: sándwich, ensalada, sopa y malta en Potturin og Pannan, Blöunduós.
Akureyri
Akureyri, es la ciudad más grande del norte de Islandia. Fue aquí, la noche en la que llegamos, donde experimentamos el primer baño en aguas termales municipales a unos 38 grados, mientras que en el gélido aire de la noche los copos de nieve se balanceaban hasta fundirse al tocar el agua.
Es un buen lugar para abastecerse de comida y cualquier otra cosa que podamos necesitar para el viaje (baterías, tarjetas de memoria, ropa térmica). Fue aquí de hecho dónde conseguí por fin unos guantes térmicos con los que aguantar la cámara el resto del viaje.
Una de las cosas más curiosas que se ven en la ciudad es el símbolo del corazón dominando la ciudad. Los dibujos en los autobuses, los edificios, ¡y hasta en la luz roja de los semáforos! tienen forma de corazón.
Etapa 3: De Akureyri a Egilsstaðir
Godafoss y Dimmuborgir (Sí, como el grupo de blackmetal..jeje)
La primera de las cascadas congeladas que vimos en Islandia: Godafoss. “Goda” – Dioses; “Foss” – Cascada
La historia es como de cuento también. En el año 1000, cuando el parlamento Islandés decidió que el país sería Cristiano, el “lagman” (redactor de leyes) Þorgnýr, recogió todos sus ídolos paganos y los arrojó a esta cascada, por lo que se le puso el nombre de La Cascada de los Dioses…
Para llegar a ella tuvimos que caminar unos 50 metros por un campo de nieve que llegaba a las rodillas. Nunca supimos qué tipo de suelo estábamos pisando, o como era en realidad el paisaje al rededor.
Lo mismo pasó en Dimmuborgir, (Yo tampoco sabía que era un sitio que existía, sólo conocía al grupo).
Dimmuborgir significa “ciudad oscura”, y hay una leyenda cristiana que dice que Satán cayó aquí cuando lo expulsaron del cielo creando unas catacumbas del infierno.
Por sus columnas y torres retorcidas, sus arcos de piedra y lava y sus profundas cuevas, parece de verdad una ciudad infernal, aunque cubierta por la nieve y rodeada de niebla no pudimos apreciar toda su intensidad.
En este momento, cuando ya casi nos íbamos se abrió un poco el cielo, y vislumbramos algunas más de sus murallas de lava.
Lago Mývant
Este área fue una de nuestras grandes pérdidas debido a la climatología.
El lago Mývant, cuyo nombre significa “lago de las moscas” (¿No os recuerda a “Moscagua”, de El Señor de los Anillos?) se llama así porque en verano hay miriadas de pequeñas mosquitas acosando todo bicho viviente.
Nosotros, en cambio, no vimos ni una sola. Pero es que por no ver, apenas vimos el lago.
Condujimos un buen rato a lo largo de la carretera que lo bordea, intuyendo que estaba a nuestra izquierda, porque así lo decía el mapa, porque todo lo que podíamos ver era un muro de niebla.
Fue al salir de Dimmuborgir cuando la niebla se dispersó un poco y pudimos ver de lejos el lago, y sus pseudo-cráteres que le dan ese aspecto de paisaje de otro planeta.
Tampoco la nieve nos dejo ver el intenso color verde de los cráteres contra el profundo azul de las poco profundas aguas del lago. Todo estaba cubierto por un manto blanco de uniformidad invernal.
Fijaros en las marcas de las ruedas:”eso” en teoría es una carretera.
Námafjall
Pozos de agua hirviendo en el suelo, bancos de lodo burbujeante, fumarolas infectando el aire de penetrante olor a azufre…¿Mordor? No, Námafjall. Una tierra cubierta de signos de la actividad geotérmica que calienta la zona. En esta época, una especie de Mordor nevado.
Pasear por aquí da un poco de respeto, pues uno puede imaginarse lo que se “cuece” debajo.
Región de Krafla y Detifoss
Después de dejar Namafjall, la carretera comenzaba a subir en altura, conforme nos adentrábamos en la región de Krafla (No confundir con Katla, que es el volcán que todo el mundo teme que estalle en el sur de Islandia).
