Jacy, de Anarene, Texas

Publicado el 30 mayo 2011 por Josep2010

Algunas películas vienen a ser como una olla a presión: las estás viendo tranquilamente y parece que no pasa nada: su tempo cinematográfico es moroso y los diálogos se suceden sin que haya grandes debates entre los personajes y cuando aparece el rótulo de cierre te quedas como absorto, pensativo y con la sensación que has perdido el tiempo.
Te levantas, das cuatro pasos y tienes la sensación que algo va a explotar en tu cerebro porque hay una serie de ideas que han calado hondo y pugnan por salir y un silbido estridente alivia la presión que a fuego lento, casi imperceptible, ha estado calentando tu ánimo.
Luego te das cuenta que la película, sin aspavientos, calladamente, ha conseguido su objetivo. Y gozas de ella embriagado por su ausencia y la fuerza de tu memoria.

Jacy Farrow es una belleza a punto de abandonar la adolescencia que vive con sus padres en el pueblo de Anarene, muy cerca de Wichita Falls, en Texas; su madre, Lois Farrow, sigue siendo muy guapa a sus cuarenta años, aunque su marido apenas le hace caso y ella se entretiene con Abilene, el hombre de confianza de Mr. Farrow.
Jacy está medio enamorada de Duane Jackson que es el mejor amigo de Sonny Crawford y ambos son un desastre jugando al fútbol americano y todos en el pueblo de Anarene les miran con reproches porque saben pasar la pelota pero no saben placar al contrario.
Placar: detener al contrario usando la fuerza.
No son chicos violentos: no saben placar ni les importa un ardite.
Sonny mantiene con Sam "El León" una relación especial, como si Sam fuera su tutor, ya que su padre no interviene en su vida.
O eso se supone, porque nos falta información. De hecho apenas si sabemos nada de nadie: sólo retazos, momentos de vida, instantes que pasan, recuerdos tibios.
Más que un rompecabezas un caleidoscopio social que nos aseguran vive en los páramos secos, ventosos y polvorientos de Anarene, Texas, a mediados del siglo pasado, durante el curso escolar de 1951-1952.
Peter Bogdanovich, cinéfilo hasta el tuétano, un buen día vio en un quiosco un libro que le llamó de inmediato la atención por su título: The Last Picture Show. En la contraportada se explicaba que su autor, Larry McMurtry, pretendía explicar el tránsito de la adolescencia a la edad adulta de un grupo de jóvenes texanos, datos autobiográficos que nada tienen que ver con el cine, por lo que Bogdanovich desestimó siquiera leer el libro.
Por una serie de casualidades acabó decidiéndose no tan solo a leerlo si no que, además, se puso en contacto con el autor y entre ambos escribieron el guión de una película que por supuesto se tituló The Last Picture Show (1971) estrenada en España con el título de La última película.
Bogdanovich era casi un novato en las lides de dirigir pero tenía buenos amigos que le aconsejaban bien y un talento natural para entender la mejor forma de plantear una película.
Siendo joven y talentoso y sin una fama que perder Bogdanovich adoptó no pocos riesgos: decidió rodar la película en blanco y negro aunque, eso sí, en formato ancho, 1,85:1 y se proveyó de un plantel de desconocidos con el apoyo de algún veterano ilustre y de solvencia contrastada.
Imagino que a McMurtry se lo debían llevar los demonios cuando veía como Bogdanovich iba creando el guión definitivo, porque con el clarísimo objetivo de ofrecer datos importantes se abandona la inserción de explicaciones que puedan alargar la narración.
Ello exige del espectador una predisposición a contemplar el todo sin entrar en detalles que Bogdanovich precisamente no ofrece porque evidentemente no le interesan: busca la trascendencia obviando lo mínimo dirigiéndose con fuerza a confeccionar un prototipo que perdure.
Así, sabemos que Sonny no es huérfano -al menos de padre- porque en una escena, mediada la película, se encuentra con su progenitor en la celebración popular de las navidades: se tratan como simples conocidos, apenas corteses.
Lo que si sabemos de Sonny es que está estudiando en algún colegio, que se gradúa, y que, como casi todos sus compañeros, no tiene futuro: que es un buen tipo, pero es pobre y tiene que trabajar en lo que sea para sobrevivir. ni siquiera sabemos donde vive ni con quien. Parece muy solo.
De Jacy sabemos que vive con sus padres en una linda casa. Jacy cifra su futuro en conseguir un buen marido. Su madre, Lois, no acaba de creerse que Jacy siga siendo virgen viendo lo hermosa y apetecible que es su niña. Le recomienda que se busque un buen marido. Ambas parecen estar muy solas.
Sonny de forma consciente o no busca en Sam "El León" el sustituto de la huidiza figura paterna. Sam, que enviudó hace tiempo y mantuvo un romance con una joven casada hace años, también se siente solo.
Bogdanovich construye con pulso firme un fresco constituido por diferentes escenas que tienen como elementos básicos el sexo, la soledad y la búsqueda de una salida de la rutina que apresa los personajes en el cuadro compuesto por páramos desiertos, vientos racheados y un futuro incierto.
Rueda en un blanco y negro expresivo con la colaboración de Robert Surtees y el uso de grandes angulares que recogen la inmensidad de los espacios acrecentando la sensación de soledad en los exteriores e incrementando la profundidad de foco en los planos medios y cortos.
En ese ambiente áspero, rudo y seco Bogdanovich escribe cuidadosamente con su cámara la historia de unas gentes al borde del fracaso: los jóvenes se inician sexualmente con sus mayores: la bella Jacy se entrega al amante de su madre que, al saberlo, ni siquiera se escandaliza porque ve en su hija la repetición de sus propios errores: hay un hálito de fatalidad indolente en casa de las Farrow admitiendo una predeterminación increíble, asumiendo el fracaso de la dependencia expresado en un matrimonio de conveniencia.
Y Sonny se dejará seducir por Ruth Popper, la esposa de su entrenador de baloncesto: Ruth, también, es una mujer malcasada que se siente sola.
A pesar del mimo con que Bogdanovich filma sus personajes su escritura es acerada y disecciona sin piedad ese grupo de adolescentes y adultos que conviven en medio de ninguna parte: resulta un paisaje humano desolador que impregna de profunda tristeza la narración porque a la falta de futuro real de los jóvenes en el lugar donde viven, pueblo decrépito en declive, se añade la falta de ejemplo motivador en los adultos inmersos en una red de apariencias y adulterios conocidos; la soledad del individuo rodeado de gente aunque no de multitud; la falta de fuerza y convicción para cambiar; la huída del joven Duane al ejército que le llevará a una contienda; la convicción de la bella Jacy que únicamente entregando su belleza conseguirá salir del poblacho con un buen marido significa la rendición del futuro confiado al esfuerzo ajeno desestimando el propio, conclusión tan desoladora como la entrega de la juventud de Sonny a la soledad marital de Ruth.
Bogdanovich además de escribir muy bien con su cámara dirige a sus intérpretes con convicción y sabe aprovechar las miradas nuevas de los inexpertos tanto como sugerir a los expertos las sensaciones que les permiten realizar unos trabajos sensacionales.
Una película pues que no tan solo ha soportado el paso del tiempo perfectamente sino que, además, ha mejorado ostensiblemente, pues su propuesta arriesgada en la forma no ha perdido valor y su contenido, tomado el foco en un microcosmos tan lejano, permanece inalterado en el fondo: imperdible para el cinéfilo que no la haya degustado y para quien la vio hace tiempo, ocasión perfecta para refrescarla y paladearla como si de una buena copa de vino añejo se tratara: con calma y fruición.
Tráiler