Como casi todo lo que proviene de ese país acaba poniéndose de moda, el arquitecto del edificio donde vivo decidió incorporar una especie de jardín zen en la entrada de la finca a base de rocas y cañas de bambú. No sé si un monje meditaría ante él, pero a los vecinos nos sirve para olvidar por un instante que vivimos en medio de una gran ciudad.
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