Krafla es un volcán con forma de cono cuyas laderas están apresadas por los kilómetros de tuberías que nacen de la futurista central geotérmica que hay a sus pies y trepan por sus laderas, para descender de nuevo perdiéndose en el horizonte.
El crater Víti, cercano a Krafla lleva el nombre de “Infierno” en Islandés. Lo espectacular de estos volcanes son las piscinas turquesas de aguas calientes que se han formado en sus cráteres. No pudimos verlas, pues, aunque por algunas zonas el vapor del agua estaba derritiendo la nieve, las lagunas estaban cubiertas de blanco casi por completo.
Imaginaos la cara que se nos quedó a nosotros, y a los chicos americanos que nos habían recogido de la carretera para subirnos en su jeep cuando nuestro coche se quedó encallado en la nieve.
Lo más desconcertante eran los avisos de carteles informativos de el peligro de andar por esa zona, y alertaban de la necesidad de caminar solo por tierra de color marrón claro…. ¡¡PERO TODO ERA BLANCO!!
En la cima del cráter, la ventisca de nieve era de dibujos animados. Totalmente lateral y formando remolinos, de unos copos que no se derretían al tocarte, y que tenían la forma perfecta de los iconos de frigoríficos y congeladores.
Con las pestañas congeladas y no pudiendo aguantar más, iniciamos el descenso hasta el jeep de aquellos muchachos, que nos acercaron a nuestro coche.
Nuestro siguiente intento fue Detifoss, una de las cascadas más impresionantes de Islandia, según dicen y la más caudalosa de Europa.
No fue por falta de valor. Nosotros, a pesar de la nieve y el hielo en la carretera, a pesar de la falta de visibilidad y de lo cercano de la noche, tomamos el desvío. Lo íbamos a intentar. No tardamos mucho, sin embargo en encontrarnos el cartel de “IMPASSABLE“ que nos obligó a darnos la vuelta con idea ya de intentar aprovechar los últimos rayos de luz para ver el que dicen que es un precioso valle lleno de cascadas y saltos de agua, verde y lleno de lagos… Manto blanco, fue todo lo que vimos durante nuestro arduo camino a Egilsstadir.
Etapa 4: De Egilsstaðir a Höfn por los fiordos
Lago Lögurinn
Esa noche dormimos en una cabaña junto al tercer lago más grande de Islandia, el Lögurinn, alrededor de cuyas orillas se extiende Egilsstadir.
El lago, igual que Loch Ness en Escocia tiene leyenda de monstruo. Se supone que el gran gusano Lagarfljótsormur lleva apareciendo en estas aguas desde el siglo XIV.
Seydisfjördur
La Lonely Planet nos decía que si sólo podíamos visitar una ciudad de los fiordos del Este, que fuésemos a este pueblecito. Está situado a la cabeza del estrecho fiordo que lleva el mismo nombre, (tan estrecho que en la ciudad parece un lago, si no fuera por el ENORME ferry con destino a Dinamarca que había amarrado en el puerto.)
Nuestra intención era ver solamente este fiordo y después seguir bajando por el interior siguiendo la carretera principal de la isla, la Ring Road, hasta nuestro siguiente parada, pero el destino nos estaba reservado un plan diferente.
Por el momento, disfrutamos de la vista del fiordo congelado, del azul brillante del cielo que apareció de pronto de detrás de las nubes, y de el contraste de las casas de colores intensos en sus fachadas de madera o latón con el blanco inmaculado de la nieve que lo cubría todo.
Carretera a ninguna parte: Por qué NO tomar la Ring Road a Höfn en invierno
Era interesante ver el trabajo de las distintas máquinas quitanieves (algunas de las cuales no había visto en mi vida) y ver como iban manteniendo la nieve a raya.
Llegados de vuelta a Egilsstadir, tomamos la carretera principal, la numero UNO, la que da la vuelta a la isla, la que todo el mundo nos decía que estaría bien, con dirección sur, para quitarnos los muchos kilómetros que suponía recorrer todos los fiordos.
Todo iba bien, la carretera asfaltada, y limpia de nieve, atravesaba un ancho valle dividido por el lago del monstruo gusano, y salpicado de alguna granja cada varios kilómetros. Hasta que empezó a ir mal.
