Si se pueden hacer jaleas de cualquier fruta ¿por qué no de carambolo? esta es mi propuesta de hoy que muy gustosamente comparto con todos vosotr@s.
Cuando era pequeña recuerdo a mi madre preparando la jalea de membrillo cuando llegaba el tiempo, pero no le presté mucha atención a la forma de hacerla, pues debía yo de tener pocos años y no me quedé con la receta. Ella la preparaba fundamentalmente para mi padre, que ese sí que era un goloso de cuidado. La elaboración de la jalea era una parafernalia que a mí me parecía hasta misteriosa. Cuando quise ponerla en práctica (mi madre ya no vivía, ni nadie podía proporcionármela) tuve que hacer memoria sobre la técnica y llegué a recordar que lo primero que hacía era hervir las peladuras y corazones de los membrillos, nunca la pulpa, que guardaba para la carne de membrillo. Mi madre decía que la jalea debía ser lo más transparente posible siendo la garantía de ser superior, eso lo recuerdo perfectamente pero... no recuerdo más de lo que os he contado.
Como soy una obstinada con estos temas, conseguí hacer jaleas, lanzándome sin paracaídas, sin un soporte fiable. Os cuento mis resultados con la fruta del carambolo, que tengo que darle usos, se lo debo a mi arbolito.
Ingredientes: - Carambolos tamaño medio 10-12.- Azúcar.- Agua.
Elaboración:
Lavamos y recortamos los bordes de las aristas y los extremos de la fruta.
En una cacerola ponemos a hervir agua suficiente para que los cubra. Los echamos dentro y bajamos la llama dejando que cuezan una hora (si es en olla exprés 30 minutos). Deben quedar muy tiernos, pero sin romperse, lo comprobamos pinchando suavemente con la punta de un cuchillo. Dejamos enfriar dentro.
El líquido resultante de la cocción (habrá quedado muy reducido) lo recogemos y reservamos.
Ponemos los carambolos en una servilleta limpia (sin olor a jabón o suavizante) sobre un colador y en un recipiente amplio que pueda ir recogiendo el líquido retenido de la fruta. Dejamos 24 horas.
La pulpa la podremos utilizar para mermelada.
Mezclamos y diluimos con una cuchara de madera. Lo llevamos al fuego y cocemos a media llama diez minutos. Cuando forme espuma lo retiramos un momento, removemos hasta que desaparezca y lo volvemos a poner al fuego. Todo el tiempo tenemos que moverlo.Tres minutos antes de apartarla del fuego agregamos seis gotas de zumo de limón.
Esperamos que temple y volcamos en un recipiente de cristal o loza. Dejamos enfriar totalmente, en unas horas y si es que nos ha salido bien va a cuajar perfectamente como si se tratara de una gelatina.
Ya dispuesta la jalea, podemos utilizarla como más nos guste. Hay quien la tomaría a cucharadas como mi padre hacía con la jalea de membrillo y hay quien puede sacarle partido en preparaciones más sofisticadas en salado o repostería. Os dejo un ejemplo con este plato en donde he utilizado cebolla confitada, queso crema holandés, queso Bergader y unas almendras sin piel. Pienso que iría muy bien con foie-gras de oca o pato y en general con fiambres de caza. Sin duda la estrella la pone la jalea con su delicado toque a pétalos frescos de rosa.