Fotografías Antonio Andrés
En un rato es la clausura del Al Gurugú. Un festival flamenco con el nombre de uno de los tangos más míticos de la Niña de los Peines y veinte ediciones a sus espaldas. Con el auditorio vacío, Israel Fernández y Diego del Morao están terminando de probar sonido en las tablas del Teatro Municipal de Arahal. Quieren sonar sólo con el equipo del escenario, con el mismo que ellos se escuchan. Vienen de actuar en Huelva, hace poco más de dos días. A la dupla más brillante actualmente del flamenco les espera por delante un verano lleno de conciertos con varias citas sevillanas. Además de cerrar Al Gurugú, pasarán por el Gazpacho de Morón, la Caracolá de Lebrija o el Festival Flamenco de Osuna. Mañana, viernes 29 de julio, actuarán en los preludios de la Fiesta de la Guitarra de Marchena junto a Rosario la Tremendita. Y terminarán el verano por la puerta grande del Teatro Lope de Vega, por primera vez en la Bienal de Sevilla.
Israel vive flamenco las veinticuatro horas. Se le iluminan los ojos cuando enumera a sus ídolos de infancia. Termina la entrevista y él sigue reflexionando sobre lo que es el flamenco más genuino y lo que son otras músicas a las que el flamenco también ha llegado. Sabe que la grabadora ya está apagada, pero sigue hablando con pasión de sus cantaores antiguos favoritos, nos canta por Porrina en el camerino. Israel es todo flamenco. Es un cantaor de otra época. El cante es su vida.
¿Sigues viviendo en Corral de Almaguer (Toledo)?
Sí, yo estoy en mi pueblo. Vivo allí.
¿No te ha llamado, siendo artista, irte la ciudad?
No, porque tengo el privilegio de que Madrid, que es la ciudad central donde están todas las vías de transporte está sólo a una hora de mi pueblo. Está cerca. Entonces, como tengo allí a toda mi familia: mis padres, mi hermano… Me quedó allí, cerca de la sangre.
¿Recuerdas cómo te llegó por primera vez el flamenco?
Me llega de una manera muy natural. En las fiestas de la familia. Mi abuela, mi padre, mi madre, mi tío, siempre han cantado. Siempre ha habido mucha juerga en mi casa y en la de mis abuelos, también. Es lo que he vivido.
La infancia es muy importante. Hay niños y jóvenes, por ejemplo, de dieciocho o veinte años, que son rebeldes porque han tenido una mala infancia. Por lo que sea han vivido una infancia mala. Por el padre, por la madre… lo que sea. No quiero generalizar con esto pero, claro, al yo tener mi infancia muy rodeada de cante, de baile y de fiesta en la casa. Unos lo cogimos, otros no. En mi casa somos cuatro hermanos. A mis hermanos les gusta el cante, por supuesto, porque son gitanos. Pero yo era el que tenía más afán, más devoción por el cante.
Y aprendiste al tocar el piano y la guitarra.
Toco el piano y la guitarra autodidacta. No he estudiado solfeo ni he estudiado nunca nada. Me hubiera gustado pero no me ha dado tiempo porque el cante me robó todo el tiempo. Para cantar y saber de flamenco se necesitan dos vidas y mucha memoria.
Por cierto, hablando de tus orígenes, si uno indaga en internet puede encontrar hasta cinco fechas distintas de tu nacimiento. Que si en 1989, en 1992, marzo, junio…
Es verdad. Mira, yo nací en el 89, pero mi madre dice que nací en el 90. O a la inversa. Porque me registró tarde. En aquellos tiempos, hace treinta años… las cosas de antiguamente. Entonces pasaron siete o diez años y cuando me registraron, ¿cuándo nací? ¿en el 89, en el 90?
Y luego ya otros que se han equivocado y me han puesto en el 91, en el 92…. Entre los periódicos, entre los periodistas, entre los medios de comunicación, entre mi madre y todos me han hecho el lío [risas]. Yo celebro mi cumpleaños el 16 de marzo, que es lo que pone en mi DNI.
En tus conciertos siempre dedicas un cante a la juventud. En cierto modo, le has devuelto a la afición joven un referente de su edad del flamenco más genuino.
Bueno, en mi infancia no tenía muchos amigos que jugasen conmigo al cante, porque jugaban al fútbol, al pilla pilla o a la videoconsola. Lo típico de ser niño. Y yo jugaba a cantar. Me metía en un coche, me ponía cintas y hacía cómo que conducía escuchando mucho cante. Era mi juego. Entonces, ellos se aburrían, lógicamente.