Tras una curva un cartel en islandés que entendimos como “baches en 1,5 km” y la carretera empieza a ser de gravilla, con algún bache, aunque nada serio, en principio.
Lo que nos preocupaba es que conforme avanzábamos los baches más profundos empezaban a estar cubiertos de nieve, CADA VEZ MÁS NIEVE… Aún reduciendo la velocidad, en uno de estos baches, que aparecían de improviso después de una curva, o tras un cambio de rasante las ruedas chocaron contra un apelmazamiento de nieve y el coche se fue un poco, pero gracias a los clavos en los neumáticos, obligatorios por ley, nos enderezamos rápido.
“Uy, que sustillo” pensamos, pero antes de poder terminar de comentarlo, otro bache nos puso en la misma situación, con la consiguiente reducción de velocidad que nos hizo encallar en el siguiente bache. Allí se quedó el coche. Ni para alante ni para atrás. “Buff”…
Nos bajamos, escarbamos un poco la nieve con las manos desnudas, mi compañero aplanó un poco la nieve que cubría los diez siguientes metros de la carretera, saltando sobre ella y rotando los pies. Nos montamos de nuevo en el coche y ¡¡pa’lante!! funcionó!!..Pero… espera, mira detrás de esa curva, espera, espera, reduce…noooo… El coche entra en un badén de nieve por el que patina y al detenerse se hunde por el peso y las ruedas se entierran por completo en la nieve.
Esta vez si la hemos hecho… Volvemos a bajar del coche…miramos la carretera que sigue adelante, nos separan quince metros del asfalto limpio…pero a 50 metros vemos otro badén, y más adelante otro…¿cuantos más habrá detrás de la colina por la que se pierde la carretera? ¿Por qué no ha pasado ningún coche desde que tomamos esta carretera hace 40 km? ¡¡Es la carretera principal!! ¿Qué hacemos cuando se nos empiecen a congelar las manos de escavar en la nieve? Y aunque quitemos toda la nieve de alrededor de las ruedas… ¿que hay de la nieve que hay delante y detrás del coche? ¿Hacia donde intentamos salir?
Escarbamos, aplanamos, metemos primera, metemos marcha atrás. Movemos las ruedas, a izquierda y derecha, hacemos hueco, volvemos a intentar. No nos movemos ni un centímetro…
Y el tiempo pasa…
Entonces recuerdo que a un par de kilómetros había visto una granja, abajo en el valle. Quizá hubiera alguien. Quizá ese alguien hablase inglés. Quizá tuviera un 4×4 y pudiera sacarnos de allí… Quizá merecía la pena intentarlo.
Como en las películas, dije…”Quédate aquí con el coche. Voy a buscar ayuda”… Mi compañero dijo un sí automático mientras seguía arañando la nieve de las ruedas con desesperación. Y yo sencillamente eché a caminar.
La carretera estaba helada. Gracias a los clavos del coche no se notaba, pero caminar se hacía difícil. Quedaba un buen rato de camino. Mientras avanzaba solo podía pensar en que el día no podía acabar así. Me imaginaba ya en algún pueblo del este en los fiordos, con las manos calientes y el coche a salvo. Eso me hacía avanzar con más ganas. Ahí estaba la granja.
Entonces, aparecieron los perros…Ladrando, enseñado los dientes, acercándose, rodeándome… Quise pararme, pero en voz alta, y estúpidamente me dije “Perro ladrador poco mordedor”, y deseé que funcionase también con los perros islandeses. Por suerte funcionó, me ladraron y olieron hasta llegar a la puerta de la granja, donde aporreé los cristales de puertas y ventanas un rato hasta que cuando ya casi había perdido la esperanza, una mujer apareció. ”
¿Habla usted inglés?” Fue la primera pregunta. Tras su yes y explicar la situación me dijo que la carretera numero 1 está cerrada en invierno en ese tramo, y hay que rodear por los fiordos. “No perdone, cerrada no está porque si no no hubiéramos podido hacer 40 kilómetros” (no lo dije pero lo pensé). Su marido (que no hablaba inglés) me llevó en su jeep hasta donde estaba nuestro coche, y con una cuerda del grosor de mi cuello nos remolcó el coche a través de los varios badenes de nieve en los que nos quedamos encallados en nuestra marcha atrás. Gracias, gracias, gracias…mil gracias... Como sentí no hablar islandés… había funcionado… estábamos de nuevo en la carretera a Eggilstadir, por tercera vez ese día, rumbo al este hacia los fiordos, el sol seguía brillando, aunque eran ya las 3 de la tarde.
