Camaradas,
Reunida en la bahía de Tankan desde el 22 de noviembre, la Flota Kido Butai de Nagumo se compone de los portaaviones Akagi y Kaga, Hiryu y Soryu, y Shokaku y Zuikaku, dos acorazados -Hiei y Kirishima-, dos cruceros pesados -Tone y Chikuma-, uno ligero, 16 destructores y tres submarinos. En cubierta se embarcan reservas de combustible, bombas perforantes para el bombardeo a gran altura y torpedos provistos de aletas estabilizadoras de madera, especiales para uso en aguas de poca profundidad.
Por delante de la Flota de Nagumo, zarpan de Japón 27 submarinos con el objetivo de patrullar las cercanías de Pearl Harbor y sus accesos. De los 27, cinco transportan submarinos enanos, que deberán introducirse en el puerto y atacar a los buques norteamericanos allí anclados. Todos los buques cuentan con torpedos de 610 mm propulsados por oxígeno líquido, los más poderosos del momento.
El 25 de noviembre Yamamoto da la orden de iniciar el ataque. La Flota sale al día siguiente, navegando por aguas poco concurridas. El sigilo es clave para el éxito de la operación: cualquier barco americano, inglés u holandés que sea avistado deberá ser inmediatamente hundido; si es de otra nacionalidad, deberá ser capturado para evitar que envíe cualquier mensaje. La radio ha de permanecer en silencio, al tiempo que, como medida de contrainformación, el resto de buques japoneses en el Pacífico intensificará sus mensajes para equivocar al enemigo. El día 3 se abastece en alta mar. Cualquier encuentro con un buque americano antes del día 6 eliminaría el factor sorpresa, lo que haría que el ataque fuese suspendido. Si el descubrimiento se produjera más tarde, la decisión de continuar con el plan previsto correspondería al propio Nagumo. Una última opción prevé que la Flota se detenga a la espera de órdenes, caso de que las negociaciones con Washington así lo requieran.
Sobre el papel, se espera que con el ataque se derrote definitivamente a la Flota americana del Pacífico, anclada en Pearl Harbor, y especialmente a los portaaviones Lexington y Enterprise. Para ello partirán dos oleadas de aviones. La primera, con 183 aparatos al mando de Fuchida -49 bombarderos de vuelo horizontal equipados con bombas perforantes, 40 torpederos Nakajima B5N2 Kate, 51 Aichi D3A Val y 43 Mitsubishi A6M Zero de escolta-, saldrán a las 6 de la mañana a 275 millas al norte de Pearl Harbor con la misión de destruir las cinco bases aéreas norteamericanas en la isla de Oahu. Los japoneses desconocen que existe una sexta. También se atacará la base de hidroaviones de Kanehoe y, por último, la isla Ford, base de la Flota. Si ésta no se halla en puerto, la orden es buscarla en un radio de 150 millas al sur de la isla.
La segunda oleada estará compuesta por 213 aparatos, con otros 30 de reconocimiento que se situarían por encima y 40 más en reserva. Una vez producido el ataque, todas las unidades deberán volver a sus puntos de partida, previo paso por un punto de abastecimiento de combustible.
Con una velocidad de 13 nudos, el 4 de diciembre la Flota atraviesa la línea internacional del cambio de fecha y pone rumbo sudeste, incrementando su velocidad hasta los 25 nudos y abandonando a los buques auxiliares.
La radio capta las transmisiones norteamericanas que indican que en Oahu no se espera ningún ataque y que los vuelos de reconocimiento norteamericanos se producen al sudoeste de la isla. La primera decepción japonesa se produce cuando reciben la noticia, facilitada por un espía, de que en Pearl Harbor se encuentran ocho acorazados, pero ningún portaaviones.
El 6 de diciembre a las 21 horas, la Flota llega al punto en que debe dirigirse hacia el Sudoeste. El Akagi iza la bandera que fuera enarbolada por el almirante Togo durante la Batalla de Tsushima en 1905. Al mismo tiempo, los submarinos enanos inician su entrada en la rada de Pearl Harbor, aprovechando que la malla antisubmarinos no se encuentra desplegada.
Despega la primera oleada.
El 7 de diciembre, a las 5 de la madrugada, desde los cruceros Tone y Chikuma salen dos hidroaviones de reconocimiento para explorar las rutas de Pearl Harbor y Lahaida y buscar a los portaaviones norteamericanos. Hora y cuarto más tarde parte la primera oleada de ataque en dirección sur.
