Janucá VIII

Publicado el 14 diciembre 2011 por Zeuxis
La purificación del amor

§ 12. ONCEAVO HRÖNIR. Clave: la piedra cúbica y los espectros geométricos de Herschel
Para el último Hrönir, Gustav ensayó probar suerte con el Cronovisor, al parecer esta maquina de fotografías se basaba en la teoría de que cada ser en el universo no sólo proyecta una sombra, un reflejó dado por la luz, sino que tras de sí también se puede apreciar una rastro sonoro y otro visual; este fenómeno es un vestigio que queda entre las cosas y es recuperable por medio de la recomposición de esas energías. Lo que quería decirme Gustav era que al parecer esa máquina confusa y extraña podía darnos un registro fotográfico del pasado; la cámara podía capturar el rastro energético de luz y sonido en formas de imágenes. Este invento me conmocionó, no hallaba la hora de comprobar su funcionamiento.Llegamos muy temprano a la biblioteca, nuestra bitácora estaba tocando puerto, sólo faltaba este hrönir y el ur que yo había producido años atrás. Nunca pensé que el divertimento se hubiese convertido en una investigación de tal magnitud; en mi cabeza rondaban los siniestros fantasmas, cada uno tan idéntico y a la vez tan  único con su universo a cuestas.Acomodamos el cronovisor en una de las mesas, el personal de vigilancia se mostró diligente ya que la máquina parecía una de esas antiguas cámaras de fotografía y al parecer les causaba gracia que en plena invención de la holografía nosotros estuviéramos fotografiando con un dispositivo de fuelle.Dispusimos el artefacto encima de un trípode mediano y en dirección al rincón donde la cita entre Gustav e Isabella se había dado.Gustav precisó algunas otras operaciones y empezó a obturar el disparador, todo el mundo pensó que estábamos realizando una especie de performance y comenzaron a sentarse en las mesas más cercanas. Luego de oprimir durante algunos segundos otro botón que estaba ubicado en la parte lateral de la máquina, esta comenzó a hacer un clic agudo como el de un reloj, pero el intervalo que hacía entre uno y otro sonido  tenía una pausa de unos diez segundos. Gustav me hizo una señal y fuimos a reclamar algunos libros. El resto de la tarde la pasamos sentados leyendo, buscando algo que nos pudiese dar indicios sobre cada una de las claves que habíamos encontrado en los Hrönirs anteriores.La gente perdió el interés y tras un comentario resentido volvían a sus lecturas. Es impresionante observar como los humanos nos entrometemos sin la menor prudencia en cosas que no nos competen y como cuando nos percatamos que estas cosas en las cuales nos entrometimos no tienen ninguna relación con nuestra curiosidad las deploramos como si aquellos hechos nos hubiesen obligado  a perder nuestro valioso tiempo. Así se encontraban esas personas que nunca habíamos invitado a ser espectadores de nuestra propia actividad.En la noche salimos de la biblioteca, los vigilantes a esa hora nos miraban con gesto desconfiado, al parecer nuestro proceder les había causado desconcierto pero no se atrevían a preguntar.Al siguiente día en la habitación de hotel nos dispusimos  a clasificar las impresiones. La máquina reprodujo 386 fotografías en total. Once se encontraban en blanco y negro, otras once se hallaban en color y las 365 restantes se encontraban en sepia. Para poder hallar la fotografía perteneciente al onceavo Hrönir debíamos hacer una pequeña operación matemática. El primer grupo de fotos en blanco y negro pertenecían a una captura de sonido, la cámara en este sentido era como una especie de sonar: habían sido once porque once era el número de hrönir que queríamos recuperar, el único problema era que la cámara no nos daría los hrönirs en el orden como los habíamos escrito, es más, nosotros mismos no sabíamos cuál era el orden verdadero de las historias, ¿cuál había sido primero, cuál la última?, con esta máquina podíamos develar ese orden. Lo primero que debíamos hacer era sumar los dos dígitos de la primera cifra; en este caso uno más uno y tener ese resultado presente. Esta misma operación se realizaba con las capturas de imagen, las once impresiones en color daban también la misma cifra, por lo tanto teníamos por el momento un cuatro. Ahora debíamos sumar la totalidad de las fotos primitivas, las once del sonido y las once de la imagen lo que nos daba 21 y este número permutarlo en una sola cifra, en este caso 3, la suma de cuatro más tres nos daba 7, este era el primer número clave, luego pasamos a la permutación de las fotos en sepia, el