Nos quedaba toda la jornada por hacer. Pero habíamos aprendido una cosa. A Islandia, en invierno hay que tenerle respeto. Ser un turista despistado puede causarte problemas, y no siempre va a haber una granja con unos granjeros dispuestos a ayudar aunque molestos por otros turistas palurdos que no saben a lo que se enfrentan.
Aprendimos la lección. Aprendimos a andarnos con cuidado, y meditar bien cada paso. De alguna manera Islandia nos hizo un poco más suyos.
Ahora, quedaba respirar profundamente, relajar un poco la tensión de los músculos e intentar cambiar el miedo, por el respeto para el resto del camino.
Muchas horas y muchos kilómetros después; muchos fiordos, valles e increíbles montañas más al sur por fin encontramos un momento para la calma.
Finalmente, cuando caía el sol en el Oeste decidimos paramos a contemplar y a respirar. A pensar en nuestra gran aventura del día, y en lo maravilloso e increíble que era estar allí, después de todo…
Etapa 5: De Höfn a Vík
Höfn
Höfn es el segundo puerto pesquero en importancia en el sudeste de Islandia. Tiene un ambiente marino que impresiona, con ese carácter severo del mar del norte. Es uno de los principales centros para visitar el glaciar Vatnajökull, el mayor de Europa.
También encontramos cerca de Höfn el impresionante lago glaciar Jökulsárlón.
Además, no os vayáis sin probar los increíbles platos de pescado fresco y marisco, como cigalas en salsa de ajo y mantequilla…¡¡deliciosas!!
Vatnajökull. La verdadera Tierra del Hielo.
Es el glaciar más grande de Islandia, el más grande de Europa en volumen y el segundo más grande en área. Sus lenguas se extienden en el horizonte a lo largo de toda la carretera que va desde Höfn a Vík. Contemplarlas es impresionante. Observar las imponentes masas de hielo, que parece que aún avanzaran y que estuvieran detenidas solo un segundo antes de desatar de nuevo su colosal fuerza, da vértigo. Que se te pierda la vista hacia arriba en las murallas heladas parece de película de fantasía épica.
¿Conocéis Tygra, fuego e hielo? Pues es en lo único que podía pensar. Los dominios de Necrom…
Si alguna vez vuelvo a Islandia me gustaría ponerme unos crampones en los pies y adentrarme en ese mundo de formas imposibles en azul y blanco e hielos eternos.
Región de Mýrar
La vida no es fácil en estas tierras por las que avanzas durante kilómetros sin ver nada, hasta que finalmente distingues en la distancia unas construcciones, y cuando llegas a ellas te das cuenta que hace tiempo que han sido abandonadas.
Y es que, ¿quién puede cultivar la tierra en esta región asolada por el viento gélido, amurallada por glaciares que encierran dragones de fuego dentro? Sólo los más fuertes, eso está claro. Sólo aquellos que saben que cada dos o tres décadas su granja, sus tierras y su ganado serán anegados por las inundaciones de un glaciar cuyo volcán haya entrado en erupción, o cubiertos de cenizas por la explosión.
Lago glaciar de Jökulsárlón
Es uno de los platos fuertes de la parte sur de Islandia: la laguna de Jökulsárlón.
A los pies de la inmensa lengua glaciar de Breidamerkurjökull se extiende una laguna glaciar donde el hielo se mezcla con el agua salada del mar que está a penas a unas cientos de metros. Los bloques de hielo crujen y se desprenden del glaciar, formando pequeños y grandes icebergs que navegan río abajo hasta perderse en el mar.
Los colores del hielo, desde el negro hasta el blanco pasando por el azul celeste, y las formas simétricas que se forman con los reflejos en el agua de la laguna invitan a quedarse en este lugar durante horas.
