A diferencia de lo sucedido en Buenos Aires y de otras ciudades provinciales del interior de la Argentina, Rosario no tuvo un pasado colonial ni una poderosa élite nativa que se desarrollase en dicha ciudad durante la primera mitad del siglo XIX. Más aún, hacia 1850 Rosario sólo era un pequeño pueblo ventajosamente situado a orillas del río Paraná, al sur de la provincia de Santa Fe1. Rosario sintetiza, en cambio, muchas de las transformaciones socio- económicas de la Argentina de fines del ochocientos, tales como el crecimiento acelerado de su población, una rápida urbanización y la expansión de las actividades productivas.
Más del 25% de los italianos que llegaron a Rosario estaban ocupados en profesiones no manuales, como dueños de negocios pequeños, profesionales, empresarios o empleados. A diferencia de lo sucedido con quienes se asentaron en la ciudad de Buenos Aires, una proporción elevada de la élite económica italiana de Rosario alcanzó a adquirir tierras en las áreas rurales de la provincia de Santa Fe y a participar activamente dentro de la política municipal. Mayoritariamente, sin embargo, el grupo inmigratorio italiano estaba integrado por artesanos que ejercían oficios calificados y por quienes se ocupaban en trabajos de baja o nula calificación.
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