resultado de la suma de sus números nos dio catorce y el de este cinco. Teníamos por lo tanto dos cifras: el siete y el cinco que también debían sumarse, el resultado se permutó de igual forma dando finalmente un cuatro al que debía sumársele, finalmente, las dos formas de recomposición de la máquina. El resultado: un seis.Gustav hizo estas operaciones en una especie de calculadora añadida a la máquina, tras realizada la operación el artefacto comenzó a trabajar. Gustav me explicó que la cámara mezclaría la impresión número seis de sonido con la número seis de imagen y nos daría como producto la fotografía sepia que pertenecía al onceavo hrönir. Lo que pude sacar de todo este confuso accionar fue que la onceava historia que íbamos a describir se trataba en realidad del sexto encuentro que se había dado de hrönirs.La imagen en sepia que obtuvimos no tenía nada de singular, reproducía a dos chicos sentados al fondo de una sala de lectura alrededor de una mesa mediana. ¿Cómo podíamos distinguir las claves?, en ninguna de ellas encontrábamos ramas doradas, mimosas púdicas u otras pruebas de algo distintivo, estaban simplemente limpias de cualquier rastro que nos condujera a la singularidad.Gustav tomó la foto y la metió en un recipiente parecido al cubo de Rubrick pero en realidad esta otra máquina era un teseracto, al introducir la fotografía el teseracto giro y luego se retrotrajo para después emerger con una de sus caras, la fotografía había desaparecido, el cubo se la había tragado pero en su lugar la cara saliente había quedado tatuada con una imagen en psicodelia, era una imagen espectacular, cada objeto representado estaba rodeado por un halo de colores indescifrables, el éter, las auras todo podía captarse en esa imagen, de pronto, ante nuestros ojos, pudimos apreciar los objetos que por fin sabíamos eran la clave de esta historia.Al ver esa imagen caleidoscópica Gustav pareció entrar en una especie de trance, yo estaba emocionado, en los años que llevaba al lado de este viejo había vivido experiencias totalmente inclasificables, sobre mí, pesaba un cúmulo de conocimientos que ningún otro ser humano tenía. Gustav comenzó a relatar que aquella tarde tras la irrupción de Marcial en la brana, no sólo había filtrado su trampa dimensional sino también había ocasionado un daño en el portal madre. La única forma de explicar lo que me decía era que la puerta principal para dejar entrar o salir, para pasar de una dimensión a otra había quedado abierta por unos minutos de más, lo que había sucedido entonces tras aquello era esa imagen psicodélica, el hrönir de Gustav había podido observar aquella tarde no sólo el aura de Isabella sino los espectros geométricos de Herschel que la circundaban. Gustav pudo comprender el origen de todos los poderes de Isabella, aquella tarde pudo entender su cabello cenagoso, los ojos y las dos líneas de la vida que le nacían en cada una de las palmas de sus manos. Tres poderes atroces, definitivos que lo habían dejado estupefacto. Para poder proteger  a Isabella Gustav echó mano de la piedra cúbica arrojándola contra la psicodelia, la piedra se abrió extendiendo sus caras hasta formar una cruz, succionó todos los colores y tras fundir espacio y tiempo dentro de un círculo que se contrajo hasta desaparecer, volvió a su forma original rodando sobre el suelo hasta los pies de Gustav. Favio le había enseñado este truco pero nunca lo había tenido que utilizar. Su arma había logrado cerrar la gran puerta.― Que hermosa piedra ―. Exclamó Isabella que parecía no haberse percatado de todo lo sucedido.― Sí, es hermosa, te la he traído especialmente, quiero que la lleves siempre contigo―  ¿En serio?, que bonito, entonces, ¿es una especie de talismán?― Nada de eso, digamos que es una especie de símbolo de nuestro amor.Cuando terminamos de interpretar toda la historia Gustav me manifestó que le había dicho aquello para protegerla «Debía decirle eso, era más seguro que ella la llevara siempre consigo tras esa confesión». Yo lo entendí bien, él le había entregado a ella un arma indispensable, él mismo  había quedado más vulnerable que cualquiera, sin embargo no le había importado, lo que había hecho lo había realizado por amor verdadero. Bajamos al bar a distraernos un poco pero Gustav  seguía manifestando una cara de preocupado que me causaba miedo, no lo entendía muy bien, ya habíamos revelado todos los hrönir ¿por qué entonces parecía insatisfecho y preocupado?― Si yo pude ver los espectros quiere decir que Marcial también pudo verlos.