No pudimos ver ninguna, pero se supone que hay una importante colonia de focas en esta zona. Lo que si vimos fueron muchas aves, protegiéndose de la corriente de la laguna tras los icebergs o revoloteando cerca de la playa.
Svartifoss, en el Parque Nacional de Skaftafell
El parque está encerrado entre la gigantesca lengua de glaciar Skeidararjökull y la más pequeñita de Skaftafelljökull. Entre medias se extienden altas colinas vestidas de vegetación baja que esta época del año lucía una increíble gama de ocres, rojos, morados, y naranjas. Las sendas no están muy bien marcadas, y es fácil perderlas, pero el sentido común te lleva bien arriba y abajo. Uno de los platos fuertes es la subida al mirador de Sjónarnípa desde donde se extiende a tus pies todo el glaciar.
Otro de los sitiacos de este parque es sin duda Svartifoss, “la cascada negra” que recibe ese nombre por las columnas de basalto que la rodean.
Muchas de las columnas estaban plagadas de estalactitas de hielo que cuando empezó a salir el sol, comenzaron a resquebrajarse y a caer peligrosamente al suelo a velocidad vertiginosa.
Mientras que uno camina hacia el mirador del glaciar, dejando a la espalda la gran lengua, a su derecha se extiende el imponente Skeidarársandur. Un increible desierto de arena negra, surcado por pequeños ríos que vienen del glaciar. Este es el sandur más grande del mundo y la carretera numero 1 no se terminó de construir en esta zona hasta 1974, pues el poder destructivo del desierto y el glaciar hacen la obra difícil y poco rentable.
En esta zona la carretera de destruyó en 1996 y en 2011, por la erupción de un volcán bajo el glaciar Vatnajökull.
Vík í Mýrda
Acostumbrados a la soledad con la que veníamos todo el camino, ver tanta gente en Vík nos agobió un poco. ¡Pero qué bonito pueblo, Vík! ¡Y que nombre más fácil de pronunciar! (Por fin,jeje) El nombre, de hecho significa “Bahía” y es recurrente en muchos otros nombres como Reykjavík.
Desde su iglesia de techo rojo brillante y paredes blancas, en lo alto de una colina, se puede ver todo el pueblo y también la bahía, dominada por Reynisdrangar, el troll que fue sorprendido por el amanecer mientras atacaba un barco de tres velas. Y así se quedaron todos, convertidos en piedra.
El hostel de Vík era un sitio chulísimo, aunque es verdad que un poco demasiado lleno de gente.
Justo al otro lado de Vík, está Reynisfjara, una playa multicolor y rodeada de cuevas de columnas basálticas considerada una de las más bonitas de Europa.
Etapa 6: De Vík a Fljótsdalur
Cascadas Seljalandsfoss y Skógafoss
El río líquido, o Seljalandfoss, cae cerca de 60 metros sobre lo que en otros tiempos fue un rompiente del océano.Cuando el camino no es una pista de bolas de hielo, como lo era entonces se puede caminar por debajo sin mojarte.
Skógafoss por su parte, es una de las cascadas más visitadas y conocidas de Islandia, y una de las más grandes. Con una caída de 60 metros de altura y 25 metros de anchura, la monumental cascada es visible a varios kilómetros de distancia. Debido a la cantidad de agua vaporizada que producen en su caída las atronadoras aguas del río Skógá, es normal ver un arco-iris a los pies de la cascada siempre que haya un poquito de sol.
El Circulo de Oro (Gullni hringurinn)
Se conoce como el Golden Circle a tres de los sitios naturales más visitados y conocidos de Islandia: la impresionante cascada de Gullfoss, el valle de Haukadalur con los geiser Strokkur y el Geysir (que da nombre al fenómeno), y a el valle y la falla de Thingvellir.
La belleza de Gullfoss (cascada dorada) peligró durante un tiempo, pues estaba dentro del territorio de unos inversores extranjeros que quería hacer aquí una central hidroeléctrica. Finalmente la falta de capital hizo abandonar el proyecto, el terreno fue vendido a Islandia, y la cascada protegida, de manera que hoy podemos contemplar toda su belleza de esta cascada de 2km y medio de largo y 32 metros de profundidad.
