Como siempre, el taller de pintacaras fue uno de los espacios más visitados, grandes y pequeños se animaron a dar un toque de color en sus caritas y yo disfruté muchísimo poniendo de mi parte para que nadie se fuera de la Casa sin su detallito... Este año, además, tuve la suerte de contar con ayuda extra, tanto gestionando la cola de niños que esperaban -gracias Maryam y Chus- como haciendo equipo con Rosa, voluntaria de la Casa, que se ha animado a aprender un poquito de esta técnica e hizo un trabajo excepcional en su primera experiencia pintando caritas. Gracias a ella y a la inestimable ayuda de las chicas de Arteness, los peques esperaban poquito antes de bajar de nuestra silla como superhéroes, princesas, mariposas y tigres nunca vistos... Qué momentos mirándose al espejo, haciendo su elección, sonriendo para la foto que papá o mamá nos hacía... gracias a todos, por esperar, por vuestro buen humor y por estar ahí, un año más.
Espero repetir pronto un evento así... ¡dentro de un año, por ejemplo! :)