Islas marshall.

Publicado el 04 mayo 2011 por ArÍstides

LA MANERA MÁS RÁPIDA DE FINALIZAR UNA GUERRA ES PERDERLA de G. Orwell

En realidad, la historia de la lluvia radioactiva de Chernobyl o Fukushima comenzó antes, unos años antes. Esos abnegados “liquidadores” equipados con trajes que parecen de otro mundo tuvieron unos predecesores anónimos que fueron utilizados para conocer las consecuencias de las radiaciones. Mucho supimos de los horrores que sobre el ser humano tuvo la explosión de las bombas de Hirosima y Nagasaki. Lo cierto es que tirada la primera piedra quedaban muchas más y era necesario medir las consecuencias de sus impactos.

Los franceses utilizaron el atolón de Mururua, pero los americanos, terminada la segunda guerra mundial, tomaron como botín de guerra las Islas Marschall. De hecho, gestionaron las islas bajo el mandato de las Naciones Unidas. Y lo que pretendía ser una orden para mejorar la economía y elevar el nivel de vida de los lugareños se convirtió en una ocupación militar que respondía a los intereses de los americanos en Asia. Este conjunto de islas tiene su importancia, porque están diseminadas en el corazón del Pacífico muy lejos de todo para ser oido y muy cerca de los objetivos geoestratégicos militares de la posguerra.

La historia comenzó antes, porque en las Islas Marshall quienes debian proteger a la población hicieron estallar, en la década de los 50, la primera bomba “sucia” de hidrógeno y una población que jamás había visto un copo de nieve tuvo la oportunidad de jugar con un manto blanco de nieve radioactiva. Allí se realizaron pruebas atómicas a sabiendas de las consecuencias que tendrían sobre unos habitantes que no importaban a nadie. Las autoridades militares y médicas silenciaron y no advirtieron que los alimentos que pescaban o ingerían de sus huertas se hallaban irradiados a pesar de ser evidente el aumento de fallecimientos por cancer. A consecuencia de ello, durante los años siguientes muchas mujeres abortaron y nacieron niños con malformaciones importantes como resultado de imperfecciones genéticas.

Los EEUU siempre sostuvieron que no ocurría nada anormal. Pero lo cierto es que los americanos utilizaron este protectorado para realizar pruebas nucleares que tuvieron efectos físicos y biológicos sobre la población. Desposeyeron a sus habitantes de sus tierras e irradiaron durante siglos su habitat para conocer las consecuencias de la radiactividad sobre el ser humano. Las Islas Marshall fueron durante décadas un laboratorio experimental de armas de destrucción masiva donde se realizaron, por el bien común, atropellos sobre la población. Por eso la historia de quienes hoy se juegan la vida tratando de controlar los escapes radiactivos de la central de Fukushima comenzó antes. Mucho antes y eran inocentes.