A la derecha de la entrada de la Catedral de Jaca encontramos una de las varas incrustadas en piedra más trabajadas: en lugar de un hueco se ha optado por una simulación tallada de una vara cilíndrica. La portada románica se haya cubierta por un soportal añadido posteriormente y que hace de atrio.
El tallado es doble y conserva unos escudos junto a ellos. Las marcas visibles nos indican algunas medidas tradicionales menores como el codo y el pie. Las varas aragonesas son las más cortas de la Península pues no alcanzan los 78 centímetros.
Tras la vara hay que pasar a la joya de Jaca: el Museo Diocesano. Al igual que hizo Cataluña con su Museo de Arte de Catalunya, trasladando las pinturas románicas pirenaicas de sus iglesias al museo, así Jaca desmonto y ha restaurado las mejores pinturas románicas de su rica diócesis.
Solo los frescos procedentes de la iglesia de los santos Julián y Basilea de Bagües merecen la visita. Por el encanto geométrico nos quedamos con algo mucho más modesto: la perfección del artista románico para dar estereometría a las cenefas. Reproducimos la bonita cenefa procedente de Navasa.
El Museo tiene muchas cosas por descubrir, incluso tiene su secretum.