Cuando cumple los 65 años desde su fundación, Israel ha comenzado a explotar su primer pozo de gas natural en el mar Mediterráneo, inicio de otras explotaciones en sus 273 kilómetros de costa que le permitirán autoabastecerse y exportar a Europa y Asia.
En Gaza, territorio palestino fronterizo con Israel y Egipto controlado por los islamistas de Hamas, se abre un abanico desde sus 40 kilómetros de costa hacia otros pozos ricos, pero que dificilmente se explotarán pronto.
El primero, el “Gaza Marine”, está paralizado por las luchas internas por el reparto de los beneficios entre Hamas y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que gobierna Cisjordania.
Además, hay países productores que boicotean la puesta en marcha, y a los que Israel es inmune, como Rusia, que quiere evitar esa competencia.
Pero, sobre todo, son los islamistas de Irán, Arabia Saudita o Egipto, que temen perder su capacidad de presión sobre los palestinos si dejan de necesitar su ayuda.
El fondo de saco que cierra el Mediterráneo, desde Grecia, al norte, hasta Libia, al sur, con Chipre en medio, isla dividida entre griegos y turcos, presenta enormes cantidades de gas capaz de autoabastecer los países ribereños y de alimentar a Europa durante décadas.
Pero, aparte de la presión rusa, fácilmente salvable, la división entre los países musulmanes es lo que realmente impide la explotación palestina.
Una desmembración agravada por las perennes guerras entre sunitas y chiitas, y que domina las zonas palestinas con activistas armados de una u otra facción y secta.
Al cumplir Israel 65 años el próximo mayo, islamistas y gochistas antijudíos insistirán en culparlo de los males palestinos, cuando, como con el gas que podría enriquecerlos, el mal nace de su división y de lo que sólo parece unirlos, el odio hacia los que triunfan.
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SALAS