Un disco que según como se lo mire, es realmente inagotable. Pura música. Puro estilo, pero con sustancia. El disco para musicalizar casi cualquier cosa. Gastado en bares de Palermo y en livings de los oídos más exigentes.
Y para tener sí o sí en cualquier discoteca que se precie de tal.
¿Algo de jazz? Ahí está "Rose rouge". ¿Algo de dub? "Montego bay spleen". ¿Más acid jazz? "So flute".
Algunas claves de esta maravilla de la música: el espacio que generan acordes, arreglos. La cristalinidad del sonido. ¡El sonido! (parte de su longevidad pasa por esa atemporalidad: diez años desde su edición como si nada). Espíritu de jazz. De free jam. Pero con un marco establecido, unos parámetros que indican la dirección, el rumbo. Y por último, un flow notable. Una secuencia y un setlist impecablemente armado.
Una posible definición: un gran disco es ése que podés poner y dejar sin preocuparte cuando sacarlo.
¿Techno- latin jazz elegante? "Latin note". ¿Electro funk ambiental? "Sure thing" (mi track favorito) Sí, ése con el sampler de Miles y John Lee Hooker.