Jardín del pájaro

Por Javieragra

En esta fotografía, tomada mientras subimos hacia Cuatro Caminos, vemos diferentes cimas de la CUERDA DE LOS PINGANILLOS por cuyos recovecos interiores pretendemos explorar esta jornada.
Podría parecer que después de varios lustros recorriendo la Pedriza de Madrid, no tendría que quedar ningún lugar escondido para nuestras andanzas o andadas pues ambos términos tienen sus puntos peculiares que les hacen ser distintos con parecer tan iguales. Seguimos encontrando, amable lector, vericuetos recónditos de asombro y embeleso. 
Tal nos ocurrió la mañana que llegamos al Jardín y al Salón del Pájaro. Habíamos comenzado nuestra madrugadora marcha desde el muy frecuentado aparcamiento de Canto Cochino con el deseo de descubrir este ensoñador lugar que dicho tengo. Caminando por la “autovía de la Pedriza” en dirección a Cuatro Caminos, cruzamos el arroyo de Los Poyos y, después de una curva del sendero que asciende por la suave pendiente, nos topamos con la pequeña senda que buscamos, señalada con un hito marca la dirección hacia la base del Risco de Los Pájaro por entre poderosas jaras y reducidas encinas en una fuerte pendiente.
Primera brecha o chimenea que nos encontramos en nuestro ascenso y que va a terminar en el Jardín del Pájaro.
Llegados a la altura del platillo Volante y la base del Pájaro, la montaña disminuye el matorral y aumenta la gruesa piedra. Los montañeros, guiados por el instinto y algún que otro hito, continuamos subiendo próximos a las gruesas y fornidas paredes. A nuestra derecha sale en ascensión dolorosa una primera chimenea que, de haberla seguido, nos hubiera dejado justamente en el Jardín del Pájaro (por donde se hizo la primera ascensión al Pájaro en mil novecientos diez y seis); pero es peleona en demasía para la mayor parte de los montañeros, también para nosotros.
Estamos en la segunda chimenea, por la que ascendemos hasta el Jardín de los Guerreros con su Bañera y La Muela como roca más visible.
Así pues, continuamos hasta un precioso circo donde confluyen el Canal de los Guerreros con la Torre de las Arañas Negras, La Muela y el Pájaro, sucesión de cumbres que reciben el nombre conjunto de Cuerda de los Pinganillos. De allí arranca la segunda chimenea que nos permite subir hasta el Jardín de los Guerreros a la altura de La Muela y El Gorgojo. La misma subida es una canción a la necesaria solidaridad para ayudarnos unos a otros, es una melodía de belleza inusual, es un asombro siempre renovado aunque ya hayamos visto antes este lugar de subyugadora hermosura. Como apunte, por si decides, amigo lector, hacer este paseo, cuento que nosotros como la mayoría de montañeros terminamos subiendo esa roca inmensa, por su cara más cercana en el momento de la ascensión; también hemos visto algún montañero que entra por debajo de la gran roca y termina la ascensión por el lado “de allá”.  
Estamos en el Jardín de los Guerreros, ante la Bañera, La Muela, El Gorgojo y el Pájaro. Disfrutamos de las vistas y la estancia, mas hemos de continuar pues este no es nuestro principal objetivo de la jornada.
Descendemos, como buenamente podemos, por las grandes rocas que se acumulan a nuestra izquierda y poco más abajo, haciendo casi una curva de media circunferencia venimos a situarnos sobre unos bloques de granito formando una balconada que nos acerca hacia el Risco del Gorgojo. Será necesario subir una llambria de penosa superación, siempre será mejor ir acompañado pues los ánimos y a veces los apoyos físicos de unos y de otros terminan por llevar la empresa a buen puerto.
En el Jardín del Pájaro.
Subida la llambria, con regocijo, esfuerzo y colaboración, estamos ante una especie de cueva por la que entramos sin problemas ni dudas; aquí los ojos se llenan de nuevo de asombro porque hemos llegado al Jardín del Pájaro con su relajante placilla de arena y hierba, con sus inmensas altas paredes cálidas al tacto, gustosas a la vista, serenas al corazón, animosas al espíritu… de donde arranca la chimenea aquella primera de que hablé; asomados a su inicio, entre la prudencia y el anhelo, pensamos que ¡menos mal que dimos toda la vuelta, de lo contrario no hubiéramos llegado a contemplar esta grandeza superior a las palabras!
En el Salón del Pájaro.
A la izquierda y hacia arriba del Jardín, sale un pasadizo taponado por la inmensidad de una roca; será casi un juego para quienes hemos llegado hasta aquí. Lo superamos con deleite y precaución… (Seguramente deleite y precaución sirven para definir cualquier camino de montaña) y tras superar un embudo o pasillo llegamos al Salón del Pájaro construido por las pacientes manos de la naturaleza y del tiempo en roca granítica y sublime; una ventana se abre hacia la hermosura de la tierra, una claraboya lanza nuestra mirada hacia la infinitud del cielo.
Javier Agra.