Jaime de Borbón y Borbón-Parma, nació en Vevey (Suiza) el 27 de junio de 1870. Era el segundo hijo y único varón de Carlos de Borbón y Austria-Estey Margarita de Borbón-Parma. Estudió en los Colegios de Jesuitas de Vaugirard (Paris) y de Beaumont (Inglaterra); cursando estudios militares en la Academia Militar Teresiana de Wiener-Neustad (Austria), obteniendo el título de oficial en 1893. Ese mismo año emprendió un viaje a la India, visitando Filipinas. En julio de 1894 realizó un viaje de incógnito por España, a donde regresaría en varias ocasiones, especialmente a Barcelona. En 1896 el zar Nicolás I, lo nombró alférez del Ejército Imperial Ruso, siendo destinado al Regimiento de Dragones de Loubuy nº 24. Un año después, en diciembre, fue trasladado al Regimiento de la Guardia Imperial de Húsares de Grodno; y en el verano de 1899 formó parte de una comisión militar rusa enviada a Afganistán, Turquestán y Persia, pasando después de guarnición a Varsovia. En 1900 participó en la expedición contra los boxers como agregado del Estado Mayor del ejército ruso, donde se distinguió en el ataque a los fuertes de Peitan, siendo condecorado.
En 1904, intervino en la guerra rusojaponesa. Según cuenta el barón de Artagan, en el trascurso de la Batalla de Liaoyang, permaneció tres días seguidos a caballo bajo el fuego enemigo. Debido a sus méritos en esta guerra, fue ascendido a comandante de Caballería.
A la muerte de su padre, en 1909, presentó la renuncia en el Ejército ruso; renuncia que no fue aceptada por el zar, que le nombró coronel de húsares de la Guardia Imperial, aunque autorizándole a salir de Rusia. Nombrado sucesor de su padre redactó un manifiesto que daría respuesta a las cuestiones, surgidas en España, con posterioridad al Acta de Loredan, especialmente en lo referente a la cuestión social, que había ido adquiriendo importancia desde 1897, y la irrupción, en la vida política, de los regionalismos. Pero tal manifiesto no llegó a ver la luz. El 4 de noviembre de 1909, mientras tenía lugar la Guerra de Melilla, don Jaime dirigió un manifiesto a sus partidarios, en el que decía recoger la herencia de su padre. Los tradicionalistas le regalaron una espada de honor.
El tiempo que duró su jefatura de la Comunión Tradicionalista, el carlismo será conocido como jaimismo. En esa época, los jaimistas se encontraban enemistados con los lerrouxistas y los bizkaitarras, con quienes mantenían frecuentes enfrentamientos cargados de violencia, especialmente en Cataluña y Vizcaya. Don Jaime destacó por su afecto hacia los veteranos de la Tercera Guerra Carlista y en 1913 presidió un aplec tradicionalista en Lourdes con motivo de la repatriación de los restos mortales de Rafael Tristany, que resultó ser un multitudinario acto de afirmación carlista para los jaimistas catalanes.
Durante la Primera Guerra Mundial vivió bajo arresto domiciliario en Austria, sin apenas comunicación con la dirección política carlista en España. Tras la guerra, el 30 de enero de 1919 publicó un manifiesto en el que desautorizaba a la Junta Central por su campaña germanófila. El documento fue replicado por Vázquez de Mella, principal dirigente de la campaña a favor de los Imperios Centrales, y que encabezaría una escisión en el partido. Desde Francia, asumió la dirección de su partido, disolviendo su junta de gobierno y provocando la salida de Vázquez de Mella y sus partidarios del partido y del periódico jaimista, El Correo Español. En 1923 creó la Orden de la Legitimidad, que premiaba a los leales por sus sufrimientos o servicios a la causa legitimista.
Al igual que el resto de los tradicionalistas españoles, en septiembre de 1923 don Jaime acogió con simpatía el Directorio militar de Primo de Rivera, en cuya implantación habían colaborado algunos jaimistas de Barcelona afiliados a los Sindicatos Libres. Más, al ser relevados los concejales y diputados provinciales, los jaimistas fueron tratados del mismo modo que los partidos liberales, sufriendo la prensa jaimista, la censura por parte del nuevo régimen, que suspendió también, algunos de los actos programados en homenaje a los veteranos de la Tercera Guerra Carlista. El 6 de marzo de 1925, don Jaime publicaría un manifiesto en el que constataba el fracaso del Directorio militar, ya que no había puesto fin a la Guerra del Rif y había agraviado los sentimientos regionalistas disolviendo la Mancomunidad de Cataluña, al tiempo que señalaba el peligro que amenazaría a España el día que terminara la Dictadura. Este documento motivó una fuerte reacción por parte del régimen; a partir de entonces, el jaimismo estuvo contra la Dictadura. Su defensa del regionalismo y su voluntad de restaurar una monarquía española federativa, basada en los principios del tradicionalismo, no fue óbice para que se opusiera, con firmeza al separatismo, especialmente a las exaltaciones de Francesc Macià.
Tras la proclamación de la Segunda República Española en 1931, publicó, el 23 de abril, un manifiesto exponiendo sus criterios políticos ante la nueva situación, solicitando a sus partidarios que apoyasen al Gobierno provisional en todo lo que no fuese contrario a sus tradiciones para evitar desórdenes. En el mismo manifiesto deploraba la pérdida de la bandera bicolor como bandera nacional, al tiempo que afirmaba su voluntad de aunar a todos los tradicionalistas y monárquicos en un único partido monárquico, defendía el federalismo para España y pedía unas elecciones constituyentes plebiscitarias, además de advertir del peligro comunista y declararse contrario al separatismo. Dicho llamamiento fue escuchado por los integristas y mellistas, que acercaron posiciones con los jaimistas. El tradicionalismo experimentó un gran crecimiento, engrosando sus filas con nuevos adeptos procedentes del derechismo alfonsino. Don Jaime mantuvo conversaciones con Alfonso XIII para unificar las dos ramas de la dinastía borbónica, pero su muerte en París, el 2 de octubre de 1931, impidió que prosperasen.
Ramón Martín