Si la base de todo es el respeto estoy leyendo a muchos que se pasan el respeto por el hueco de las muelas, cual fino hilo dental. A mí me la trae al pairo lo que crea la gente que me rodea (al igual que me la trae al pairo la tendencia sexual de cada uno, allá cada cual con su privacidad). Son cosas de la intimidad de la gente, y a la gente hay que quererla como es. Pero una cosa es creer y otra diferente es meterle miedo en el cuerpo a los demás, creerse “los elegidos”, dar lecciones de moral y “a Dios rogando y con el mazo dando”. Yo lo que quiero es que me dejen en paz y que me respeten. Que no me cuenten historias fantásticas de señores que me perdonan mis pecados (¿quién se cree usted que es para perdonarme a mí nada, oiga? y más aún, ¿qué carajo es eso del “pecado”?). Que no me atosiguen con chorreces que no está el horno pa bollos. Eso de amarnos los unos a los otros está muy bien. Y todas la religiones monoteístas (que cual equipos de fútbol de primerísima división compiten entre sí diciendo “el mío es más chachi que el tuyo”) lo afirman en sus sagrados libros. Pero mi abuelo siempre decía: “Bueno y malo hay en todas partes”.
Así que háganme un favor: déjenme de tanta tontería, que me tienen “jartita”.