Martes 22 de noviembre y recibo una llamada telefónica de mi mamá. "¿Te gustaría ir al concierto de Britney Spears?"- me dice. "Obvio que sí"- le respondo. Me dice que me acreditó como periodista (ella trabaja en un diario) y que tengo que estar en el Estadio Nacional a las 18.30 en punto. Me apuro para llegar a la hora y sin cámara me encamino hacia el recinto.
Al llegar allí me vuelvo testigo del fanatismo
Como vengo de periodista, entro por otro lugar, donde me ponen una pulsera amarila que funciona como ticke
Tipo 7.15 entro al sector Britney con una joven de mi edad que conocí en el lounge, y quien me cuenta que pagó más de 200 lucas por su entrada. Wow, creo que no pagaría esa suma de dinero por ningún artista- le digo. Pero luego al entrar a la cancha, ella comprueba que fue la mejor inversión: ¡estamos al lado del escenario, veremos a Britney muy de cerca!
Yo no me considero una fanática de Britney, así que no sabía a qué hora em
La espera fue ansiógena, pero agradezco la puntualidad de los gringos. A las 21.00 o'clock Britney apareció en el escenario. La locura colectiva fue in crecendo. Yo solamente saltaba y trataba de repetir la letra de las canciones, pero mis intentos eran infructuosos. Mientras que una tipa al lado mío, de unos 28 años, las cantaba todas, sin dudar de sus conocimientos musicales.
Sé que se le ha criticado mucho a Britney por sus playbacks, su peso y su calidad de bailarina, pero creo que para todos aquellos fanáticos que esperaron 13 años para verla en vivo, valió la pena el show y aprecian que su diva, después de todos sus dark moments, siga subiéndose arriba del escenario y logre hacer vibrar a la audiencia, recordándoles que: "It's Britney, bitch".