La región desértica del Néguev, antiguo prodigio agrícola, se prepara para acoger el mando tecnológico del potente Ejército israel
JOSÉ MANUEL ABAD LIÑÁN 11 AGO 2016 – 10:34 CEST“Peligro: camellos”. El desierto de Israel está salpicado de señales que alertan del riesgo de que se crucen en la carretera. Sobre este yermo, dominio milenario de las caravanas que cosían Asia a África en una depresión a 400 metros bajo el nivel del mar, apuntaló David Ben-Gurión la soberanía del país que había fundado. Aislado del resto de países de su entorno, al Gobierno israelí le preocupaba que la población se quedara desabastecida de alimento y apostó por hacer cultivable una parte del desierto del Néguev. Ben-Gurión mandó traer de lejos tierras fértiles…
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