JUGADA 46. Tom Coughlin mueve: Torre 7 Caballo Dama. Jaque Mate.
El ajedrez se divide en apertura, medio juego y finales. Tan importante es escoger la estrategia más adecuada, como combinar los elementos tácticos. Y en igualdad de fuerzas y capacidades, aquel que sepa jugar los momentos decisivos de una partida -incluso los últimos minutos de un partido-, probablemente será quien acabe llevándose la victoria.
Belichick & Coughlin movieron sus peones como se esperaba. Los Giants castigaron inmisericordes la defensiva Patriota hasta el límite de la extenuación. Ante el gran trabajo de la cobertura de New England, los G-men no buscaron tanto la celada de los bigplays como ir ganando, sin prisas, ni urgencias, cada uno de los downs posibles. Paso a paso, inche by inche, play by play, cada uno de los downs posibles. Brandon Jacobs rompía placajes con su artillería pesada, Ahmad Bradshaw golpeaba la línea en una labor sombría pero fundamental y mientras Víctor Cruz concentraba la atención de los safetys en doble cobertura, Hakeem Nicks sorprendía en la media distancia. Hoy sabemos que los dos Super Bowls del "hermano de Peyton" puede que no sean suficientes como para elevarlo a la categoría de élite, pero hemos comprobado que los New York Giants jamás podrían tener un mariscal de campo mejor que Eli Manning.
Como anticipé, una magnífica gestión del tiempo apartó a Tom Brady del ataque pues, en el parcial de los dos primeros cuartos, el quarterback de los Pats jugó la mitad del tiempo que Eli estuvo en pantalla y casi un sesenta por ciento menos en el total del partido. El pass rush de New York impuso sobre Brady una presión, más psicológica que efectiva, consiguiendo que su juego fuera errático, en ocasiones precipitado, desacertado, desajustado, chirriante como un motor que no halla su punto perfecto. Incluso Belichick pareció ofuscado al renunciar a la ofensiva no-huddle que tan excelentes resultados proporcionó a su equipo en los minutos finales del segundo cuarto.
En la vida, en el ajedrez o en el football, la suerte no existe. Es un mito. Una bazofia. Una gran mentira. Una excusa a la que siempre recurren los perdedores. Un pase dejado caer provocará que los fans acusen al receptor de estar poco acertado aunque quizá, de forma impercentible, uno adivine tras ello una mala decisión, un ovoide proyectado unos milímetros atrás o una décima de segundo demasiado tarde o demasiado pronto. Pulgadas suficientes como para que alguien crea que esa jugada debía de ser completada. Las malas decisiones existen y ocurren en el momento más insospechado y en las manos de quienes menos esperamos. Construimos dioses y ellos se empeñan en demostrarnos que son mortales, grandísimos jugadores sujetos al error. Así, Tom Brady, huyendo de la caza del front four rival y desplazado fuera del pocket, decide apostar en el casino de Vince Lombardi un pase, cuarenta yardas más allá, que acaba en una intercepción.
Habréis leído que le llaman football antiguo, football ramplón, football del pasado, football caduco, football ortodoxo como si ello fuera un demérito. Señores: That's football!!!. El valor que desde este blog he defendido tantas semanas ha acabado por imponerse. Me divierto como el primero con el ataque de fuegos artificiales, pero cuando las cosas se ponen duras, el football equilibrado, aquel que apuesta tanto por desarrollar un buen juego de carrera, un contundente juego de pase y una defensa dominante, es el que acaba ocupando las portadas de todos los informativos. Tom Coughlin nos regaló su maestría de principio a fin y sus jugadores le siguieron ciega y disciplinadamente. Aplicó su game play y el partido soñado mil veces ante una pizarra, simplemente sucedió. Una victoria de leyenda. Sabor a football.