Los géiser de Strokkur y Geysir son los más famosos del valle de Haukadalur pero no son los únicos. Strokkur salta cada 5 o 6 minutos, y Geysir, a pesar de ser el géiser más antiguamente conocido y uno de los ejemplos más impresionantes de este fenómeno en todo el mundo, apenas erupciona ya. En los años 50 los turistas se encargaron de atorarlo lanzándole monedas y piedras. Puede lanzar un chorro de agua hirviendo a 100 metros de altura, pero ahora pasan años sin que tenga actividad.
Foto by Luisma
Cerrando el Circulo de Oro de Islandia está Thingvellir. Es el lugar histórico más importante en Islandia pues aquí se fundó el antiguo parlamento islandés en el año 930, el más antiguo del mundo. Aquí se reunían en asambleas al aire libre los grandes lideres del país junto con todos los hombres libres que quisieran atender.
El lugar elegido no puede ser más espectacular. Este es el lugar en Islandia donde más visiblemente se observan las grandes fallas y cañones que se forman en la unión entre la placa Euroasiática y la placa continental Americana.
Algunos de estos cañones están llenos con el agua más pura y cristalina del mundo, filtrada a través de los extensos campos de lava y saliendo a la superficie con una pureza sin igual…o casi, pues a lo largo de los siglos el hombre se ha encargado de contaminarla con los metales del sucio dinero que los turistas tiran alegremente a la vez que piden que se les conceda un deseo. Miles de monedas de todo el mundo yacen ensuciando los fondos de estás fallas.
En verano hay unos tours que te permiten bucear en estos cañones inundados, poniendo tu cuerpo literalmente entre una placa continental y la otra…¿Emocionante, no?
Eyjafjallajokull y el volcan Fimmvörduháls
En el momento de nuestra visita a Islandia, había entrado en erupción en el glaciar Eyjafjalla, el volcán Fimmvörduháls convirtiéndose en una gran atracción turística, y un negocio rentable para los granjeros de la zona. Contratar un tour para que te subieran costaba entre 350 y 650 euros, depende de si era en jeep o en moto de nieve. Nosotros no teníamos 4×4, por lo que ir por nuestra cuenta era una locura, y tampoco nos parecía una idea tan buena arriesgarnos a subir a un glaciar a -17 grados sin equipo. La tercera opción de verlo, consistía en alojarnos en una granja y contemplarlo desde el valle de enfrente y eso fue finalmente lo que hicimos.
Unas semanas más tarde, cuando ya estábamos de regreso en España, el volcán reventó de verdad, y dejó de ser una atracción turística para convertirse en un problema de seguridad que cortó el espacio aéreo europeo durante días y canceló más de 20.000 vuelos.
El volcán tenía un efecto hipnótico. Solo verlo te capturaba los sentidos y era difícil apartar la mirada de los cambios de intensidad y tonos en su brillo rojo y amarillo.
Por un momento, en la distancia (unos 16 kilometros) mi compañero y yo nos sentimos como pequeños hobbits con un anillo que tirar al cráter del volcán.
Por un momento, mi mente tuvo el impulso de proponer intentar acercarnos más con el coche, o incluso hacer autostop para que alguien nos llevase en 4×4 más cerca.
Pero en realidad ya a esos escasos 20 kilómetros de distancia la sensación de peligro era intensa. Ver las explosiones y la lava bajar por la ladera era emocionante, y al fin al cabo un volcán, por mucho que la gente subiera allí a calentarse las manos en la lava, no deja de ser un agujero en la tierra que vomita piedra fundida.
Al final decidimos quedarnos en nuestro pequeño valle de Fljótsdalur, y dejarnos hipnotizar por Fimmvörduháls hasta la madrugada.
Esa noche fue increíble, mágica y no solo por nuestro avistamiento del volcán si no por otro despliegue de maravillas de la naturaleza que vino a visitarnos por la noche: la aurora boreal.
Foto by Luisma
Etapa 7: De Fljótsdalur a Reykjavík
Reykjavík
Realmente no le dedicamos mucha atención a la capital de Islandia, pues habíamos venido con la idea en mente de disfrutar de sus paisajes y de la dura belleza de sus paisajes. Aún así dimos algunos paseos por la capital, que tiene su encanto y la suerte de ser una de las ciudades más limpias, verdes y seguras del mundo.
