Aprender es una gran aventura que viaja paralela a la vida y
que aporta sensibilidad, complicidad con el saber, libre pensamiento y por
supuesto, felicidad en la consecución de una mayor y más fuerte libertad. Este aprendizaje
va adquiriendo rigidez y seriedad conforme se avanza por esa gran aventura, sin embargo los mejores recuerdos y las
sensaciones más placenteras de nuestro caminar por los vericuetos del saber, se
encuentran en nuestra infancia. Los niños son totalmente libres a la hora de
aprender, son mentes abiertas ávidas de conocimiento, son verdaderas esponjas o
discos duros todavía llenos de capacidad y de voluntad. Pero los niños son
también exigentes. No les vale cualquier aprendizaje. No vale repetir y repetir
y volver a repetir. Los niños quieren argumentos. Quieren método. Quieren
disciplina didáctica. Quieren divertirse y quieren sobre todo, participar. Y
además para ellos lo primordial es que quieren
ver, probar, tocar, oír y degustar. Cinco verbos como cinco sentidos. Y es
aquí, en los sentidos usados como herramientas del aprendizaje donde la cocina,
y por ende la repostería, adquieren una gran dimensión.
El maestro Ferrán Adrià entre sus múltiples sentencias gastronómicas
afirma: “La cocina empezó a convertirse en disciplina cuando se aplicaron los
conceptos técnicos de la pastelería. Es decir, la precisión”. Y además añade que:
“la figura y el talento del maestro Paco Torreblanca ha conseguido con el
acercamiento y la democratización de las técnicas pasteleras y reposteras a
todos los cocineros, que la cocina de vanguardia evolucione mucho más rápidamente,
sea más precisa y lo más importante, más ordenada y fácil de enseñar”.
La repostería y la pastelerías cumplen muchos de los
parámetros de cualquier disciplina académica al estar compuestas por grandes
dosis de continua investigación, de gran
cantidad de publicaciones temáticas como por ejemplo ésta que tienen entre sus
manos, de estudios especializados y técnicos, de la puesta en práctica de esos
estudios y de esas publicaciones, de la evolución del conocimiento y además, de
ser un placer para los sentidos y una actividad divertida, grupal o individual,
gratificante al momento y cómo no, sabrosa y dulce. Por todo ello la repostería
se ha convertido en una gran aliada del aprendizaje. Una aliada que divierte,
entretiene, enseña, habitúa a los niños al orden, a la disciplina del trabajo
bien hecho, a la importancia del método y de seguir las pautas correctas en las
diferentes ejecuciones prácticas, y enseña la importancia de seguir y poner en práctica los
conocimientos adquiridos con la felicidad de la recompensa inmediata convertida
en agradables y dulces sabores.
En una cocina, manos sucias igual a corazones felices. Así
de complejo y así de fácil. Imaginen una gran cocina, o todo lo contrario, una
cocina pequeña de cualquier hogar, este espacio será el aula ideal para enseñar
a los más pequeños a meterse en harina, a calentar con el cuidado que da
responsabilidad un buen chocolate, a reír y compartir buenos momentos fuera de
videoconsolas o teles aburridas, a conversar con lo que solo la complicidad del
trabajo en común consigue y a establecer los mejores vínculos emocionales entre
los más mayores y los más pequeños con el dulce resultado orgulloso de un gran
pastel o una gran tarta hecha en equipo. Esa tarta o ese pastel, esas madalenas
o esos dulces bollos van ser quienes ayuden a aprender, a cocinar, a disfrutar
y a ser un poco más felices. Y recuerden
que para aprender, nada mejor que el chocolate.