Jarabe, licor, Yago y la magdalena de Proust

Publicado el 13 abril 2012 por Maac @Elblogdemaac


Hay un licor italiano de color oscuro, bastante denso, dulce y con un punto de amargor que tiene la particularidad de que cada vez que lo pruebo evoca momentos de mi infancia, pero de una infancia muy remota. Yo nací en un pueblo en el interior de la provincia de Valencia y mis padres se mudaron cerca de la capital cuando yo tan sólo tenía cuatro años. Poco recuerdo de entonces, o quizás no tan poco:
Viaje en autobús con mi madre embarazada (yo había dado tantos problemas en el parto que mi madre no quiso repetir con el comadrón del pueblo); nacimiento de mi hermana y visita al hospital para ver a mi madre que asomándose desde una ventana (no me dejaban entrar al hospital) me enseñaba el nuevo miembro de la familia, lloros por no poder subir a verlas;  partida de parchis con mi abuela junto a una televisión en blanco y negro emitiendo imágenes de astronautas; caída en el lavadero por la que descubrí que hacía pie y aquello no era el abismo que me habían contado, cariño con que después de la inmersión mi abuela y mi madre, para que no pillara una pulmonía, me pusieron a calentarme, desnudo y tapado con una manta, junto a la estufa de leña; careta de cartón que me trajo mi padre tras hacer un viaje a Teruel; balonazo en el patio del colegio mientras los mayores jugaban al fútbol con un balón de reglamento; enrome bola de nieve que iba creciendo conforme la bajábamos cuesta abajo por las calles del pueblo;  viajes en coche con mi padre por los pueblos de los alrededores para comprar ovejas; meriendas de pan y chocolate o de pan, vino y azúcar; el plato con el pescado comprado en el mercado los jueves; comer zanahorias que mi abuelo me pelaba estando sentados junto a una chimenea del corral; marcas que mi abuelo hacía en la pared mientras su nieto iba creciendo; cuento de la "cabecica" de ajos; los Chipiritiflaúticos; renacuajos (cucharones los llamábamos); canales hechos cuando llovía para que por ellos pasaran barcos (todavía no estaba el pueblo asfaltado); caramelos Pictolin; caballo de madera; olor a tomate frito y a patatas fritas, mermelada de tomate, pan hecho en casa y llevado a cocer al horno municipal, sequillos, rosquilletas, bandeja de naranjas en rodajas con azúcar por encima, malta con leche y sopas de pan, refrescos hechos con jarabe y dos papeletas de gaeosa una blanca y otra azul, botijos de agua fresca o de agua con cazalla; baños de domingo en palangana; puertas de casas abiertas; la obsesión con que al llegar a la ciudad viviéramos en  un edificio muy alto y en el último piso y el jarabe que me recetaba el médico con sabor a AVERNA.

El Amaro Averna es un licor que se produce en el interior de Sicilia, en Caltanissetta, antiguas minas de azufre marcan el perfil de sus montañas de colores verdes en primavera y amarillos el resto del año, este licor lo inventó o lo perfeccionó Salvatore Averna, de ahí su nombre, a mediados del siglo XIX. Un digestivo que se suele servir con o sin hielo e incluso se utiliza como ingrediente en algunos cócteles. La receta original data de 1868, se produce en alambique y está compuesto por hierbas, raices y cortezas de cítricos mezclados con una base de licor  antes de añadir caramelo (de ahí su oscuro color, como de café) y a  mí me recuerda muchísimo a un jarabe de mi infancia.
Aunque tratándose de Sicilia lo más ambientado sería escuchar un famoso fragmento de Cavalleria rusticana, nos vamos más al norte y escuchamos el brindis de Yago en el Otello de Verdi por el gran barítono Riccardo Stracciari (cualquier excusa es buena para escuchar un barítono como Dios manda), bebed conmigo y remojad el gaznate, no con vino sino con Averna, aunque tampoco estaría mal hacerlo con algún caldo elaborado con la variedad Siciliana por excelencia, Nero d'Avola :


¡Quien haya mordido el cebo del ditirambo desvergonzado y extraño,  beba conmigo, beba, beba, beba conmigo!  (Yago)