Por eso, mi gran premio es traer a la juventud a escuchar cante. Cante, cante. Que todo no es cante, no todo vale. Yo siempre he escuchado desde muy chiquitín a Pastora, a Juan Talega, a Juanito Mojama, a Manuel Torres, a Tomás Pavón, Pepe Pinto, Vallejo, Farina, Porrina… Pero la juventud siempre ha estado escuchando un poco más a cantaores más modernos, por decirlo de alguna manera. Ante todo, como dijo Enrique Morente, yo soy un gran aficionado, tengo devoción por el cante. Entonces, que la juventud escuche cante y yo vea mucha juventud entre el público me da mucha alegría. Es una satisfacción grandísima. No ya por mí, sino por ellos, para que disfruten. Como cuando un buen cocinero hace una buena comida y disfruta viendo a la gente comer, no disfruta solamente él.
Además, es probable que el público, a través de los referentes que mencionas, investigue en sus músicas y descubran el cante más antiguo.
Claro. Por ejemplo, con Rosalía, con esto que hizo, que lo canta Vallejo…
¿Catalina?
Eso es. Catalina. Eso lo tiene grabado Vallejo. Por bulerías, creo. A raíz de ahí, de buscar eso por Rosalía, te va a salir Vallejo. Y ya te metes por curiosidad. Es bonito. Por ejemplo, con el disco Universo Pastora que yo hice o con Maja aristocrática, de ahí pueden escuchar a Pastora. Me gusta más que escuchen a Pastora, que vayan a esa raíz para que entiendan de dónde venimos.
Tú eres muy respetuoso a la innovar.
Respetuoso y con bondad. Creo que hay coger las cosas desde la bondad. Con amor, como el último disco que hice. Porque a lo que está tan bien hecho lo único que hay que hacer es ponerle corazón y no pretender. Voy a intentar esto, lo otro… No, la música es música. No se puede pretender.
¿Te tienta experimentar?
No, me quiero llevar bien con los músicos, que es diferente. Quiero hacer familia musical. Me refiero a los instrumentos y a lo quien los toca. Porque los instrumentos no tienen raza. Los instrumentos son instrumentos y sólo les pone el corazón el que lo toca. Quiero hacer familia, llevarme bien con un bajo, con una eléctrica, con la batería, con lo que sea. Con una piedra del suelo que suene encima de una puerta. Ya es un instrumento, tiene sonido. Llevarme bien con todos los instrumentos. Si hace falta, si no, tampoco. Porque para mí una guitarra y una voz valen. Con unas palmas, también. Pero si hay algo que se acerca, que lo refresca, que lo pone bonito y le da cariño, ¿por qué no?
Han pasado dos años desde Amor. Ya estarás pensando en el siguiente disco, imagino. Te hemos visto, por ejemplo, grabando algo con Silvia Pérez Cruz.
Sí, esto son colaboraciones necesarias por admiración entre artistas.
Y, ahora, el disco, si Dios quiere. Ya estoy escribiendo, componiendo. Es una lucha constante. Como decía el maestro Paco, la búsqueda. Es lo más difícil. Encerrarte en una habitación y ver qué cuento, qué digo, qué hablo. Porque tampoco se puede hacer música por hacer. Al menos como yo pienso. Voy a grabar un disco, venga, voy a tener un hijo… No, no es así. Tienes un hijo por un motivo, con una persona con la que en ese momento tengas un futuro. No tienes un hijo con cualquiera. A no ser que sea por accidente [risas].
Y escribir flamenco es muy complicado. Es una lírica especial, muy concisa, muy profunda.
En el flamenco, por ejemplo, palabrotas no puedes decir, a mi forma de ver. El flamenco es muy elegante, muy señorial. Donde hay arte y hay señorío, no hay palabrota. La puede haber pero con mucha picardía y gracia, y sin hablar mal. Eso no se puede, un flamenco no habla mal nunca. El flamenco debe ser un señor caballero. Si no, no es flamenco, no es de la flamencura.
Para escribir flamenco hay que saber muchas letras clásicas de flamenco. Y escuchar mucho cante para no caer en la trampa de repetir las letras, porque hay un montón de letras ya muy bien escritas. Y de ahí, primeramente, escribir con mucha verdad. De lo que tú estás viviendo, de un amigo o de tu misma persona. Contar las cosas que te pasan lleva a Roma. Eso es una cosa nueva, tuya, de tu persona, lo vas a contar como tú lo estás sintiendo. Y, después, inspirarte en la verdad. No contar un cuento.
En cuanto al cante, ¿tiene más estudio, disciplina o inspiración?
No hay talento sin un gran trabajo. El talento vale por ser constante. Porque el oro se encuentra picando, no se encuentra encima de una acera. Picas, picas, picas y sale el oro. Cuando encuentras el oro hay que saber dónde llevarlo, con quién gastarlo, dónde ponerlo. Eso es el cante, el flamenco. Un buen trabajo, una buena disciplina y después, la inspiración. Como decía el maestro Paco, si tú estás en el sofá de tu casa, ¿qué te va a inspirar eso? Que te entre sueño. Si estás escuchando un cante, te inspiras, si coges una guitarra.