En Pearl Harbor, el domingo 7 de diciembre de 1941 se encuentra anclada la Flota Norteamericana del Pacífico, en total 94 buques. De ellos, ocho son acorazados -Pennsylvania, Arizona, Nevada, Oklahoma, Tennessee, California, Maryland y West Virginia- y ocho cruceros -New Orleans, San Francisco, Raleigh, Detroit, Phoenix, Honolulu, St. Louis y Helena. Los portaaviones Lexington y Enterprise se hallan en alta mar, el primero regresando de la isla de Wake y el segundo rumbo a Midway.
La base de Pearl Harbor dispone del mayor dique flotante del mundo, con 350 metros de largo, capaz de albergar a la vez a un acorazado y un crucero; hay varias pistas de aviación y se encuentra defendida por el refugio natural Diamond Head, con baterías antiaéreas. En el momento del ataque, de las treinta y una baterías antiaéreas de tierra sólo cuatro están en posición. Únicamente la cuarta parte de los ciento ochenta cañones antiaéreos de la Flota disponen de su dotación.
A cargo de la base está el Almirante Kimmel, jefe de la Flota del Pacífico, y como jefe de la guarnición de tierra el Teniente General Short. Las únicas señales de actividad bélica las proporcionan las tropas de Short, quienes se dirigen a sus puestos tras recibir la "señal de alarma 1", esto es, previsión de actos de sabotaje realizados por la población japonesa. Por ser domingo, la Flota se encuentra anclada en puerto, pues la costumbre es regresar a Pearl Harbor el fin de semana.
A comienzos de diciembre, el servicio de desciframiento norteamericano conoce que todo el personal diplomático japonés ha recibido la orden de destruir sus claves secretas y los documentos reservados. Además, se sabe que el cónsul nipón en Honolulu ha recibido información sobre la localización de las unidades de la Flota del Pacífico. Inexplicablemente, estos indicios no hacen al Mando norteamericano prever ningún ataque por parte de Japón. Tampoco lo ha hecho la información recibida según la cual el servicio de interceptación de mensajes habría perdido el rastro a los portaaviones japoneses, interpretando que estos se hallan anclados en algún puerto nipón. En consecuencia, no ha sido enviado ningún aparato de reconocimiento ni se han incrementado las medidas de seguridad en la base.
Por último, el Mando norteamericano está convencido de que, caso de producirse un ataque japonés sobre la isla, éste tendría lugar por el sur mediante una operación anfibia. Este convencimiento se ha visto refrendado por el hecho de que aviones de reconocimiento británicos y americanos hayan avistado varios convoyes de tropas japonesas navegando por el golfo de Siam. Minusvalorando la capacidad japonesa, los americanos piensan que esta operación requeriría del grueso de los portaaviones nipones, lo que impide que el ataque se produzca de manera simultánea. Sin embargo, esto es lo que finalmente ha sucedido.
El día 6 de diciembre, al tiempo que a bordo de los portaaviones japoneses tiene lugar la ceremonia de consagración de la batalla, los servicios de información americanos se afanan en descifrar los mensajes en "clave púrpura", hallando que Japón se propone rechazar las condiciones del ultimátum norteamericano del 6 de noviembre, lo que, en la práctica, significa la guerra.
Simultáneamente, en Washington se intercepta y descifra un mensaje japonés según el cual se dan instrucciones al embajador para que el día 7 a las 13, hora local, comunique oficialmente la ruptura de negociaciones. El contenido del mensaje lo conoce el Almirante Stark, Jefe de Operaciones Navales, a las 9,15 horas. 35 minutos más tarde es transmitido al Secretario de Estado. Los dos caen en la cuenta de que la hora prevista por los japoneses para la ruptura de las negociaciones coincide con el amanecer en Honolulu y, por tanto, con el inicio de un posible ataque. A pesar de ello, no es sino hasta más de una hora más tarde cuando el jefe del Estado Mayor General, Marshall, lee el mensaje, proponiendo a Stark que se ponga en alerta a las Fuerzas Armadas. Esta opción no es, sin embargo, aprobada, por lo que Marshall redacta un mensaje personal de aviso que es cifrado y transmitido a las 12 de la mañana, hora de Washington. Para cuando llega a Pearl Harbor, el ataque japonés ya está en pleno desarrollo.
¡Tora! ¡Tora! ¡Tora!.
