Por Tavarishka
Imagen aérea de Reykjavik, capital de Islandia
En medio de esta vorágine de informaciones sobre las caídas de regímenes dictatoriales que han abusado durante décadas de su pueblo, con el beneplácito de grandes potencias que hoy se echan manos a la cabeza, de pronto, entre avances del ejército de Gadafi, la vuelta a la normalidad de Egipto o el futuro incierto de Túnez, saltan noticias de Islandia. Varias páginas de internet, diarios online, blogs y demás información de la red habla hace algunos días sobre una revolución que se ha silenciado en Islandia, país del primer mundo que en los dos últimos años ha hecho caer a un gobierno, ha nacionalizado bancos y ha luchado contra el sistema neoliberal que impera hoy en más de medio mundo. Busco sorprendida más información que contraste estos datos; acudo a páginas de radios y televisiones, diarios digitales, y apenas encuentro lo mismo en distintas fuentes. Y aún me sorprendo de que de verdad los medios o los poderes públicos hayan silenciado esta realidad a la que se ha llegado de forma pacífica. Busco porqués y sólo encuentro el de que no interesa que algo así se haga extensivo a otros países europeos, de ese primer mundo que parte y reparte y, por eso, se lleva la mejor parte. Bueno, sólo me consuela saber que los islandeses contribuyen enormemente a engrosar las listas de turistas llegados a Canarias desde que el Gobierno regional hizo una baratísima y fantástica campaña en ese frío país del norte de apenas 331.000 habitantes. Ellos, los fríos islandeses, nos han salvado de esta terrible crisis y nosotros no sabemos lo que ha pasado allí. En fin…