No es quizás ningún nombre de inventor con el que el niño británico es más familiar que con el de James Watt. En cada colegio de mecánicos o ingenieros nos encontramos en busto o impresión por la cara bondadosa, astuta y benevolente del gran inventor del motor condensador de vapor.
Es difícil para nosotros imaginarnos lo que el mundo debió haber sido antes de que James Watt entrara en escena; antes, por así decirlo, el vapor tomó su lugar y mientras tanto hombres y caballos y el viento y el agua luchaban débilmente para hacer lo que ahora hace con tales aparente facilidad.LEER MÁS »