En las primeras horas del día 7, el dragaminas norteamericano Condor avista el periscopio de un submarino durante el desarrollo de una misión rutinaria. A pesar de transmitir la información al destructor Ward, que se halla de servicio, ésta no se comunica a la estación del puerto. Se busca en vano al submarino durante dos horas, hasta que finalmente un hidroavión lo localiza y señaliza su posición mediante bombas fumígenas. Finalmente, a las 6,45 horas, el Ward destruye al enemigo, un submarino de bolsillo, mediante cargas de profundidad y disparos de cañón. Hasta las 7,12 el Almirante Kimmel no es informado del incidente, quien se dirige a toda velocidad a la isla Ford, en Pearl Harbor.
Otro incidente desvela la impericia norteamericana. Poco después del despegue de la primera oleada japonesa a las 6:15 horas, operarios que se están ejercitando en la estación de radar de Opana observan en sus pantallas la presencia de varios aviones, a 220 kilómetros de distancia. Calculan su origen y transmiten la información al Centro base en Pearl Harbor, quien les contesta que se espera la llegada de un contingente de aviones B-17 desde el continente.
Al avistar la costa de Oahu, la primera oleada de aviones japoneses adopta sus formaciones de ataque y se dirige a sus objetivos. Ante la ausencia de oposición, el comandante Mitsuo Fuchida notifica que la Flota Norteamericana del Pacífico ha sido cogido por sorpresa. Su mensaje consiste en una sola palabra repetida tres veces: "¡Tora! ¡Tora! ¡Tora!" ("¡Tigre! ¡Tigre! ¡Tigre!").
Vídeo del ataque desde el punto de vista japonés.
Vídeo del ataque desde el punto de vista norteamericano.
Saludados por la población local que habita junto a las playas, los aviones de Fuchida vuelan a lo largo de la costa occidental, confundidos con aviones propios. Inmediatamente, los aviones se disponen para el ataque, poniendo en la práctica una maniobra aprendida de memoria durante los entrenamientos. Los pilotos japoneses conocen Pearl Harbor, pues han estudiado el objetivo a través de mapas y maquetas, de tal manera que cada uno conoce de antemano cuál es su misión.
Los escuadrones de bombarderos se agrupan en escuadrillas de ataque, cada una con la misión de realizar un ataque sobre los aeródromos. Los bombarderos horizontales adoptan las rutas de aproximación previstas, lo que permite a sus artilleros apuntar con gran precisión, al tiempo que los torpederos comienzan la maniobra de picado sobre los acorazados norteamericanos.
A las 7:50 comienza el ataque sobre los aeródromos, destruyendo en tierra al grueso de los aparatos. La labor se ve facilitada por la concentración de los aviones americanos y su disposición ala con ala. Al mismo tiempo, la guardia de los acorazados se prepara para izar la bandera. Observan con estupor cómo los torpederos japoneses descienden en picado, lanzan su carga y la estela de los torpedos se dirige hacia ellos.
Cinco acorazados -West Virginia, Arizona, Nevada, Oklahoma y California- reciben el impacto de los primeros torpedos. De momento, el buque insignia Pensylvania logra salvarse por encontrarse en dique seco, así como el Tennessee y el Maryland, lejos de la primera descarga. Reciben impactos también el Utah y los cruceros ligeros Raleigh y Helena.
Rápidamente las tripulaciones de los buques consiguen llegar a sus puestos de combate, al tiempo que las dotaciones auxiliares se afanan por apagar los incendios y reparar los daños. La tripulación del Nevada consigue ponerlo en movimiento, encaminándose hacia la salida del puerto. Sin embargo, los atacantes pueden operar a placer y disparar con precisión sobre sus objetivos: el Tennessee recibe el impacto de una bomba que perfora los 13 cm. de blindaje de una de sus torres, estallando en su interior; el Arizona es alcanzado por otro proyectil que, tras atravesar su cubierta, explota en los depósitos de proa y parte el buque en dos. El Maryland y el California sufren también serios daños.
Cuando cesa el primer ataque a las 8:25, la práctica totalidad de los aviones americanos ha sido destruida o puesta fuera de combate. El Arizona se ha hundido con más de un millar de sus tripulantes; el West Virginia se está hundiendo, presa de las llamas; el Oklahoma ha volcado; el Tennessee arde, con una torre destrozada; el California se va a pique, a pesar de los esfuerzos de su tripulación; otro tanto ocurre con el Utah; el Raleigh se mantiene a flote gracias a los amarres, a pesar de hallarse totalmente inundado.