La inspiración llega por un motivo, no llega de la nada. Es como soñar. Tú ahora mismo no puedes soñar, tienes que dormir para buscar el sueño. La inspiración viene de lo que estás haciendo en el momento. Cuando estás en el escenario tienes la inspiración que viene de una letra, o del público, un ole, el guitarrista te inspira, tú mismo te acuerdas de tu madre, te acuerdas de algo.
Y a la vez, a la creación hay que mirarla de reojo. Si tú ahora mismo dices voy a escribir una canción…
No se puede. Y hay que buscarlo. Dices voy a escribir la mejor letra del mundo. Puede que la hagas o no. A veces estoy en el estudio para escribir algo, he estado cinco o seis horas y no he escrito nada. Miro con cara de pena y pienso que no he hecho nada. Y, a veces, tal como estoy llegando a la puerta o estoy cenando, me viene una frase y la escribo en el móvil.
Hay que estar atento.
Claro. Pero he estado cinco horas buscándolo. No ha salido nada y después… todo tiene su encaje, su energía.
¿Escuchas más música fuera del flamenco?
Es devoción. Escucho cante a diario. Me levanto y ya estoy escuchando cante, porque me gusta. No es estudio. Que no escucho cante solo en la ducha. Escucho cante en todos lados, en el coche, aquí, allá. Voy a escuchar este fandango, voy a escuchar esta letra. Comparto la música, me gusta que la gente disfrute de la música. Mira, escucha a este, escucha a Palanca, mira qué fandango. Escucha a Corruco, mira qué soleá más bonita. Comparto, como los cromos.
¿Cuál es el éxito en la música?
El éxito en la música y en la vida: es muy importante compartir. En todo. El que no comparte se queda solo. Hay que compartir, hay que tener amor, hay que tener cariño. Y saber cuándo uno se aparta, cuándo uno se acerca. Eso es el flamenco.
Este septiembre te estrenas en la Bienal de Sevilla, en el Teatro Lope de Vega.
Es la primera vez. He estado antes con compañías. Con Sara Baras, con Carlos Saura, con Rafael Estévez. Pero como solista es el primer año. Estoy muy contento. Es un teatro precioso, es una maravilla. Una gran responsabilidad.
A principios de junio vinieron los Rolling Stones a tocar a Madrid. ¿Qué historia tiene detrás esa foto de Israel Fernández con Mick Jagger?
Eso tiene mucha gracia. Me llamó su mánager, su promotor, Pino Sagliocco. “Isra, tal día tienes que estar, porque vamos a estar en una fiesta flamenca, tal… y quieren que estés tú”. Total, yo entendí el día 2, porque el día 2 también me invitaron para otra cosa… y era el día 30. Me confundí de día. El día 30 yo estaba en mi casa tan tranquilo. Me llama el Piraña [Israel Suárez, Piraña, percusionista], “Isra, ¿qué haces que no estás aquí?” Y yo, “¿dónde?” “Aquí, en la fiesta que dan a los Rolling, en Madrid”. “Pero si esto es pasado mañana”. “Que no, hombre, que esto es hoy”. Me llama otro…
Me llama Pino Sagliocco, él es italiano. “¿Por qué no estás aquí?” [Israel imita su acento] “No te entiendo, ¿porque me dejas tirado, hombre?” “No me digas eso, ¿pero que es hoy?” “¡Pues claro! Mick Jagger te está esperando aquí para que cantes, dice que no se va hasta que no vengas”. Vaya responsabilidad. Espérate, que me pego un ducha y voy para allá. Estoy a una hora de Madrid, claro. Al momento estoy en el coche, no veas la fatiga que pasé. “¡Que este hombre te está esperando!” ¡Mick Jagger esperándome! [risas]
Y nada más llegué a cantar, ni tomar una Fanta, ni una Coca Cola ni nada, como un toro cuando sale al ruedo. Les canté por soleá y por bulerías, estuve un ratito con ellos. Se hizo la foto solo conmigo ese día, porque no quería hacerse fotos. Es verdad, me habían advertido que ellos no se hacían fotos, porque con el Covid y todo esto, son gente muy mayor y si no, iba a abrir la veda de las fotos para todo el mundo… Yo me callé. Y viene él andando ¡y se hace una foto conmigo!
Luego, a los dos o tres días me llamaron otra vez, me dijeron que fuera a una cenita más tranquila, que iba a haber menos gente. En fin, que estuve dos días allí con el tito Mick Jagger [risas].
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