En estos paseos pudimos ver peculiaridades de la ciudad como la escultura Sólfar (el Viajero del Sol). En la época del año adecuada, cuando el sol se pone por el Norte, el barco vikingo señala el lugar.
Quizá es tan atractiva por su increíble localización a la ribera del fiordo y con los montes Esja de fondo.
También la Hallgrímskirkja, la iglesia está inspirada en las columnas de basalto que visteis en las fotos de Svartifoss.
La Península de Reykjanes
Es la península dónde está ubicado el aeropuerto internacional, y bajo su superficie hay actividad volcánica y grandes campos de lava que solo permiten una escasa vegetación.
En el valle de Ölfusdalur, la actividad geotérmica está presente en cada recodo del valle pues por doquier se observan chorros de vapor saliendo de la tierra y de hecho Reykjavík significa “la bahía del vapor”.
El Parque Nacional de Reykjanesfólkvangur, es esta reserva de extensiones solitarias de campos de lava y fallas crujiendo sobre la tierra se encuentra el lago Kleifarvatn.
En realidad Kleifarvatn es una fisura volcánica de 1 Km de PROFUNDIDAD, que se llenó de agua y ahora es un lago. Por supuesto aguas tan profundas no han podido parar de provocar leyendas, como la que habla de un monstruo con forma de gusano tan grande como una ballena merodeando por sus fondos.
Las playas son de arena negra y las paredes de rescoldos volcánicos y placas de tierra retorcida.
Atentos a los secaderos de pescado que encontraréis por el camino. Son lugares realmente insólitos. Si podéis aguantar el olor, merece la pena darse la vuelta por alguno de ellos.
En Reykjanes encontramos también el puente entre dos continentes. Uniendo la ruptura de las placas Americana y Europea hay un puente simbólico donde se indica qué lado de la tierra estás a punto de pisar. Es un curioso lugar.
La Laguna Azul
Se encuentra ubicada también en la península de Reykjanes, a 40km de Reykjavík y a pesar de que es un spa y el precio es caro, yo recomiendo totalmente guardarse una reserva de dinero para entrar a disfrutar de este espectacular lugar.
Bláa lónið en islandés, Blue Lagoon en inglés, Laguna Azul en español.
Da igual cómo lo digas, es uno de los lugares más gustosos que he visitado. La verdad es que no he estado en ningún otro spa, pero sí en otras aguas termales, y el espíritu de esta laguna es totalmente distinto a lo que conocía.
Empezando porque sus aguas provienen, en realidad de los residuos de una central geotérmica muy cercana. ¿De los residuos? Sí. Resulta que para la energía geotérmica, residuo no es sinónimo de malo.
La central tiene un aspecto futurista que le da al ambiente más sensación de estar en otro planeta si lo sumas a la lava y el extraño color del agua.
Las templadas aguas de la laguna son ricas en minerales como sílice y azufre y se dice que bañarse aquí ayuda a personas que padecen de enfermedades de la piel como la psoriasis. La temperatura del agua es de unos 38/40°C por lo que el contraste térmico con el exterior es interesante…
El pelo sufre un poco, aunque luego hay dispensadores de acondicionador gratuito por doquier, pero la piel se te queda SUAVÍSIMA durante días. Tan suave que no podía parar de tocarla, jajaja.
En unos cajones encerrados en jaulas de metal hay lodo blanco que te aplicas en la piel seca (por eso lo hicimos solo en la cara, el resto del cuerpo estaba calentito bajo el agua) y lo dejas unos minutos y te deja la piel tersa y suavita. Luego ese mismo lodo te lo venden en botecitos por 50€.
En definitiva un broche de oro (o un broche azul) para un viaje de muchos colores.
Espero que os haya resultado interesante este itinerario de 7 etapas para recorrer Islandia en coche en 1 semana.
Y si tenéis alguna duda para planificar vuestro viaje, o alguna sugerencia para complementar la información con vuestra experiencia, podéis hacerlo dejando un comentario.
¿Conocéis Islandia? ¿Qué os ha parecido este recorrido? ¿Cambiaríais o añadiríais algo a esta ruta?