Al mismo tiempo, los submarinos enanos entran en acción, aunque sin demasiado éxito. Aprovechando que la red de protección se encuentra abierta, uno de ellos penetra en el puerto, siendo localizado mientras lanza un torpedo contra un buque de apoyo. El proyectil erra el blanco y el submarino resulta hundido mediante cargas de profundidad. Tres submarinos más desaparecen sin dejar rastro, mientras que el último se encalla en la playa. Uno de sus miembros de su dotación muere ahogado al intentar huir a nado. El otro, Kazuo Sakamaki, exhausto, es arrastrado por la corriente a la playa y se convierte en el primer prisionero japonés que capturan los norteamericanos en la guerra.
Segunda oleada.
El segundo ataque da comienzo a las 8:40 horas con 54 bombarderos, 80 bombarderos en picado y 36 cazas. La dirige el comandante Shimazaki, del portaaviones Zuikaku, quien da la orden de despegue una hora después de que haya partido la primera oleada.
Prevenidos y dispuestos, esta segunda oleada se encuentra con mejores defensas americanas. Los sirvientes de los cañones acuden a sus puestos y la munición es aprovisionada. En consecuencia, algunos de los bombarderos atacantes caen abatidos. A pesar ello, el Pennsylvania resulta alcanzado, tres destructores quedan fuera de combate y el Nevada es obligado a encallar.
A las 10 de la mañana se da por finalizado el ataque. A pesar de no haber encontrado el objetivo principal, los portaaviones Enterprise y Lexington, Nagumo está satisfecho con los daños infligidos, considerando que las pérdidas causadas son un gran golpe contra la presencia americana en el Pacífico.
Afortunadamente para Washington, Nagumo ha desoído los consejos de Fuchida y otros comandantes, que han solicitado otro ataque más para completar la destrucción de la Flota del Pacífico. Así pues, da orden a la Flota Kido Butai de emprender la retirada. Particularmente desafortunada ha sido la decisión de no iniciar la búsqueda de los portaaviones norteamericanos, pues el Enterprise se halla de regreso a Pearl Harbor y no habría podido resistir un ataque masivo.
De los 183 aparatos de la primera oleada sólo faltan nueve sobre la cubierta de los portaaviones. El segundo ataque ha tenido menos fortuna: tan sólo han regresado 150 aparatos. La flota japonesa ha cumplido su misión y ha puesto rumbo hacia el noroeste. Aparte de los 29 aviones perdidos, Nagumo debe contabilizar la muerte o captura de 55 pilotos y tripulantes, la de diez submarinistas y la destrucción de sus cinco submarinos enanos, que se han mostrado completamente ineficaces.
La contabilidad norteamericana ha sido mucho más dolorosa y lenta: 2.403 muertos y 1.778 heridos es su tragedia humana. En lo material hay que contabilizar la destrucción de los acorazados Arizona y Oklahoma; las grandes averías y destrozos sufridos por el West Virginia, California y Nevada (que serán reparados, los dos primeros dentro de varios años); el hundimiento de tres destructores y cuatro buques más pequeños; además, han sufrido daños graves tres cruceros y tres destructores más. En total, 300.000 toneladas de buques de guerra han sido destruidas o inutilizadas temporalmente. Las pérdidas aéreas se ascienden a 183 aviones destruidos y 63 parcialmente dañados, casi el total de los que se hallan en la isla.
Un análisis posterior acorta, sin embargo, el éxito japonés. Al alejarse de las Hawaii, Nagumo ha perdido la oportunidad de su vida. En Pearl Harbor han quedado más de 70 buques indemnes, entre ellos tres acorazados, con escasos daños, y una docena de cruceros, inmensos talleres y diques secos cuya destrucción habría supuesto para los Estados Unidos mayor pérdida que la de sus dos acorazados hundidos y, sobre todo, inmensos depósitos de combustible que hubieran paralizado a la flota norteamericana durante meses.
A pesar de todo, ha sido una gran victoria, que sabemos será el primer paso hacia la gloria de nuestro aliado, defensor de la causa justa. Cien millones de japoneses están decididos a sacrificarse por su patria en la guerra contra los Estados Unidos e Inglaterra. La culpa hay que buscarla en las continuas amenazas y arrogancias del Presidente de los Estados Unidos y en su desenfrenada carrera imperialista en todos los mares, Ya tiene el Señor Roosevelt la guerra que quería. Ahora, su pueblo tendrá que combatir, y esto es otra cosa.
Es lebe Japan! Es lebe die Achsenmächte!Gott straffe Amerika!