James Coburn, muerde la bala

Publicado el 09 marzo 2012 por Vicented @Elcineesnuestro
En un gran número de westerns solía aparecer un actor inconfundible por su carisma,  desgarbado y con una mirada especial, a veces cínica pero siempre inteligente, común a esos actores cuyo magnetismo era capaz de transmitir la atracción necesaria para meter al espectador en el bolsillo, de esas miradas que por sí mismas te permiten saber que estás ante un grande sin necesidad de recitar textos de Shakespeare. Mirada de genio. Ese era James Coburn, conocido no sólo por sus westerns, también por sus colaboraciones con Sam Peckimpah y otras películas bélicas y de acción.
Sus inicios coincidieron con su etapa más gloriosa, empezando con el remake del film de Kurosawa Los 7 Magníficos (1960, John Sturges), en la que interpretaba a un mercenario cuya maestría con el cuchillo quedó más que patente en un par de escenas memorables. Tres años después, repitió con John Sturges, Steve McQueen y Charles Bronson en La Gran Evasión, esta vez el desierto mexicano daba paso a un campo de concentración nazi, donde protagonizó una de las huidas más míticas de la historia del cine. En 1964, regresa al oeste para acompañar a Charlton Heston y Richard Harris en Mayor Dundee, película que sería su primer trabajo con Sam Peckimpah.
En la década de los setenta viaja a Italia para rodar un par de spaguetti westerns, uno de ellos de la mano de Sergio Leone, Agáchate Maldito (1971), y vuelve a ponerse a las órdenes del tío Sam en dos ocasiones. La primera sería en un nuevo western, Pat Garrett y Billy the Kid (1973), donde dejó para el recuerdo su memorable interpretación del sheriff Garrett. La segunda y última fue La Cruz de Hierro (1977), un interesante y peculiar acercamiento al ejército nazi, en el que encarna a un soldado alemán que se enfrenta a su superior, un megalómano general, de la vieja escuela prusiana, fascinado por el honor y las condecoraciones en batalla, que fue brillantemente interpretado por Maximilian Schell.
Como suele ocurrir, los ochenta y noventa no le sentaron nada bien, con la excepción de una joya dirigida por Paul Schrader en 1997, Aflicción, protagonizada por Nick Nolte, y en la que Coburn interpretaba a un padre maltratador y alcohólico, cuyos actos condicionaron para siempre la actitud de su hijo. Esta no fue su última interpretación antes de fallecer, parece mentira, en 2002, pero si la más destacable de esta etapa final y una buena manera de decir adiós.

Cuatro grandes, de izq. a dcha.: Coburn, Sturges, McQueen y Bronson

James Coburn, algo más madurito