Aún se me ponen los pelos de punta al ver las imágenes del tsunami que arrasó el pasado viernes Japón. Hasta el momento se desconoce aún cuantas son las víctimas pero entre los cuerpos encontrados y los que aún no han aparecido se baraja la cifra de 10 mil personas. Pero es que encima las autoridades japonesas han emitido hoy lunes una nueva alerta por un tsunami con olas de hasta tres metros de altura para toda la costa del Pacífico. Tan sólo tres días después, una réplica de 6,2 grados de magnitud en la escala de Richter ha sacudido la prefectura de Ibaraki, ubicada en la costa este de Japón, por lo que nos podemos dar cuenta de cuan caprichosa es la naturaleza y qué poco parece importarle los conceptos de daños o perjuicios.
A todo lo ya contado durante este fin de semana, hay que sumarle la crisis nuclear que está viviendo el país, puesto que ya son dos los reactores dañados en la central nuclear de Fukushima, algo que como ya apuntan desde diferentes organismos internacionales, puede traducirse en una nueva catástrofe nuclear superada sólo por la de “Chernobil” y la de “Three Mile Island”. Al parecer, ya los pasados días, en la planta, tuvieron que expulsar gases radioactivos para evitar una explosión mayor, lo que se ha traducido en un incremento del nivel de radiación en la zona. Y es que los gases radioactivos contienen un alto índice de yodo y cesio, y estos, aumentan el riesgo de todo tipo de cánceres, especialmente de huesos, músculos y tumores cerebrales, además de disminuir la inmunidad del organismo y aumentar la capacidad de sufrir otras patologías.
Y si nos centramos en la situación de las infraestructuras del país, donde podemos ver cómo ciudades enteras han desaparecido, tenemos que evaluar cuánto va a costar poder volver a la normalidad para los habitantes que, según comentan los diferentes enviados especiales a la zona, aún andan desorientados por las calles. Hoy la bolsa se cebaba de manera indiscriminada con Japón, por lo que el índice Nikkei de la Bolsa de Tokio caía al cierre 633,94 puntos, un 6,15%. Algo que afectará profundamente a la recuperación económica.
Lo único que puedo decir desde aquí es que, creo que no estamos exentos de lo sucedido en el país asiático puesto que como seres de este planeta, ya seamos de diferente raza, cultura o creencia religiosa, tenemos que ayudarnos entre nosotros, sobre todo cuando lo peor está aún por llegar. Sí, ahora llega el momento de intentar encontrar los cuerpos de los familiares y amigos, evitar que se propaguen enfermedades contagiosas y sobre todo, ayudar a aquellos que en cuestión de minutos vieron como todo lo que poseían se los arrebató una ola.
Humildemente, espero, ya no solo que las ayudas de la diplomacia internacional se traduzcan en buenas intenciones durante las primeras semanas en que la prensa está pendiente de la tragedia, sino que continúen hasta que los asiáticos puedan recuperarse levemente de la situación por la que pasan ahora mismo. Porque como dice un proverbio japonés: “Con leña prometida, no se calienta la casa”.
Esta es la crónica habitual, de un día como otro cualquiera…