Las izquierdas españolas están
discutiendo entre sí, como es tradicional, tanto en el PSOE como en Podemos, y
en otros grupos dentro y fuera de los dos candidatos a gran aglutinador, igual da que sean agrupaciones centrales o
periféricas, todas las piezas están descolocadas. Seguro que muchas veces tienen
razones para debatir, no crean que sean chorradas todo lo que se discute,
incluidas las luchas de poder, que son parte imprescindible de la política, de
hecho no soy capaz de imaginar un partido político sin broncas y zancadillas y
mucho menos ahora con la confusión que vivimos este cambio de época.
Las transformaciones que están
sucediendo afectan brutalmente a la sociedad occidental, dando por finalizado
el largo ciclo post II Guerra Mundial, y a los españoles en particular. La
crisis económica no solo fue el destrozo causado por el capitalismo financiero
internacional, en España, además tuvimos particularidades: la burbuja
inmobiliaria y de crédito, el gasto desaforado del dinero público desviado a
bolsillos privados, potenciado por el capitalismo de amiguetes; el destrozo del
mercado de trabajo hasta acercar un tercio del mismo al tercermundismo, la
crisis hizo tambalearse el edificio de organización del estado, rompió los
esquemas de representación partidaria, etc. etc.
Los cambios que se produjeron, y los
que están en marcha, como la implantación extensiva de la robotización que
eliminará millones de puestos de trabajos, tienen que ver con fuerzas muy
poderosas difíciles de controlar nacionalmente, la globalización implica
pérdida de soberanía nacional en múltiples campos: las relaciones
internacionales determinan gran parte de las políticas nacionales, máxime en la
UE, desde la defensa y el medio ambiente, a la moneda y BCE, desde el comercio
internacional, precios y disponibilidad de mercancías o materias primas, a la
producción industrial o de los servicios; la deslocalización industrial y los impagos
generalizados de impuestos son imposibles de resolver localmente, el dominio de
los mercados financieros sobre los productivos se hace imposible de regular
nacionalmente, los vaivenes de los países emergentes quedan fuera de cualquier
soberanía, la fluctuación de sus monedas y capacidad económica con fuertes
ascensos en el tránsito de siglo y caída actual, no se pueden controlar/prever
localmente. Añadan el problema demográfico que afecta a pensiones, puestos de
trabajos, representación social, sanidad, educación…
Lo que se debería estar debatiendo
ahora en los partidos y en la sociedad, son los temas que no fueron discutidos
en los años de transición del siglo XX al XXI, ¿qué esfuerzos queremos hacer? ¿Hacia
dónde queremos ir? ¿Por dónde podemos caminar con nuestros recursos?… y ¿a
quienes encargamos la representación de nuestros deseos y bajo que normas? Los
partidos no tuvieron proyectos elaborados en su día para afrontar un cambio de
época. Ni los tienen ahora, entre otras razones porque la gente, la base social
tampoco tenemos claro, ¿qué queremos y con qué fuerza lucharemos por ello?
La confusión es enorme respecto a lo
que sucede en el mundo, ni siquiera sabemos bien cómo nos afecta, en
consecuencia, desconocemos cual es el camino que deberíamos tomar? así que los electores
son inestables, cambiantes, volátiles, los militantes y simpatizantes están en
pleno proceso de forjar agrupamientos en torno a preferencias de modelos
políticos y económicos, en gran medida
se están rehaciendo ideas y alianzas nuevas con aspectos viejos y nuevos
entrecruzados, que todavía no están claros, de hecho los apoyos no llegan a ser
firmes y basculan en una y otra dirección tanto en el mundo empresarial, como
en la derecha o la izquierda.
En todos los ámbitos el desconcierto
se agranda al mezclarse la posible independencia catalana. Entre las izquierdas
se abandonan postulados clásicos de solidaridad, internacionalismo y se aferran
a posturas de los independentistas, con gran componente filosófico neoliberal.
Desde los órganos de poder nacional, que controlan mayoritariamente, luchan por
la libertad de que los impuestos de los ricos sean para ellos, los impuestos para quienes los generan. El
principio básico del capitalismo neoliberal es que los ricos no pagan
impuestos, y si lo hacen, quieren que el Estado los reinvierta en su finca.
Esta es la idea que defiende los paraísos fiscales, y la secesión catalana. Por
supuesto no solamente es eso, pero ese es un aspecto esencial del independentismo.